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ALINEACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Infantino y la comisión de fiestas

La FIFA sigue empeñada en fagocitar el esfuerzo ajeno hasta límites insoportables

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, durante una charla en la sede de Zúrich.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, durante una charla en la sede de Zúrich.ARND WIEGMANN (Reuters)
Rafa Cabeleira

“La Super Bowl se juega todos los años, ¿por qué no tener una Copa del Mundo cada dos?”, se preguntaba Gianni Infantino en su última visita institucional a Israel. La respuesta corta es que no se puede tener tanta jeta. La larga nos invita a recordarle que la NFL, a través de sus franquicias, paga a los deportistas por batirse el cobre cada temporada para tratar de alzar el trofeo Vince Lombardi, mientras que la FIFA sigue empeñada en fagocitar el esfuerzo ajeno hasta límites insoportables. Principalmente en lo económico, eso resulta obvio, pero también -y no parece menos importante- en cuanto a capital humano.

A los que somos de pueblo, la FIFA nos recuerda, en fondo y forma, a muchas de aquellas comisiones de fiestas que se encargaban de contratar a las mejores orquestas para amenizar los festejos patronales. Meses antes, los representantes de aquellos órganos de gobierno autoproclamados se pasaban por las casas de los vecinos anunciando sus intenciones: “Vamos a traer a La Panorama y bueno, ya sabes”, decían. Ese “ya sabes” era su manera de recordarte que el caché de la orquesta de moda no se pagaba aportando mil pesetas por persona. Tocaba rascarse el bolsillo con seriedad, a conciencia, buscando incluso debajo de los pliegues más pequeños porque nunca sabe uno dónde puede esconderse el papel moneda. Por encima de todo estaba el bien común, el prestigio social. Y muy el fondo, casi rayando lo turbio, aquella sensación de que no había manera de controlar el dinero donado, de saber cuánto se recaudaba en total y en qué se invertía, o dónde terminaba. Como la propia FIFA, o al menos un buen puñado de sus antiguos miembros, muchas de aquellas comisiones de fiestas acabaron sentadas ante un juez acusadas, entre otras cosas, de blanqueo de capitales.

Infantino, al que seguramente no le quede otro remedio pues el cargo obliga, habla como si nada de esto hubiera pasado. Lo que hace el presidente de FIFA se parece a la pesca del calamar. Por alguna razón que se me escapa -soy un mal pescador y un pésimo aficionado, nadie es perfecto- este molusco cefalópodo se siente atraído por el brillo y eso es la Copa del Mundo para nosotros: un cebo perfecto, pues a quién no le gusta un Mundial con toda sus emociones y tradiciones cada veinticuatro meses. La ventaja del aficionado respecto al pobre calamar es que picar no implica la muerte, de ahí que algunos no vean con tan malos ojos la nueva propuesta de Infantino. Sobrecargar aún más un calendario ya de por sí demencial para los futbolistas nos parece accesorio. “Les va en el sueldo”, pensamos. El problema, como decía al principio, es que la FIFA no se encarga de pagar dichos sueldos a los protagonistas de su gran negocio.

En la próxima jornada de Liga, varios clubes españoles se van a quedar sin el concurso de futbolistas que viajaron a jugar partidos de clasificación para el próximo Mundial de Qatar con sus selecciones y regresaron lesionados. Lo mismo sucede con otros equipos de las grandes ligas y mientras tanto, como si la música no fuera con él, Gianni Infantino aprovecha un acto institucional para porfiar en su empeño de exprimir más a la gallina de los huevos de oro: una gallina que no es suya, que no alimenta él, y que acabará matando si los verdaderos protagonistas -los propios futbolistas- no se unen para, de una vez por todas, anunciar que se acabó la vieja costumbre de dedicar sus bises a la comisión de fiestas.

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