Heurtel, el traidor convertido en víctima
La decisión de dejarle en tierra compromete seriamente al club azulgrana y no soluciona sino que agrava el problema
El peor de los villanos sería capaz de salir como un mártir del Barcelona. No hay club en el mundo con la capacidad del azulgrana para convertir una cuestión deportiva y profesional, de carácter doméstico, en un asunto personal y sentimental que trasciende el carácter local para alcanzar el global, como es el caso Heurtel.
La sinopsis es sencilla: Jasikevicius, un ídolo del Palau en sus tiempos de jugador, es contratado como entrenador plenipotenciario por un presidente que está de salida como Bartomeu. El técnico decide prescindir de Heurtel, una de las figuras, jugador de prestigio en la ACB y la Euroliga. Ambas partes negocian la rescisión del contrato ante la expectación del Fenerbahçe. Al club turco puede que le interese el base francés y a cambio liberará a Westermann, que seduce al Barça. La visita a la pista del Efes, equipo también turco, parece favorecer la operación y por tanto admite a Heurtel como pasajero de la expedición a Estambul. Las conversaciones, sin embargo, se rompen a mitad de camino cuando el Barça se entera de que la verdadera intención del base es fichar por el Madrid. El Barcelona se siente utilizado, engañado y estafado, después de que incluso se mostrara dispuesto a abonar la mayor parte de la ficha del jugador, e impide que Heurtel regrese con el equipo a Barcelona.
Una medida tan absurda como dañina para la institución porque no soluciona el problema de fondo generado por alguno de los responsables de la sección de baloncesto del Palau. Nadie quiso asumir que Heurtel pudiera jugar en el Madrid pagado por el Barça. Así que se imponía señalar al jugador como un traidor que no merecía embarcar en el avión de vuelta ni siquiera como el pasajero de la ida que viajaba para resolver su futuro lejos del Barça.
La decisión delata de partida un error de gestión con la plantilla, común en cualquier caso a muchos equipos en situación complicada. Expresa también el acomplejamiento y victimismo de la sección en su contencioso con el Madrid, agravado desde la contratación de Mirotic, un jugador con pasado blanco que hoy juega en el Barcelona. Conflicto, por otra parte, muy recurrente en función del carácter de las directivas de ambos clubes. Y genera por encima de todo un contencioso social innecesario que compromete solamente al Barça porque no se sabe muy bien en calidad de qué viajó Heurtel o cuándo cambió su condición de jugador, de invitado, de ciudadano o incluso de polizonte, adscrito en cualquier caso al F.C. Barcelona.
La situación de Heurtel no ha cambiado sino que ha empeorado porque, una vez que regresó por su cuenta de Estambul, el club reivindica que le pertenece, hasta el punto de que puede enviarlo al filial a la espera de si concreta su traspaso antes del 6 de enero, fecha máxima para la inscripción de jugadores en la Euroliga —no se descarta que se pueda encontrar una salida, la opción que se imponía sin necesidad de que el base se desplazara a Turquía—.
Nadie podrá poner remedio en cambio al desprestigio con el que carga la entidad barcelonista por una desafortunada decisión de todavía no se sabe muy bien quién, situación que se acostumbra a dar en las secciones mal estructuradas, especialmente sensibles a los momentos delicados del club como son los de ahora para el Barcelona, pendiente de las elecciones del próximo 24 de enero. No todos los equipos del Palau funcionan de igual manera y, si no, alcanza con comparar la fiabilidad por ejemplo del balonmano, ahora pendiente de la final de Colonia.
La de baloncesto es diferente y necesita estabilidad después de tiempos turbulentos que se intentaron combatir con el regreso de Jasikievicius. El entrenador y los jugadores guardaron silencio cuando fueron requeridos por la prensa en Barcelona. No tenían ganas de hablar, seguramente porque estaban igual de perplejos que el propio Heurtel. El comunicado del club sirvió simplemente de paraguas común para guardar el anonimato del causante de un daño irreparable para la imagen de una institución que se vende como més que un club como es el Barça. No hubo grandeza sino torpeza en el Palau. Heurtel es hoy una víctima y no un traidor.
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