_
_
_
_
PISTA LIBRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Modric se reserva un horizonte muy lejano

A punto de cumplirse 10 años de su fichaje por el Real Madrid, la figura del croata se agiganta cada temporada

Modric y Griezmann se disputan el balón en el derbi.
Modric y Griezmann se disputan el balón en el derbi.AFP7 vía Europa Press (Europa Press)
Santiago Segurola

El tiempo discurre de manera diferente para Modric, que no ofrece la menor señal crepuscular en su juego. Con 36 años, una edad más que respetable para un futbolista de alto rango, y milagrosa entre los centrocampistas de gran despliegue, Modric sigue decidido a volcar todo su magisterio en el campo, sin reservarse una gota de sudor. Su actuación en el derbi recordó por enésima vez su capital importancia en el equipo. El ubicuo croata brindó una lección de compromiso profesional, decisiones inteligentes, ardor defensivo y brillantez creativa.

A punto de cumplirse 10 años de su fichaje por el Real Madrid, su figura se agiganta cada temporada. Llegó como un gran actor secundario en un equipo trufado de estrellas. Tardó unos pocos meses en consolidarse como titular, hasta que su derechazo en Old Trafford, en un partido en el que el Madrid estaba contra las cuerdas, giró su destino en el equipo. Modric no fue titular en aquel encuentro contra el Manchester United, pero su impacto fue de tal calibre que su titularidad quedó asegurada para siempre.

Atrás quedó su aire de Príncipe Valiente. En su rostro enjuto, chupado hasta el hueso, se aprecia el paso del tiempo tanto como los trallazos físicos y emocionales de un futbolista indesmayable. No cambia, sin embargo, su disposición al liderazgo, la variedad de sus recursos técnicos, la facilidad para aplicar las medidas correctas en las situaciones más peliagudas y la empatía que transmite en el equipo y en la hinchada del Bernabéu.

En una época de culto a la estrella, Modric representa el modelo contrario, por fortuna para el fútbol. Es el jugador que cualquier aficionado desearía ser: creativo y laborioso, febril y deportivo, fiable y atrevido, ejemplar en su liderazgo, pero de ego controlado. Jugador, en fin, que siempre ha antepuesto el éxito colectivo a la espuma individual. Cuando concluya su carrera en el Real Madrid, fecha que nadie sospecha a la vista de su rendimiento, Modric se habrá garantizado un lugar de privilegio en el panteón mítico del madridismo.

Modric ha definido en los últimos años la nueva condición del ocho, antigua bestia de carga en el campo, aguador de defensas, mediocentros y del rey supremo: el portador del número 10. El ocho solía adoptar un perfil bajo para desarrollar su trabajo de ida y vuelta, necesario para el equipo, pero innecesario para los focos mediáticos.

Xavi cambió esa percepción en el Barça. Modric ha definido la trascendental importancia del ocho en el fútbol de ahora: al enorme despliegue añade la sensibilidad de un 10, el criterio del mediocentro, la disposición al combate de un defensa y la eficacia en el suministro a los delanteros. Modric reúne todas estas cualidades y mantiene algunas de su vieja cosecha, las que le llevaron del Dinamo de Zagreb al Tottenham Hotspur. Era un seductor en el campo, el jugador por el que merecía pagar una entrada al partido.

Modric seduce como en sus mejores tiempos, pero cada año agrega más notas a su amplísimo repertorio. No hay manera de verle como un veterano declinante. La realidad abunda en lo contrario. Por extraño que parezca, con este Modric de 36 años ocurre un milagro: cada vez juega mejor.

Su actuación en el derbi resume sus cualidades y su importancia: intuyó y cortó el pase que precedió a la exquisita jugada en el primer gol del Real Madrid, consiguió que el partido se jugara a su conveniente ritmo, abasteció a la delantera con sabiduría y colaboró defensivamente con una dedicación emocionante. Fue una noche fascinante de Luka Modric. No será la última. Su horizonte sigue igual de lejano.

Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_