Dúbov noquea al peor Carlsen
Semifinales: el ruso con Radyábov (Azerbaiyán); y Aronián (Armenia) frente a Vachier-Lagrave (Francia)
El auge de Danil Dúbov y la crisis de Magnus Carlsen convergieron en una gran sorpresa: el ruso eliminó al campeón del mundo por 2-2 y 2,5-0,5 en cuartos de final del torneo rápido por internet Airthings Masters, organizado por Chess24. También cayeron los otros dos favoritos, los estadounidenses Hikaru Nakamura (1,5-2,5 y 0-2 ante el armenio Levón Aronián), y Wesley So (1-3, 2,5-1,5, 1-1 y tablas con negras en la muerte súbita), quizá perjudicados por la diferencia horaria.
Teimur Radyábov (Azerbaiyán) se impuso al ruso Ian Niepómniachi (2-2, 2-2, 1-1 y tablas con negras en la muerte súbita). Las semifinales (Dúbov-Radyábov y Aronián-Vachier Lagrave) se juegan el jueves y viernes a las 15.00 (hora peninsular española).
“Todo el mundo puede tener un mal día contra mí, y yo contra ellos. Pero, tras otro colapso por debajo del mínimo aceptable, estoy deprimido ahora mismo, y es realmente frustrante”, tuiteó Carlsen una hora después de su derrota. Esta vez no quiso ser entrevistado por los comentaristas de Chess24. Su próximo torneo será el Tata (el Roland Garros del ajedrez), del 15 al 31 de enero en Wijk aan Zee (Países Bajos).
El martes había quedado definitivamente claro que el noruego no está en buena forma. Y un problema añadido para el campeón es su gran falta de experiencia en esa situación. Ello explica que en el primer asalto buscase las complicaciones con las piezas negras en lugar de rehuirlas, lo que le llevó a un error grave que le dejó casi perdido.
Pero entonces emergió el problema de Dúbov: aún no asumía por completo que tiene clase y conocimientos suficientes para tumbar al campeón del mundo en un duelo rápido. Y la perspectiva de lograrlo le ponía muy nervioso. Ello se tradujo en una falta de precisión que dio mucho contrajuego al noruego. Tanto, que la partida se convirtió en un lío donde los tres resultados eran posibles. Mas fue el campeón quien entonces no jugó con exactitud, y esta vez Dúbov se mostró implacable para tumbarlo con una serie de golpes decisivos.
Tal como iba el segundo asalto, casi podía asegurarse que Dúbov lo solventaría con un empate de sabor a victoria. Pero hete aquí que su fantasma apareció de nuevo cuando tenía un final de torres algo inferior, con muchas probabilidades de tablas. En lugar de hacer la jugada evidente, que hubiera hecho cualquier aficionado de cierta fuerza, el joven ruso se hizo un lío y bordeó la derrota. Pero como su rival tampoco estaba para echar cohetes, por fin llegó el ansiado empate para Dúbov.
Carlsen, con buen criterio, tiró la casa por la ventana en el tercero y se lanzó al ataque con negras. Dúbov tenía que elegir entre ir a una posición de locos, de gran riesgo pero con oportunidades para ambos, o ser prudente. Optó por lo segundo, lo que sería muy razonable si no fuera porque no tardó mucho en confirmar que era incapaz de mantener sus nervios bajo control, y se dejó una pieza colgada.
Sin embargo, la pelea aún no estaba vista para sentencia. Para una máquina la posición de Carlsen era ganadora, pero requería un par de jugadas precisas que pusieran el rey a buen recaudo. Por si a alguien le quedaba alguna duda del mal momento que atraviesa -por razones no desveladas-, el escandinavo no fue esa computadora humana implacable cuando ve la victoria en lontananza. Aún peor: no vio que su rey iba a ser ejecutado en el centro del tablero. Carlsen agitó su cabeza, incrédulo ante la triste realidad, y se rindió, mientras Dúbov levantaba los brazos y comprendía que sí, que su talento, creatividad, preparación y valentía son suficientes para tumbar a Carlsen.
Pero, como él mismo explicó unos minutos después, tras dar rienda suelta a su alegría, puso de nuevo los pies en la tierra y enfrió su cabeza. Y su frase para resumir la situación fue: “Ha sido un precioso regalo de Navidad”.
Un par de horas más tarde, Carlsen tuiteó de nuevo: “Daniel acaba de escribirme para darme ánimos y disculparse por haber celebrado su triunfo levantando los brazos. Le he dicho que no lo vi, y que me molestaría mucho más que la gente deje de celebrar que me gana. ¡Enhorabuena a un rival muy digno y a un gran tipo!
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