El Chelsea saca el martillo ante el Oporto
El equipo inglés se cierra atrás y vence con lo mínimo gracias a dos goles de Mount y Chilwell
Fue demasiado castigo para el Oporto, que mereció al menos el empate y acabó con dos goles en contra y una eliminatoria que se escapa, casi sentenciada en un final traumático con un gol del lateral Chilwell que no dejó en el marcador la explicación del partido. El Chelsea no fue superior. Eso sí, defendió bien y golpeó duro en ataque.
Apenas superada la media hora de partido, el equipo inglés parecía desnortado, anclado a su solvencia defensiva, pero sin más recursos en ataque que la pinta de un equipo afilado. Al Oporto le preocupaba ese colmillo, la capacidad del rival para responderle ante un error. Trató de minimizarlos, de acabar todos sus ataques, de que al menos muriesen lo más lejos posible de Marchesin. Por eso el sopapo les llegó sin que lo viesen venir y deja la eliminatoria encarrilada para el equipo británico, que atisba las semifinales, altura a la que no llega desde que hace siete años el Atlético les eliminó camino de Lisboa.
Ocurrió que tras mucho percutir el equipo luso se tomó un descanso sin balón. El Chelsea consiguió juntar pases y el Oporto buscó acomodo en el repliegue. Pero de pronto apareció Mount y con un control orientado desmontó una línea defensiva de seis hombres. El truco tuvo la magia de las cosas sencillas, el remate estuvo a la altura de la construcción.
El Chelsea marcó y la ventaja pareció sideral. En una eliminatoria que dilucida sus dos partidos en el Sánchez Pizjuán, actuaba como visitante, una anomalía en tiempos extraños. En idéntico escenario y con los mismos equipos el gol pesa más según el día que se marque. Y al Oporto le obligó a más. El Chelsea le marcó en su único remate en tres cuartos de hora.
Los argumentos del Oporto fueron dignísimos, pero el Chelsea es un hueso. En lo que va de Liga de Campeones apenas le han marcado Rennes y Krasnodar. Dos goles concedidos en nueve partidos alertan sobre una excelencia defensiva que encarnan tipos como Azpilicueta, Christensen y Rüdiger, zagueros con los valores de toda la vida, esos que prevalecían en su oficio antes de que se les enviase a otros negociados, tipos que disfrutan del sacrificio defensivo. Aun así el Oporto se rebeló. Y remató. Una volea de Uribe olfateó el larguero al poco del inicio, Otavio obligó a Mendy en un psicodélico lanzamiento de córner que valía un gol olímpico. Luis Díaz pudo empatar al filo de la hora cuando a su equipo ya le costaba tapar espacios. Fue generoso en el esfuerzo el combo portista y supo juntarse para negar al rival cada vez que les sisaban la pelota, hasta el error final que castigó Chilwell poco después de que en otra desatención Pulisic rematase al larguero.
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