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El terror como vía de escape

Los caballos de Dios cuenta la historia de un grupo de jóvenes que viven en una barriada de Casablanca rodeados de miseria y dogmatismo religioso. Su única ilusión: los partidos de los domingos

Pedro Zuazua
Portada del libro Los caballos de Dios, de Mahi Binebine.
Portada del libro Los caballos de Dios, de Mahi Binebine.

El deporte es, en muchos casos, una vía de escape. Lo es desde la perspectiva del espectador que sigue el partido o la carrera en su asiento en el estadio, en la silla de un bar o en el sofá de su casa. Se evade durante un tiempo de la realidad y de las preocupaciones cotidianas. Pero lo es, sobre todo, desde la experiencia de aquellos que lo practican. Hacer ejercicio —el que sea— tiene un punto de conexión y desconexión física y mental. En algún momento, el cuerpo y la mente se unen entre sí y se desgajan de la realidad. Como si el cuerpo funcionara en otra dimensión. De repente, el pensamiento está solo en la carrera, en el balón o en el pedal. Y en esos momentos la cabeza descansa. Porque no piensa en nada más. Porque vuelve a un estado casi primigenio. Y sucede cuando los problemas son de un nivel —el del primer mundo, por ejemplo— o de otro —el de los ambientes más complicados—. Y, si no sucede, algo ocupará su lugar para ofrecer una vía de escape.

Los caballos de Dios (Alfaguara) es una novela escrita por el marroquí Mahi Binebine. Cuenta la historia de un grupo de jóvenes que viven en una barriada de las afueras de Casablanca. Rodeados de miseria y dogmatismo religioso, su única ilusión llega los domingos, cuando Las estrellas de Sidi Moumen —el equipo de fútbol que han formado— juega sus partidos. Lo hace en una parte de un vertedero que han habilitado como terreno de juego. Un campo embarrado, rodeado de basura, al que llegaban los olores de los porros y del pegamento para esnifar. Un escenario que compite en sordidez con el río al que los chicos van a bañarse, y al que asisten como afluentes las alcantarillas del barrio. Y una salida a todo ello —el yihadismo— que promete un acceso directo al Paraíso y contra la que los breves momentos de desconexión a través del fútbol poco pueden hacer.

Un libro realista, duro, que se basa en la historia real de los autores de los atentados de Casablanca en 2003, en los que murieron 45 personas, y que mezcla las ilusiones de la infancia con el terrorismo. Que retrata a los jóvenes de Sidi Moumen a través de la conciencia de Yashin —que se cambió el nombre en honor al mítico portero—, de sus sentimientos, sus anhelos, sus miedos y la dura cotidianidad de su entorno, en el que la única vía de escape que se les ofreció fue la de inmolarse para expandir el terror.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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