Frenazo del Athletic al Barça post Messi
Con un imponente despliegue físico, los rojiblancos ahogan en el medio campo al equipo azulgrana, le impiden desarrollar su fútbol y se quedan a un paso de llevarse la victoria
El Barcelona salió de San Mamés con un punto, pero lo mismo pudo perder, porque se encontró a un Athletic que estuvo a la altura de lo que exigía el partido. Solo un despiste en medio campo impidió que se llevara la victoria y sumiera al equipo de Koeman en la depresión post Messi, que acabará llegando a pesar de las prometedoras sensaciones de la primera jornada. No fue el mismo equipo que entonces.
En Bilbao se anuncian las no fiestas de la Semana Grande y en San Mamés se presenta el Barcelona del no Messi, grande también, como una Catedral a la que nunca más amargará la cena, la merienda o el aperitivo.
En la calle Pozas se aglomera la afición del Athletic como si todos los que pasean por allí, y se toman unas cañas antes del partido, tuvieran plaza asegurada en las gradas, que también es que no. Pero los que sí rugen como si estuvieran dentro todos los de Pozas, cuando su equipo encadena tres saques de esquina consecutivos, y suspiran a coro a la vez que Braithwaite envía a las nubes un balón de gol después de una jugada de Memphis, que cuerpea con Iñigo Martínez y le gana.
Y vuelven a rugir por los balones que roba el Athletic en la presión, por los que Piqué, apurado y muy justito, envía a córner para evitar mayores males; por el disparo de Sancet al larguero después de revolverse en el área, por la disputa entre Williams y Èric García que resuelve Neto tapando los huecos. Aprieta el Athletic y no baja la intensidad, y el Barça quiere poner paz, porque dos no se pelean si uno no quiere, pero se da cuenta de que ese refrán no es verdad, y si sigue así va a salir trasquilado, así que se encomienda a Pedri, al que le falta frescura en la primera parte. O a Griezmann, verdugo habitual del Athletic, que se mueve de lado a lado aunque nadie le ve, vestido de violeta.
De Jong, cuando tiene espacio y puede correr, despliega esencias que recuerdan al mejor Barça. Solo Depay destaca, por su físico y porque es el único que amedrenta a la zaga rojiblanca, que tampoco tiene demasiado trabajo. El equipo de Koeman se diluye enseguida, tocado emocionalmente por la lesión de Piqué, que sigue dando órdenes desde el banquillo como referencia moral que es.
Solo se acerca al gol el Barcelona en un enredo en el área que remata Araujo de chilena, después de un error de juventud de Agirrezabala, y que acaba en la red, pero que el árbitro anula por falta previa de Braithwaite.
¿Saldrá otro Barcelona en la segunda parte? Es la pregunta, porque en la primera apenas ha podido neutralizar, con su medio campo, el trabajo estajanovista de Vencedor y Dani García, el despliegue de Williams y Sancet. Pero no, lo que sale es un equipo despistado, que en la primera jugada está a punto de encajar un gol en una acción de Williams en la que el balón queda suelto y Berenguer, a puerta vacía, dispara para que Araujo la saque sobre la línea.
Y el despiste sigue, y el Athletic marca por fin, en un saque desde la esquina —trece lanzaron los bilbaínos por dos del Barça—, que Iñigo Martínez remata de cabeza para felicidad de la parroquia. A lo Aduriz, presente en el palco, ovacionado por primera vez desde su retirada del fútbol.
Luego sí, por fin el Barcelona se decide a apretar más arriba al Athletic, a tratar de encajonarlo entre las cuatro esquinas de su área, y asusta De Jong con un remate bombeado que golpea en el larguero. Pero sólo es letal en un contragolpe que llega después de una pérdida absurda de Dani García en medio campo, probablemente fundido por el esfuerzo. Es implacable Memphis con su disparo seco, potente, que entra por el único hueco por el que puede colarse.
Empieza entonces otro partido, parecido al del principio, pero más abierto, porque se nota la fatiga de los futbolistas, generosos en ambos bandos. Se agradece el esfuerzo barcelonista, aunque tal vez a los de Koeman se les pida un poco más de otras cosas. Es Memphis el único que da la nota, el que aprovecha cada mínimo error del Athletic para inquietar al novel Agirrezabala.
Al final, los dos equipos parecen conformarse, aunque siempre hay algún rebelde, como el pequeño Williams, que ya sobre la hora provoca taquicardias en el banquillo azulgrana y la expulsión de Eric García, que le derriba al borde del área. Acaba. Hay empate, se vacía San Mamés por primera vez en más de quinientos días, se llena otra vez Pozas y el Barcelona regresa a la depresión post Messi.
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