Rahm: “He dejado que el niño que era tirase los últimos ‘putts”
El español recuerda su infancia y a Seve Ballesteros en una celebración muy especial, rodeado de su mujer, su hijo y sus padres en San Diego, donde logró su primer triunfo
Jon Rahm era un volcán de emociones después de ganar el US Open, su primer grande. Imposible dejar de emocionarse, de llorar, de abrazar a su mujer, Kelley, y a sus padres, a los que hacía más de un año que no veía y que justo habían acudido a este US Open en San Diego. Y sobre todo de mirar a su hijo Kepa, de menos de tres meses, quien le ha hecho relativizar los malos momentos y disfrutar de los buenos. Ninguno deportivamente como este, su primer título de un Grand Slam. Rodeado de su familia, precisamente en el Día del Padre en Estados Unidos.
“Es la fuerza del pensamiento positivo”, explicó el campeón. “No estaba defraudado por lo que había pasado con la covid. Yo creo mucho en el karma y cuando me pasó hace dos semanas lo del abandono en el torneo [tuvo que dejar el Memorial Tournament después de la tercera cuando era líder muy destacado, después de la tercera jornada] quise ser positivo y pensar que algún día esto me volvería de otra forma. Sentí que las estrellas se alineaban. De lo que ha pasado he sacado lo más positivo”, contó el campeón. Fue en Torrey Pines y San Diego, el escenario de su primera victoria profesional y el lugar donde le pidió matrimonio a Kelley Cahill. “Amo Torrey Pines y Torrey Pines me quiere”, bromeó. “Ha sido muy especial ganar este grande con tres generaciones de Rahm en el campo, mi padre, yo y mi hijo. Quiero que él se sienta orgulloso de lo que he hecho. Esto es para familia y para España”.
El ganador se acordó de una manera muy emotiva, durante la rueda de prensa, del periodista José Manuel Cortizas, Corti, fallecido recientemente por la covid. Y, claro, del maestro del golf español. “Va por Seve, este trofeo también es suyo”, expresó Rahm casi entre lágrimas. El genio cántabro siempre ha estado muy presente en la carrera del golfista de Barrika. Fue precisamente un viaje a la Copa Ryder de 1997 la que metió el golf en la vida de la familia Rahm. Un amigo del padre, Edorta, acudió a la mágica cita que coronó a la Europa de Ballesteros ante Estados Unidos y volvió tan emocionado que convenció a sus colegas de pádel de probar el golf. Así nació todo para esta familia de Barrika. Seve en el inicio y Seve ahora, justo cuando se acaban de cumplir 10 años de su muerte. “Hablamos mucho de él por el Masters o el British, pero intentó muchas veces ganar este torneo y no pudo. Sabía que mi mejor golf estaba por venir y desde el inicio del día me sentí como en un cuento de hadas que iba a tener un final feliz. Bajaba por la calle del uno y notaba una atmósfera especial. Es la razón por la que jugué tan agresivo porque notaba que era mi día”. El sábado por la tarde, Rahm abrió su taquilla. Ahí estaba el premio Seve Ballesteros al mejor jugador del circuito europeo. “Lo abrí entonces y pensé: ‘Va a pasar, es para Seve’”.
“Se lo he dicho a Adam [su caddie] cuando estábamos en los últimos hoyos. Con dos cuatros salimos al desempate, con dos treses, ganamos el US Open. Vamos a por ello. Sé que el US Open es un torneo que muchas veces se gana por cometer menos errores, pero también sé que hay que ir a por los grandes, hay que atacar si los quieres ganar y eso es lo que he hecho en los últimos hoyos”, explicó Rahm sobre esos dos birdies en el 17 y el 18 que desmontaron a Oosthuizen y le lanzaron a la gloria. “No es que sea una persona chula, es que siempre me he creído lo que puedo conseguir. Es la misma razón por la que he podido meter esos putts. Sabía que podía meterlos, tenía confianza. Son putts del putting green de Larrabea [donde empezó a jugar] que he tirado millones de veces. Hoy era otra vez el mismo niño que estaba pensando en ganar un grande, y he dejado que ese niño tirase los dos últimos putts. Para los que sean como yo, que tienen esa rabia dentro, hay que ser quien eres en el campo de golf, pero que no te afecte a la persona que eres fuera. Ojalá hubiese entendido cómo cambiar antes. Ha pasado como tenía que pasar. El nacimiento de mi hijo me ha ayudado. Tengo esa rabia y esa competitividad, pero soy más sereno en el campo. Un día te miras al espejo y notas el cambio. Yo no estoy orgulloso de muchas cosas que he hecho en el campo de golf, pero sin esos momentos no sería quien soy ahora”.
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