No me toquen la pelota
Llegan Pedri y Bryan Gil a la selección. Del primero, el balón nos descubrirá su inteligencia asociativa. En cuanto al segundo, convierte el cuero en un coche loco al que se sube para esquivar obstáculos
Kroos, Modric y el balón
Se define al Atalanta como “un equipo de autor”. Cierto, Gasperini construyó un equipo organizado, intenso y ambicioso, que disimula las limitaciones técnicas de sus jugadores. Pero si un equipo dialoga a través del balón, hay que decir que fue la solvencia argumentativa de Kroos y Modric la que desactivó a un rival al que se esperaba con excesivo respeto. Iban 30 minutos y fue Modric quien, con la computadora que tiene en el cerebro, robó un balón y aceleró hasta hacerse inalcanzable; y con el pie derecho, que tiene las propiedades de una mano, se la sirvió en bandeja a Benzema para el 1 a 0. Desde ese momento, el juicio reposado de Kroos y Modric en modo estratega, se adueñaron del partido con un número altísimo de intervenciones inteligentes. Como se juega con un solo balón, el Atalanta desapareció.
Vinicius y sus casi goles
El balón fue tocado por otros intérpretes. Paradas de Courtois, anticipaciones de Nacho y espectaculares arrancadas de Vinicius que marcaron a fuego el partido. La primera de ellas empezó con una larga pared a 60 metros de la portería. Fue una carrera con su marcador que Vinicius ganó subido encima del balón que, en sus pies, es un bólido. Luego encaró, caracoleando entre tres rivales con decisión, habilidad y algo de suerte para encontrarse al portero y la portería de frente. El tiro es su perdición, pero la jugada era de aplaudir y Vinicius tuvo, como todo artista que se precie, la tentación de hacer un bis para complacer a un público inexistente, pero que imaginábamos entregado. En la siguiente optimista excursión hacia la portería, le cometieron un penalti que, en términos prácticos, terminó con el partido. El Madrid estaba en cuartos con el balón como aliado.
El esférico como condena
Si el Madrid sobrevivió en la Champions gracias a la pelota, el Atlético se fue condenado por ella. “El fútbol tiene lógicas palmarias. Suele ganar el que mejor juega con la pelota”. Así empezaba la excelente crónica de Ladislao J. Moñino sobre el Chelsea-Atlético en este periódico. Simeone cambió de jugadores y de sistemas a lo largo del partido, pero jugar con tres o cuatro atrás, como presionar 10 metros más arriba o más abajo, no cambia las cosas si no se tiene el gobierno del balón. El funcionamiento de un equipo puede lograrse con una presión coordinada sobre el poseedor del balón y los posibles receptores más cercanos, pero solo se puede aceitar con precisión en el pase tras la recuperación, y al Atlético le costaba un mundo dar más de tres toques. Así, cayó en el desorden primero y en la impotencia después. Es un equipo indesmayable, pero la Liga no la ganará únicamente corriendo.
La fogata y el coche loco
En mi infancia, saber jugar a la pelota era más importante, en términos de prestigio barrial, que saber jugar al fútbol. Por esa razón siempre me interesó el punto de vista de la pelota, que nos cuenta cosas todo el rato. Expresa arte en unos pies sensibles, coraje cuando la traban, generosidad en el pase de la muerte, ambición en el que tira, resistencia en el que para… Ahora llegan Pedri y Bryan Gil a la selección. Del primero, la pelota nos descubrirá su inteligencia asociativa. En sus pies, el balón es una fogata y, a su alrededor, Pedri fomenta un diálogo, a veces pausado y otras urgente, con todo el equipo. En cuanto a Bryan, convierte a la pelota en un coche loco al que se sube para esquivar obstáculos y recordarnos que eliminar rivales es la esencia del ataque. Los dos nos recuerdan aquellos tiempos en que la pelota era la reina del fútbol. Como hoy.
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