Tuchel salta al mejor de los mundos
El alemán, un minucioso entrenador, ha triunfado en el Chelsea lejos del zumbido mediático del PSG
Los inescrutables caminos del fútbol han revertido la posición de Thomas Tuchel en el panorama de entrenadores. Nunca le ha faltado prestigio, acumulado en la Bundesliga durante sus etapas al frente del Mainz y el Borussia Dortmund, pero su recorrido en el París Saint Germain despertó más dudas que certezas en la muchachada mediática.
Al club francés no le interesaba producir jóvenes y madurarlos. Lo habían construido a golpe de billetes y estrellas de calibre mundial. Un equipo para el rabioso presente, sometido al peso y los caprichos de sus figuras, circo de tres pistas desconocido para Tuchel. No le fue mal, ni bien, según el baremo de expectativas que se maneja en el PSG y su entorno. Tuchel fue despedido el 29 de diciembre de 2020. Cinco meses después, dirigió al Chelsea a la victoria en la final de la Copa de Europa.
El buen trabajo de Tuchel en el PSG no evitó que se percibiera su incomodidad. Por ubicación, propiedad y diseño, a este club le acompaña un zumbido molesto, el ruido que menos desean entrenadores del carácter de Tuchel, alemán minucioso curtido en un fútbol sin apenas adherencias mediáticas, ni exigencias desmadradas. Como les sucedió a todos los que le precedieron y va a ocurrir a todos los que le sucederán, su margen de maniobra fue escaso. Si el PSG ganaba títulos, el mérito se atribuía a Neymar y Mbappé. De las derrotas se encargaba Tuchel.
Abocado a una situación que genera más visibilidad que satisfacción, Tuchel quedó preso de un fastuoso modelo de equipo. A diferencia de viejos patricios como Real Madrid, Barça o Manchester United, al París Saint Germain le falta la pátina de la historia. Es un club con prisas, en un entorno menos exigente que el inglés, español o italiano. Todavía hoy, a pesar de los fichajes de Neymar y Mbappé, no parece el destino soñado por las grandes estrellas. Para el PSG, es la Copa de Europa o nada.
Tuchel no llegó a Francia como Guardiola al Bayern o al Manchester City, ni como Mourinho al Real Madrid. Pertenece a la brillante generación de técnicos alemanes, ganadores de las tres últimas ediciones de la Copa de Europa: Jürgen Klopp (Liverpool), Hansi Flick (Bayern) y Tuchel. Atrás quedó el entrenador obligado a demostrar su capacidad en un equipo devorado por sus aspiraciones. Al frente del Chelsea, Tuchel se sienta por derecho en la mesa de los jerarcas de la profesión.
En buena medida, su éxito reside en las notables diferencias que separan al equipo inglés del París Saint Germain. Propiedad de un billonario ruso, los objetivos del Chelsea apenas se diferencian de los que persigue el club francés. Pretende una posición de liderazgo en Inglaterra y, por extensión, en Europa. Se distinguen en la configuración de sus modelos y en la distinta competencia que encuentran.
Cada temporada el Chelsea se mide con cuatro o cinco de los equipos más potentes de Inglaterra, en condiciones económicas similares. En Francia, el PSG ha vivido sin compañía en los últimos años. Su principal adversario no es otro que el tamaño de las expectativas que despierta, multiplicadas por el oropel de sus estrellas, que ofician de indiscutidos gobernadores. Si Tuchel disponía de una oportunidad para transmitir todo su conocimiento, el equipo adecuado era el Chelsea, no el París Saint Germain.
Sin grandes egos, con jugadores expertos y disciplinados (Azpilicueta, Thiago Silva, Jorginho, Rüdiger, Ngolo Kanté…) y uno de los grupos de jóvenes más excitantes del fútbol mundial (Mount, Havertz y Pulisic), Tuchel encontró en el Chelsea las herramientas perfectas para establecer sus ideas: un caro y lujoso equipo que tiene la virtud de parecerse a los buenos equipos de toda la vida.
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