Haaland, 10 años de goles
Arrollador, intimidante, imparable. He aquí un jugador alrededor del cual se puede hacer un gran proyecto
¡Qué tío!
El Sevilla fue víctima de un hombre, no de un equipo. Claramente mejor que el Borussia, con un juego apasionado (propio de los grupos convencidos), veloz (a veces hasta el apresuramiento) y ambicioso (como los que están ante una última oportunidad). Pero enfrente tuvo el segundo capítulo de una pesadilla llamada Haaland. Un tipo flaco y de piernas largas, como un compás, diríamos, si no lo viéramos lanzado hacia la portería contraria. Porque ahí le cabe cualquier término, menos el de acompasado. Hasta cuando está en su propia área piensa en el gol y sus arranques son impetuosos, arrolladores, intimidantes. Aunque su pinta de androide sugiere que vino del futuro, es presente rabioso; aunque sea un inequívoco producto del norte, se trata de un jugador caliente; aunque los números nos pongan ante un goleador de época, en el área es capaz de ver más cosas que la portería.
¿Qué esperan?
¿Qué les faltó al Sevilla y al Barça para seguir adelante en Champions? Seamos simples: gol. Como al Madrid en casi todos sus partidos. Pues he aquí un jugador concreto que los tiene a montones. Todos saben lo que se propone y los rivales se atrincheran para impedirlo, pero esa potencia descomunal puesta al servicio de su incontenible carrera y su tremendo disparo no necesita distraer para resultar imparable. He oído que es un proyectil, símil tentador porque sus búsquedas son rectas como una bala, pero los proyectiles no levantan la cabeza. Y Haaland, incluso dentro del área, donde se supone que los goleadores se ciegan hasta ganarse el apelativo de egoístas, es capaz de ver a un compañero mejor ubicado, o de trazar una curva para encontrar mejor ángulo de tiro. He aquí un jugador alrededor del cual se puede hacer un gran proyecto. El que llegue primero tendrá 10 años de goles.
¡Qué crack!
Qué rápido aprenden algunos. Hace apenas tres semanas, el PSG pasó por encima del Barça en el único partido en el que vi a Pedri superado. No encontró ni socios ni espacios, como si el rival le obligara a jugar a una velocidad por encima de la que se puede permitir. Todos acordamos que la superioridad física y táctica del PSG abría un nuevo ciclo futbolístico. Que se sepa, Pedri no engordó un gramo ni creció un solo centímetro en tres semanas. Pero se plantó en París con su carrera poco intimidante y, a base de toma y dame, tocó el balón casi 120 veces en poco menos de 80 minutos para realizar un partido glorioso. Como entendió que su velocidad era un problema ante atletas como los del PSG, decidió pensar más rápido. En cuanto al criterio, corrió a cargo de su toma de decisiones, pero para eso nació sabiendo.
Qué crueldad
Los jóvenes talentos que se están empezando a consagrar conviene que conserven cierta ingenuidad. Porque hay algo impiadoso en el fútbol que les está reservado a los mejores. Al parecer, en el cielo futbolístico caben pocos. La misma jornada de Champions que vio el ascenso de Haaland y Mbappé nos mostró el descenso, en un solo acto, de Cristiano Ronaldo. No es que su juego se haya deshilachado en dudas, desconfianza y, finalmente, en abandono. Cristiano es el mismo animal competitivo de toda la vida, solo que pasó de Tigre de Bengala a perro de caza que huele los goles y los busca con el hambre de siempre. Pero, al parecer, 15 años de fabulosa trayectoria no valen nada si, el día que no encuentras el gol, abres las piernas en una barrera y permites el gol que elimina a tu equipo. Eso sí, al periódico del día siguiente, Cristiano lo puede aplastar con el incomparable libro de su historia.
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