Nada puede con España, finalista de la ATP Cup
El equipo capitaneado por Roig se cita por el título con Serbia gracias al triunfo mayúsculo de Bautista (6-1 y 6-4 a Kyrgios, en 1h 21m) y a la remontada de Nadal ante De Miñaur (4-6, 7-5 y 6-1, en 2h 13m)
Rueda España como un acorazado, a lomos de una secuencia que la transporta de victoria en victoria: 14 en 15 partidos esta semana. Triunfó hace un par de meses en la Caja Mágica de Madrid y, como si no hubiera existido paréntesis, progresa en Australia con un bloque que compite de fábula y está de nuevo a un paso de elevar otro trofeo, el de esta primigenia ATP Cup. Solo puede impedir otro laurel Serbia, que de madrugada se impuso a Rusia sin miramientos (3-0) y aguarda hambrienta en la final de este domingo (8.30, La 1) con su líder, Novak Djokovic, afilando el cuchillo.
Cuentan los balcánicos con Nole, pero el equipo español luce en la solapa la insignia de Rafael Nadal. El número uno se rehízo de un despegue en falso contra el vigoroso Alex de Miñaur (4-6, 7-5 y 6-1, en 2h 13m) y completó el trabajo que había emprendido anteriormente Roberto Bautista, inmenso ante Nick Kyrgios (6-1 y 6-4, en 1h 21m). El dobles, con Feliciano López y Pablo Carreño, puso la guinda: 6-2, 6-7 y 10-4 a John Peers y Chris Guccione. Sin tiempo apenas para reponerse, con un estrechísimo margen de 24 horas frente a una Australia más descansada, España resolvió con otra remontada y engarzó otra final para seguir abrillantando el presente.
Abordó De Miñaur (20 años, 18 del mundo) a Nadal con aires pugilísticos, dando botecitos sin parar y sin ningún tipo de complejo; enviando, al fin y al cabo, un mensaje claro: esta vez no iba a deshacerse de antemano. Se había topado un par de veces con él (Wimbledon 2018 y Australia 2019) y de ambas salió trasquilado, sin arañarle ningún set al número uno y con la sensación de que le había atropellado un tren. Esta vez, sin embargo, fue muy distinto. Eléctrico hasta que recibió la bofetada del segundo parcial, abarcó la pista con las piernas de un maratoniano.
A Nadal le costó sentir la bola y adquirir temperatura, y al igual que en el día anterior ante el belga David Goffin, se encontró con otro rival ultradinámico. Enérgico, puro nervio De Miñaur, al que le interesaba que todo pasase muy rápido, imponiendo un ritmo de vértigo con el objetivo de que el número uno no pudiera coger aliento. Mientras tanto, el balear jugaba una o dos marchas por debajo. Escaso de chispa, cedió el primer set y no conseguía invertir la tendencia, pero se aferró a su jerarquía. Ocurra lo que ocurra, Nadal nunca deja de ser Nadal. El rey del ahora, del punto a punto.
Kyrgios, al desnudo
Resistió al abordaje, aguantó el chaparrón y en el momento preciso, ante la primera oportunidad de infligir verdaderamente daño, atinó: break, 7-5, igualdad. Todo un mundo diferente por delante. Paso de gigante. Y, de repente, el jovencito que llegaba a todo y que limpiaba líneas y se comía la pista a bocados, se descomprimió. Nadal, ya se sabe, intimida como nadie. Se merendó la moral del chico a dentelladas, ganando metros y firmando un par de roturas, –replicada una de ellas por De Miñaur sin demasiada fe–, y redondeó el pase de España a la final porque Bautista había cumplido antes con su parte.
Noticia hace mes y medio, después de que ofreciera una lección humana en plena Copa Davis, Bautista vuelve a emitir señales desde las Antípodas. Allí es toda una garantía para el equipo español, que este sábado arrancó a las mil maravillas en las semifinales frente a Australia. Bautista no solo derrotó a Kyrgios y despejó el camino hacia la final de la ATP Cup, sino que demostró estar adoptando el molde de los grandes tenistas y retrató a un jugador tan virtuoso como quebradizo, capaz de los golpes más inverosímiles y también muy vulnerable.
Frente al ruido y las extravagancias del australiano, que estos días había resuelto a favor sus tres partidos, la sobriedad y el extraordinario hacer del español, cada día más asentado y cada vez con mejor pinta, desprendiendo la sensación de que en un momento u otro tal vez pueda hacer algo muy sonado. El curso pasado ya se filtró en las semifinales de Wimbledon y en la recta final fue decisivo en el emotivo episodio de la Davis; ahora, en el presente, ejerce de estilete un día sí y otro también, y no falla. Cinco triunfos en sus cinco partidos. Una garantía.
Djokovic derriba a Medvedev
Kyrgios quiso jugar de entrada al gato y al ratón, y el ensayo le salió rana. Incontenible, la naturaleza del australiano es puramente ofensiva, de modo que Bautista (31 años) agradeció el intento de contemporizar y le desnudó en cada intercambio; le condujo hacia 22 errores no forzados, por solo cinco del español. Planteó el de Canberra un pulso táctico y se dio un trompazo rápido, porque encajó dos roturas y en 29 minutos ya había cedido el primer parcial. Anímicamente bloqueado, trató de reengancharse en el segundo, pero ya era tarde. Kyrgios tiene un sinfín de trucos, pero su juego contiene demasiadas lagunas y su movilidad es muy deficiente.
Reventó su raqueta contra el cemento cuando la juez de silla invalidó un ace, porque la bola había rozado la red, y después desperdició su única opción de break. El castellonense, diez del mundo y todo temple, todo control, firmó una nueva rotura y le envió a la lona para dejar a España a un solo paso de la final. Lo dio Nadal, sabiendo ya que en la final espera Serbia.
El equipo balcánico superó con autoridad a Rusia, por 3-0, gracias a las victorias de Dusan Lajovic ante Karen Khachanov (7-5 y 7-6(1), en 1h 48m) y Novak Djokovic contra Daniil Medvedev (6-1, 5-7 y 6-4, en 2h 47m). Después, Viktor Troicki y Nikola Cacic redondearon en el dobles (6-4 y 7-6 a Teimuraz Gabashvili y Konstantin Kravchuk).
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