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El pie de Nadal resiste ante Murray

El español cede ante el escocés (6-3 y 7-5) en la semifinal de Abu Dabi, pero ofrece una buena respuesta física tras cuatro meses de baja: “No ha sido un mal partido”

Nadal devuelve de revés durante el partido contra Murray, este viernes en Abu Dabi.
Nadal devuelve de revés durante el partido contra Murray, este viernes en Abu Dabi.ALI HAIDER (EFE)
Alejandro Ciriza

Cuatro meses de ausencia, prácticamente seis sin competir, son muchos meses, demasiados, llámese como se llame el ausente. También lo son para Rafael Nadal, que conoce como pocos las estadías en la reserva y también los secretos del retornar. Nadie como él, magulladuras de todo tipo en el chasis, para reencontrar el camino de regreso. En todo caso, el balear también es de carne y hueso, y en su vuelta a las pistas acusó la falta de ritmo y cedió frente a Andy Murray por 6-3 y 7-5 (tras 1h 50m). Aun así, el mallorquín se fue con un buen sabor de boca porque superó el examen físico, y este sábado (14.00, #Vamos) disputará el partido de consolación en Abu Dabi contra Denis Shapovalov.

En la noche desértica del emirato, bajo 25 grados húmedos y con el apoyo de su amigo el rey emérito desde la primera línea del palco de honor, Nadal irrumpió de negro riguroso para abordar un partido cuya trascendencia iba bastante más allá de la de una exhibición. Al fin y al cabo, el duelo con Murray significaba la primera prueba con fuego real tras otro parón obligado y prolongado, esta vez por el pie izquierdo y el dichoso síndrome de Hoffa, viejo mal. Después de un par de meses peloteando e incrementando el volumen de trabajo en su academia de Manacor, llegó el primer test de verdad para él.

Y sucedió lo lógico.

Es decir: Nadal está lejos de Nadal. No en lo físico –impecable de piernas y tono muscular, veloz en los movimientos y con la fuerza del látigo intacta–, pero sí en lo referido a precisión (47 errores), la limpieza en las maniobras (los desajustes multiplican los fallos) y los automatismos (vitales en cualquier deporte, más en uno tan mecánico y repetitivo como el tenis) que lógicamente ha perdido con los días de baja. No obstante, la historia de la reaparición del balear (35 años) iba de sensaciones, y pese al óxido acumulado y a que le queda trecho para pelotear y procesar la acción de forma más natural, sin pensar, estas fueron positivas.

Juan Carlos I observa desde la grada el partido entre Nadal y Murray.
Juan Carlos I observa desde la grada el partido entre Nadal y Murray.ALI HAIDER (EFE)

De entrada, su pie pasó el examen y después, desde el punto de vista meramente competitivo, jugó de tú a tú frente a un Murray que venía bastante más rodado y que no ofreció prácticamente rendijas. El escocés, de 34 años y con una cadera de metal, actuó como un viejo zorro. Demostró la inteligencia táctica que ha definido siempre su juego y también esa faceta aguerrida que le permitió inmiscuirse en el baile del Big Three. Se conocen ambos al dedillo, así que exprimió los déficits actuales de Nadal e inclinó el partido con dos roturas: una al sexto juego y otra en el undécimo de la continuación.

El escocés –134º de la ATP y citado con Andrey Rublev por el trofeo– le puso a prueba todo el rato y le exigió en cada bola, sabedor de que más tarde o más temprano el duelo terminaría cayendo de su lado; disfrutando igualmente, porque la del británico, renacido varias veces, es otra historia de pura supervivencia deportiva. Forzado, Nadal le rebatió con el espíritu que le caracteriza, pero chirrió en la devolución y en ocasiones le atropelló la pelota, con la mirilla también por ajustar. En cualquier caso, al número seis le quedó buen poso.

“Después de tanto tiempo sin jugar, no ha sido un mal partido. Las sensaciones son buenas”, valoró a pie de pista. “Es un placer estar aquí y volver a ver a la gente, a los espectadores, después de todo lo que está sucediendo con la pandemia. He disfrutado mucho”, prosiguió el de Manacor, que ayer oficializó a través de las redes sociales la incorporación de Marc López a su equipo técnico. Ambos lograron el oro olímpico como pareja en los Juegos de Río 2016.

“Estoy contento de ver jugar a Andy a este nivel”, precisó Nadal, que ha sido reconocido por el resto de los tenistas del circuito masculino con el premio a la deportividad, por quinta vez en su carrera. “Estoy feliz de volver a tener la oportunidad de estar con Rafa en la pista, de que esté de vuelta otra vez”, le correspondió el británico, todo amor propio y empeñado en reengancharse a la élite después de haber pasado tres veces por el quirófano para reparar la cadera.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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