El Leicester City conquista su primera Copa
Tielemans, con un solitario tiro desde los 30 metros, frena la crecida del Chelsea de Tuchel
El Leicester City conquistó su primera Copa. Después de perder cuatro finales a lo largo de su sufrida historia de club aspiracional, los foxes abordaron el encuentro como un punto culminante en su ascensión firme hacia la aristocracia del fútbol inglés. Con una Premier en la vitrina desde 2016, el Leicester era el único equipo que habiendo ganado el título de liga no disponía de una Copa de Inglaterra. Rompió la excepcionalidad imponiéndose al Chelsea, que ha ganado siete finales desde 1997. Un tiro de Tielemans desde 30 metros resolvió un partido intrigante por tenso y trabado, dominado por las defensas, disecado por la presión mutua, y muy inflamado de emoción con la presencia de 21.000 espectadores en Wembley.
Sin Evans, lesionado antes de la media hora, el Leicester se abocó a lo que parecía una retirada honrosa. Desde el arranque del encuentro había quedado patente que sus jugadores no encontraban el sitio, partidos por un planteamiento que no preveía más centrocampistas que el rocoso Ndidi y el ubicuo Tielemans. Los tres centrales, los dos carrileros y los pivotes no conseguían armonizar una sola jugada con Vardy, Iheanacho y Ayoze, descolgados arriba a la espera de que Tielemans los alimentase, cuando no podían aprovecharse de un error, una mala entrega, o un rebote.
Siempre apoyados en un Kanté optimista, que más que correr flotaba, los jugadores del Chelsea se fueron acomodando al campo y a la colocación del rival. Si el tiempo y el espacio con el que cada delantero puede recibir un balón es indicio de buen orden, el equipo de Tuchel dominó la final desde la organización. Al Chelsea solo le faltó el intangible de la lucidez en los últimos metros para concretar en remates el control que exhibía en casi todos los departamentos del juego. Pesó el hostigamiento de Ndidi a Mount, que no consiguió girarse ni pensar con claridad; pesó la melancolía de Ziyech, progresivamente desaparecido; pesaron los nervios de Werner, obstinado por marcar a toda prisa. La lesión de Evans hizo pensar en una puerta que se abría. Paradojas de la competición, la salida del líder de la defensa rival fue una mala noticia para el Chelsea.
Wesley Fofana, el hombre que ocupó el eje de la zaga resistente, se convirtió en el primer héroe de la velada. A sus 20 años, este marsellés rápido y tajante criado en la escuela que Claude Puel dirige en el Saint-Étienne, no permitió que Werner acabara ninguna jugada. Tampoco consintió que los centros del Chelsea acabaran en nada más que en despejes, bien escoltado por Soyuncu y el joven Luke Thomas, último representante de la cantera de un club modélico en el desarrollo de las bases.
El VAR anula el 1-1
Tanta frustración comenzó a desconcertar a los jugadores del Chelsea, que venían chafados después de permitir una remontada al Arsenal en la última jornada de liga. El partido discurría por un atasco cuando un pase mal dirigido de Reece James fue interceptado por Ayoze, que pasó a Thomas, que pasó a Tielemans. El belga abrió el periscopio y como Jorginho no llegaba a cerrarle y Thiago tampoco, avanzó por el claro y disparó. El balón se incrustó cerca de la escuadra sin que la palomita de Kepa pudiera evitar el gol en el único disparo serio que recibió.
La entrada del veterano Morgan para cimentar el baluarte, profundizó en la sensación de sitio al área de Schmeichel. Aguantó el Leicester merced a la solidez de sus defensas, una intervención prodigiosa de Schemeichel, que sacó un disparo de Mount desde el borde del área, y la revisión del VAR. El arbitraje de vídeo anuló el 1-1 del Chelsea tras un lanzamiento largo de Thiago que encontró a Chilwell en un desmarque que, al cabo del examen de las máquinas, fue declarado en fuera de juego milimétrico.
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