Mbappé se cobra al Madrid
Un golazo del francés en el último suspiro da la victoria a un PSG muy superior ante un Real muy chato, sostenido por Courtois, que paró un penalti a Messi, y su zaga
Mbappé aún juega en el PSG y se lo hizo pagar a un Madrid de perfil bajo, muy bajo, raquítico. Con todo, el Real, mandíbula apretada y sin una miradita a la portería contraria, resistió hasta que a 40 segundos del final Mbappé, un trueno, le condenó. Y con todo el mérito, porque no solo el delantero francés estuvo muy por encima de cualquiera, sino porque el PSG estuvo muchos escalones por encima de los de Ancelotti. De luces de neón va sobrado, pero esta vez nadie podrá reprochar a los de Pochettino su falta de alma. La ocasión lo requería y no hubo escapismos en el cuadro local, solo penalizado por la falta de puntería. De Messi, por ejemplo, al que los penaltis le resultan un martirio. Más si el reto es con Courtois, que no tiene brazos sino remos, sostén madridista en el Parque de los Príncipes junto a unos cuantos brigadas defensivos. Porque nada más tuvo el Real, solo dientes apretados, remangue y dedos cruzados.
París anunciaba un cartel futbolero con una inyección de universalidad. Y el trono fue para Mbappé, autor de un golazo terminal. Bajaba ya el telón cuando el francés mandó al garete a Lucas y Militão, se coló en el área y batió a Courtois. Un gol a la altura de Mbappé, un tormento para los visitantes. De momento, él reina en París. Un Ronaldo, el Nazario, no el Cristiano, a la francesa.
No hubo mejor testamento que el de Mbappé. Y no hubo fútbol protesta en el Madrid, que no tuvo quien le estirara, quien pusiera en alerta al PSG. Nadie se rebeló. El PSG se bastó al ritmo de Messi, que ya no es un seísmo con la pelota, a la espera de la marcha de Mbappé. Messi se acuna con la pelota, la mima en zonas templadas, pero ha perdido frenesí. Hoy, el cohete es Mbappé. Nadie inquietó más al Madrid. De inicio, con una asistencia a Di María que el argentino mandó al tercer anfiteatro; luego, con una cita ante Courtois que resolvió el belga, el gran gigante blanco en el Parque de los Príncipes.
El cuadro de Pochettino chapoteaba en terreno visitante. De entrada, mucho gobierno y poca metralla. Suficiente para tener encapotado a su adversario. Del Real solo había pisadas de su tropa en campo propio. Un Madrid chato como nunca, envarado, siempre a rebufo. Cruzar a campo ajeno ya era una cruzada para los de Ancelotti. Esta vez, nada de un PSG desaliñado, nada de ese equipo sin mordida. Ni mucho menos. El club, en el centro del escenario mundial, sufre de actualidad y en ocasiones tiene más pasarela fuera que dentro del campo. Por supuesto, no le faltan vedetes; sí familiaridad y un punto mosquetero. Lo tuvo frente al Real, sometido a un extenuante ejercicio de supervivencia. Eso sí, en este mundo espumoso de las celebridades que es el PSG, llegado el momento le toca a Neymar jugar a la carta y el desquicio es para Di María, un jabato toda la noche. Con todo, el PSG, a su modo pero con un punto de combustión que le faltó a su oponente, tuvo al Real cogido por la pechera.
El Madrid asumió sin rechistar un papel de resistente. Como muestra, hasta el último parpadeo del primer acto no inquietó a Donnarumma. Lo hizo Casemiro —que como Mendy se perderá la vuelta por sanción— con un cabezazo tras un córner. Un espejismo.
Lejos de Courtois nada quiso saber el Real. Ni siquiera Vinicius, que nunca fue un especulador. Todo lo contrario, le distingue su intrepidez. No en París, contagiado por el corte raso de todo su equipo. Estaban Modric y Kroos, pero el balón era un artefacto para todos. De forma inopinada, un Real en las cuerdas. Una versión que no le disgusta cuando el refugio le permite volar. No en París, donde nadie cogió pista. Del Madrid, solo tajo. Mucho Casemiro, mucho Militão... Y, por encima de todos, Courtois.
Atosigaba el PSG cuando a Carvajal se le cortó el cable y mandó a la lona a Mbappé. El francés estaba orillado dentro del área. La jugada pedía paciencia al lateral madrileño, pero Mbappé nubla a los rivales. Del penalti se apropió Messi. Nunca fue su mejor suerte y Courtois no tiene techo. El belga, todo lo largo que es, se acostó a su izquierda y desvió el disparo de La Pulga.
Irrumpió Neymar y Mbappé dale que dale hasta el último suspiro. Cada vez que abría gas era una congoja para el Madrid, incapaz de peritar el encuentro, solo sopla que sopla. No pasó de puntillas Neymar y no se arrugó Messi. Todo el PSG tuvo a su rival al borde del siniestro. Hasta 22 avisos recibió Courtois, mientras se adormilaba el italiano Donnarumma, un simple espectador invitado. Por orgullo y unos cuantos teloneros se sostuvo el Madrid hasta que Mbappé, cómo no, le dejó grogui. Chamartín le espera. Por ahora, para el partido de vuelta. Luego, ya se verá. Futuro no le faltará. Y presente no digamos. “El mejor de Europa”, sentenció Ancelotti.
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