El Getafe o el apartamento
Los grandes dramas forjan la pasión y a veces una derrota vestida de épica hace más por un equipo que las victorias de carril
Los clubes grandes ejercen a veces como agujeros negros que atrapan prácticamente toda la materia que crece a su alrededor. Es complicado hacerse hincha de un equipo que deambula por Segunda B, Segunda o incluso Tercera, cuando tiene a escasos kilómetros a otro que levanta Copas de Europa con relativa facilidad. En España, en las últimas décadas fueron llegando a la máxima categoría varios clubes que, en el imaginario popular, evocaban nombres de partidos de domingo por la mañana y anécdotas de fútbol de barrio. Esos clubes aparecieron sin la mala gestión de los que despilfarraron los primeros años de derechos de televisión y rosas, se hicieron un hueco en la élite y ahí siguen algunos.
Dice David Acosta, autor de Aviones y verbenas (Libros del K.O.) que cuándo está en un taxi en el extranjero insiste en dejar claro que es de Getafe, no de cerca de Madrid. Esa es la expresión última del sentido de pertenencia que un equipo de fútbol le puede aportar a las generaciones que lo han sentido como algo propio.
Para el autor, la elección del Getafe como equipo tiene algo parecido a aquel momento del programa Un, dos, tres en el que los concursantes debían elegir entre una cantidad de dinero y una caja en la que no se sabía lo que contenía —podía haber un apartamento o un coche, pero también unas castañuelas—. Ahí la vida separaba a las personas entre las que preferían el dinero —contante, sonante y seguro— y las que optaban por la ilusión de otro premio —mayor, pero incierto—.
Para los que escogieron en su día la caja —el Getafe—, la vida les ha regalado unos últimos años de esplendor que incluyen competiciones europeas, victorias ante los clubes que en otro tiempo fueron agujeros negros y, lo más importante, grandes dramas que forjan la pasión, como aquella eliminatoria contra el Bayern de Múnich. A veces una derrota vestida de épica hace más por un equipo que las victorias de carril. Igual que siempre estarán más presentes en la memoria los concursantes que, pudiéndose llevar medio millón de pesetas, decidieron jugársela para ganar unas castañuelas.
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