Tsitsipas, ley y vergüenza
Esperamos que el griego gane sin usar ninguna treta porque no le hacen falta. Un gran campeón, y él va camino de serlo, no solo lo es por sus victorias sino por cómo las consigue
Durante los Grand Slam, la actitud de algunos jugadores o cualquier contrariedad se magnifica, produce repercusión mediática y se convierte en debate en las redes sociales.
Muchas veces, esto responde más a la necesidad actual de dar demasiada importancia a cualquier bagatela que al peso real del hecho y, a pesar de que yo no he sido nunca de dar demasiado pábulo a aconteceres secundarios, a veces estos han podido ser la causa de un cambio de rumbo en un partido. Hay hechos que pueden desequilibrar e, incluso, revertir los derroteros que ya había tomado el marcador. Si estos actos son intencionados o no, por parte de uno de los contrincantes es lo que suele crear polémica. Y eso fue lo que ocurrió durante el enfrentamiento entre Andy Murray en su admirable vuelta y Stefanos Tsitsipas.
En momentos importantes del partido, el jugador griego se ausentó en dos ocasiones de algo más de siete minutos cada una. Supuestamente, necesitaba ir al baño y cambiarse de ropa. La queja de Andy por lo que consideró una actitud antideportiva fue inmediata durante el encuentro y siguió más tarde en las redes con intercambios que no he seguido. Stefanos alegó que en ningún momento infringió las normas. Y en eso no le falta razón. Es poco cuestionable, en cualquier caso, y de ahí toda la controversia surgida, que su actuación no se ajustó a lo éticamente correcto.
Hace dos semanas, en Cincinatti, el actual número tres de la clasificación mundial ya había utilizado la misma estratagema. Tanto en su encuentro de cuartos de final contra Felix Auger-Aliassime como en el de la semifinal contra Alexander Zverev aprovechó el resquicio legal para ausentarse de la pista en momentos clave del partido.
Aún recuerdo con cierto disgusto la situación similar que sufrió Rafael en el partido en que se disputaba la medalla de bronce con el jugador japonés Kei Nishikori durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Después de que mi sobrino remontara un duelo que tenía prácticamente perdido e igualarlo a un set, tuvo que soportar la descarada ausencia de su contrincante durante 11 largos minutos. Bastante más de lo permitido, sin que recibiera además ninguna amonestación. El jugador nipón consiguió recuperarse anímica y físicamente y acabó alzándose con la victoria.
Cuando ocurren este tipo de situaciones, el jugador que sufre el parón intencionado sabe que el tiempo corre en su contra. El hecho de tener que esperar sin saber la exactitud de la demora, de ver su propio ritmo e inercia interrumpidos, aumenta su ansiedad y destempla sus nervios. Ojalá primara la sentencia de Séneca en la que aseguró: “La vergüenza puede restringir lo que la ley no prohíbe”. Pero como no siempre es así, los rectores de nuestro deporte deberían intentar que esto no vuelva a pasar, redactar una norma más estricta y, sobre todo, instar a los jueces a que vigilen y castiguen un uso indebido de ella. La perdida de un punto o, incluso, de un juego podrían servir.
Tsitsipas es, sin duda, un jugador brillante y, como tal, esperamos que gane sin la necesidad de usar ninguna treta de la que pueda sacar provecho. Es evidente que no le hacen falta. Un gran campeón, y él está en el camino de lograrlo, no solo lo es por sus victorias sino por cómo las consigue.
Yo creo que ningún seguidor de nuestro deporte puede imaginarse a Roger Federer o a Rafael, no veo porqué no decirlo, buscando atajos extradeportivos para alcanzar la victoria.
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