El Valencia sucumbe a un rodillo
El Atalanta despliega su movilidad extrema para atormentar y golear al equipo español, incapaz de responder salvo para aprovechar los errores aislados de su adversario
El Atalanta hizo del partido más importante de su historia una fiesta para su hinchada y una exhibición para el mundo del fútbol. Aquí hay un equipo —y un club— creativo, audaz, valeroso hasta la médula. Le metió cuatro al Valencia y pudieron ser más en el majestuoso escenario de San Siro. Poco pudo hacer el equipo de Celades, además de combatir sin apenas efecto por estirar la eliminatoria. A este paso, Mestalla será testigo de un sacrificio ritual.
No todo le salió bien al Atalanta. La lesión de Djimsiti durante el calentamiento obligó a Gasperini a introducir a Caldara en la línea de tres centrales. El movimiento abrió un periodo de reorganización que el Atalanta debió gestionar en las peores condiciones. Con el partido lanzado y en su zona más sensible, exactamente donde necesita de orden para compensar la falta de pie de sus jugadores. El Valencia clavó el cuchillo en el nervio presionando arriba y Caldara, Toloi y Palomino tuvieron graves dificultades para salir como acostumbran, escalonando pases con sus interiores.
Solo el manejo de los tiempos de Papu Gómez permitió a su equipo salir del enredo para empezar a acomodarse. Ahí estuvo el partido. Cuando el Atalanta se encuentra cómodo suele hacer cosas que para la mayoría de los equipos resultan extenuantes. Los centrales intercambian posiciones entre ellos, o ejercen de laterales, de forma que los laterales actúan de extremos, o de interiores; mientras que los interiores acaban actuando de extremos, o incluso de puntas. El remolino de la termomix es un espectáculo en el que todos parecen disfrutar. Los que lo sufren son los rivales, que no saben por dónde vienen los tiros.
Así se desencadenó la desgracia del Valencia. Al cuarto de hora de partido, Pasalic habilitó a Gómez, el capitán condujo el balón pegado a la raya izquierda, y cuando la defensa del Valencia basculaba, Palomino, el supuesto central izquierdo local, apareció en el punto de penalti para alarmar a Mangala y Diakhaby. Mientras Gómez amagaba con centrar a su compatriota, y mientras Palomino fingía que iba al primer palo, los defensas le dieron la espalda al peligro. Por ahí, por el ángulo ciego, entró como un tiro Hateboer, para meter el primero de la noche.
Atrevido hasta la temeridad para desarmar su zaga de cinco y reducirla a tres o a dos hombres en los despliegues, el Atalanta no se inmutó ante los lanzamientos de Parejo al contrapié, en un intento desesperado porque Guedes y Maxi aprovecharan los mano a mano en campo abierto. El Atalanta solo sufrió cuando el Valencia presionó a sus heterodoxos defensas obligándolos a salir en largo, algo que no acostumbran. Contra las apariencias, Ilicic, que mide 1,90, se mostró tan hábil para marcar los tiempos del juego con el balón en los pies como inoperante para pelear de espaldas por esas pelotas aéreas. Hasta Gayà le ganó por arriba a este falso extremo, que, en otros menesteres, se comportó como un jugador de primera clase.
El segundo gol fue su momento de gloria. Sucedió al borde del segundo tiempo cuando Pasalic centró desde el extremo izquierdo para que Ilicic recibiera aparentemente controlado al borde del área. Al esloveno lo rodeaban Gayá, Kondogbia, Soler y Diakhaby. No se inquietó. Sencillamente durmió la pelota con la izquierda y la sacudió con la derecha. A la escuadra derecha de Doménech, que casi dobla la hazaña. El portero, que acababa de parar un mano a mano a Pasalic, rozó con los dedos el tiro. Pero iba demasiado fuerte.
Un palo de Gayá aprovechando la sorpresa en una falta lateral fue todo lo que sacó el Valencia de un partido que se le complicó por momentos. Gómez y Freuler se fabricaron el 3-0 a base de paredes a la vuelta del descanso. Incansable en la presión, ejemplar en el esfuerzo, el pequeño capitán se peleó con Kondogbia cuando salió a trabarle y fue capaz de dejarle la pelota a Freuler antes de tirar el desmarque. Otra vez los centrales valencianistas mordieron el señuelo. La pelota no fue para Gómez. Se la quedó Freuler que, con medio metro ganado, fusiló a Doménech. Los jugadores del Atalanta lo celebraron corriendo hacia la grada lateral en una piña monumental en el estruendo de San Siro. Solo Gómez, agotado por el esfuerzo, permaneció solo en el medio del campo apretando los puños.
Hateboer remató al Valencia al contragolpe, en el cuarto. Solo el empuje desesperado mantuvo a los visitantes en pie y solo un error de Palomino en una entrega permitió el gol de Cheryshev. La noche se cerró con una gota de esperanza para el Valencia, condenado a intentar una remontada vertical contra el peor cliente imaginable.
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