La melancolía de Messi en el reino de Kylian
El argentino, que falla un penalti, suma cuatro años sin marcar ante los blancos, que sufren un asedio de 22 tiros del PSG en una gran actuación de Mbappé
La noche arrancó con las maniobras de seducción de los aficionados madridistas a Kylian Mbappé. Una hora antes, por los videomarcadores se escuchó el nombre del delantero francés y, mientras la grada local reaccionó con indiferencia, desde el sector blanco comenzaron a vitorear al gran deseado. Gestos de atracción en la jornada posterior al Día de los Enamorados en París que se repitieron nada más salir el PSG a calentar al ritmo de Queen. Los locales se fueron junto al córner donde estaba la muchachada merengue y de nuevo se oyeron las carantoñas de los españoles. A su lado, Messi trotaba y se estiraba al tran tran, parsimonioso, en su mundo.
Todo empezó y terminó en esa esquina. Donde fue aclamado por sus enemigos sin que el partido empezara y desde donde liquidó a los blancos en el descuento en su enésimo intento. Se la cruzó a Courtois y se marchó a festejar ante la mirada pasmada de los blancos, que se marcharon del Parque de los Príncipes pálidos tras una actuación muy pobre, inexistentes en ataque, sin ningún tiro entre los tres palos.
En la última acción terminó cantando el gordo después de una jornada en la que no dejó de percutir. Cuando reinaba la lentitud y cuando el partido cogió otro vuelo. Primero se la hizo a Carvajal para conectar con Di María, que la mandó arriba; luego se la repitió al lateral antes de fallar ante Courtois; al comienzo de la segunda parte soltó un tiro dentro del área otra vez despejado por el tallo blanco; más tarde provocó el penalti que cedió a Messi con un choque de manos... Y así siguió y siguió hasta que encontró el tesoro en el minuto 94. El que no pudo hallar Messi pese a disponer de la más clara.
Un minuto antes de que el Parque de los Príncipes estallara, cuando el empate ya se daba por hecho, el argentino se había quedado parado en la zona de ataque después de que Casemiro le rebañara la pelota. Ausente, pensativo. Si la jornada coronó a Mbappé, Messi profundizó en su melancolía.
La desazón de La Pulga se agudizó a la hora de juego, cuando se citó con Courtois. Después de evitar el tiro en algunas acciones, se vio con un penalti en los pies después de que Mbappé sacara otra vez de rueda a Carvajal, sometido a una tortura desde el inicio y relevado a falta de 20 minutos. Sin embargo, el ex del Barcelona volvió a sumar otro desencanto desde los 11 metros en la Champions. Se la atajó Courtois y el argentino se convirtió, junto a Thierry Henry, en el jugador con más penaltis fallados en la Liga de Campeones (cinco). Todavía más, el astro argentino suma cuatro años sin marcar ni asistir contra el Madrid (un total de 686 minutos), y contra los blancos erró su primera pena máxima después de enlazar seis aciertos consecutivos desde los 11 metros con la camiseta del Barcelona.
El patinazo provocó un intento de aceleración del argentino, que buscó sus clásicas conducciones, pero no dio con el hilo. Un golpe franco que no pilló portería y la penúltima acción del encuentro con Casemiro, con quien había compartido cuchicheos antes del duelo, dejaron la misma estampa: el 30 del PSG clavado, mirada al suelo y brazos en jarra. Hasta esa pena máxima, apenas se había desplegado como una canción lenta, más pendiente de bajar a recibir que de atacar el área. Tanto que, al cuarto de hora, en un intento por la derecha del PSG, La Pulga, en la otra orilla, no hizo ni intención de esprintar para acercarse a la zona de peligro.
Si lo de Messi se trataba de una canción sosa, la de Benzema era una casi parada, inaudible. Más de tres semanas después de retirarse lesionado contra el Elche y de solo dos participaciones en entrenamientos con el grupo, decidió forzar, según anticipó en la previa, y se apuntó al mayor álbum de cromos de la Champions.
Desconexión arriba
Sin embargo, su radio de acción no superó los 30 metros, desconectado por el mutismo del Madrid en ataque y una intención indisimulable de dosificar al máximo la carrocería doliente. Lo que más sorprendió de su paso por París, además de completar casi todo el encuentro, nada tuvo que ver con el fútbol: en su propio país, la megafonía lo anunció con el acento en la “e”, ante la sorpresa de quien tenía la oreja encendida en un estadio ya caldeado por las bengalas del fondo de Auteil, incansables incluso en la fase más mortecina.
En un Madrid con Benzema de alma ausente no hubo más noticias que la de su portero y parte de la defensa. Los 22 tiros del PSG por los tres del Madrid (ninguno de ellos a puerta) retrataron a un equipo blanco raquítico, penalizado cuando ya no tenía arreglo por un Mbappé que, a falta de saber si recalará en los próximos meses en el Bernabéu, en octavos de Champions no dejó de cargar contra los muchachos de Ancelotti.
El día en París se había ido encapotando con el paso de las horas, cada vez más gris y amenazante. Un presagio para los merengues. Mbappé, el gran deseado, el aclamado a las ocho de la tarde por los aficionados blancos, les amargó sobre la campana, casi a las once, desde su mismo córner.
Al-Khelaifi: “Yo creo en el fútbol para todos. Ellos, no”
El partido se jugó en el césped del Parque de los Príncipes y también en el restaurante Le Pavillon Ledoyen, cerca de los Campos Elíseos. Allí al mediodía comieron las directivas de ambos equipos, encabezadas por los presidentes, Nasser Al-Khelaifi y Florentino Pérez, que fue el último en unirse al encuentro institucional.
Después de esa cita, de poco más de una hora, el máximo dirigente del club francés lanzó un dardo a Pérez por el polémico proyecto de la Superliga, que impulsó el mandatario blanco. “Todo el mundo lo sabe, no lo voy a esconder, no es un secreto. Casi no tenemos relación con el Real Madrid”, explicó Al-Khelaifi minutos antes de que el balón comenzara a rodar. “Tenemos opiniones, mentalidades y objetivos diferentes. Yo creo en el fútbol al alcance de todos, desde el más pequeño hasta el club más grande, el mediano... Ellos no piensan lo mismo”, añadió.
Al-Khelaifi se situó como gran aliado al lado de la UEFA, partidaria de una renovación de la Liga de Campeones, y lideró una oposición a la Superliga que acabó con la retirada de los clubes ingleses del cónclave, y con Madrid, Barça y Juventus como únicos defensores de la revolución que suponía crear una liga europea cerrada con los clubes más poderosos.
Desde entonces, las relaciones entre ambos clubes se han tensado mucho más y alcanzaron su techo de crispación durante el pasado mercado de fichajes en verano, cuando el Madrid intentó la contratación de la estrella parisina Mbappé con una oferta cercana a los 200 millones de euros que el PSG rechazó. “La actitud del Madrid ha sido irrespetuosa, incorrecta, ilegal e inaceptable. Debería ser castigado”, afirmó el director deportivo del PSG, Leonardo, sobre esos movimientos del club blanco.
Este martes por la noche, en un estadio encendido, Mbappé vestía de azul y fue un martirio para los blancos, el equipo que será seguramente su próximo destino, cuando acabe un contrato con el PSG que ha rechazado renovar pese a las múltiples ofertas del club de Al-Khelaifi.
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