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Ponsarnau, la revolución de la normalidad

El técnico del Valencia recondujo un pésimo inicio de curso gracias al apoyo de la plantilla

Faustino Sáez
Ponsarnau, al frente del banquillo del Valencia, en los cuartos ante el Barça
Ponsarnau, al frente del banquillo del Valencia, en los cuartos ante el BarçaAlejandro Ruesga

El Valencia Basket comenzó la temporada perdiendo 13 de sus primeros 18 partidos. Ahora es semifinalista de la Copa (este sábado ante el Madrid; 18.30, Vamos) y está instalado con solvencia en los puestos de playoffs de la Liga y la Euroliga. Entre una realidad y la otra, una crisis de la que el club y el equipo escaparon de forma revolucionaria: apostando por la normalidad y reforzando la figura y el trabajo de un hombre tranquilo, Jaume Ponsarnau (Tárrega, Lleida; 48 años). “Teníamos un plan y se trataba de perseverar para construir nuestra calidad como grupo. Eso no llega de un día para el otro, pero lo bueno es que el equipo creía en esto y luchó”, explica el entrenador valencianista en la víspera del duelo ante el Madrid.

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“Hay entrenadores que dejan su marca exigiendo con el látigo y otros, como Jaume, que lo hacen desde la normalidad. Aquí se apostó por la paciencia y el trabajo y está dando sus frutos”, desarrolla Fernando San Emeterio, uno de los veteranos (36 años) de un equipo que tocó fondo en noviembre, pero se agarró a su entrenador para salir a flote. La derrota en el OAKA ante el Panathinaikos, la sexta en siete jornadas de Euroliga, y en Murcia, ante el UCAM, la sexta en 10 jornadas ligueras, avivaron el espíritu fallero de los aficionados de La Fonteta, que comenzaron a pedir la destitución del técnico al que apodaron como Ponsarnout, en el encendido debate que se desató en las gradas del pabellón valencianista y en las redes sociales. Pero, sobreponiéndose a las chanzas y la crispación, la plantilla hizo llegar a los gestores del club su firme respaldo a Ponsarnau y, desde la unión, llegó la reacción.

“Se implantó la filosofía de Jaume en todo el club, su filosofía deportiva y de vida. El grupo creyó en eso y, con tranquilidad, se salió del hoyo”, detalla el histórico Nacho Rodilla, mvp de la primera y única conquista copera del Valencia hasta la fecha, la de 1998. “El equipo reaccionó en la segunda mitad de aquel partido ante el Murcia. Aunque se perdió, aquello resultó clave como punto de inflexión. Ahí se vio el crecimiento, la capacidad de mejora y la implicación”, reflexiona Rodilla antes de ampliar su elogio a Ponsarnau. “Tiene mucho mérito. Sin cambiar de guion ni de idea, sin subir la voz, supo llevarse al equipo a su terreno, a su convicción, a la exigencia de trabajo, a la perseverancia… Fue un cambio radical, una revolución impulsada desde la paciencia”, cuenta el exinternacional.

Ponsarnau, entrenador de cantera en el baloncesto femenino en sus inicios, a mediados de los 90 con apenas 22 años, y curtido en el papel de segundo técnico en Manresa, asumió por primera vez el liderazgo del banquillo en 2006 en la LEB. Tras su experiencia de siete temporadas en el propio Manresa en la ACB y de año y medio más en el Gipuzkoa Basket, dio de nuevo un paso al costado para volver a aportar consejos en lugar de órdenes. Formó parte del equipo de ayudantes de Scariolo en la selección en la conquista del bronce olímpico en 2016 en Río y, después llegó al Valencia, primero como segundo de Pedro Martínez y más tarde como segundo de Txus Vidorreta. Con el cese de este en 2018, Ponsarnau promocionó de nuevo al máximo rango en el banquillo taronja.

“El club ha vivido una evolución enorme en estos años. L'Alquería [la nueva ciudad deportiva] tuvo un impacto trascendental, no en la vida del primer equipo, sino en el ambiente de baloncesto del club. Todo es más grande ahora. Se respira baloncesto en la ciudad y se están creando muchos estímulos de futuro. Valencia se ha tomado esto muy en serio y es muy motivante”, expone Ponsarnau. Pasada la tormenta, el técnico recibe estos días el reconocimiento con la misma serenidad con la que soportó las críticas. “Hubo dudas pero, sobre todo, hubo perseverancia. Había cosas que había que mejorar, incluso alguna que había que cambiar, y nos pusimos a ello. Un error que cometimos al principio fue pensar muy a largo plazo y eso nos llevó a que la situación nos exigiera demasiado a corto plazo. Reconstruimos un poco los roles en ese momento para volver al plan inicial, que era ser un equipo de 14 y aprovechar la fuerza de todos. Era la única forma de aguantar una temporada tan exigente y tan dura. Estamos en semifinales de la Copa porque hemos conseguido ser un equipo”, analiza el entrenador valencianista.

¿Está subestimada la normalidad en estos tiempos?, le preguntaron a Ponsarnau. “Sí”, respondió instantaneamente, casi como mecanismo de defensa. “Culturalmente ha habido mucha influencia de los entrenadores balcánicos en su momento, también en el fútbol… Yo, cuando tuve la oportunidad de ser entrenador profesional, decidí que era muy importante ser yo mismo. Como mejor podía hacer mi trabajo era siendo yo mismo. Sabía que no encajaría en todos los sitios, pero era lo mejor”, resolvió el entrenador. “A veces, la lógica de la normalidad triunfa, en el baloncesto y en la vida”, remata Nacho Rodilla.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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