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El atardecer interrumpe el apogeo de Jon Rahm

El vasco roza el liderato del Masters sin poder acabar la segunda jornada

Rahm, en el hoyo 7.
Rahm, en el hoyo 7.David J. Phillip (AP)
Juan Morenilla

Bocinazo en el Masters. Son las cinco y media de la tarde en Augusta y en el campo resuena la señal sonora que avisa del final de la jornada. El sol desaparece tras los árboles. Ante la falta de luz, los jugadores han de dar sus últimos golpes antes de irse a casa y continuar este sábado con la tarea donde lo dejaron. Para Jon Rahm no es golpe cualquiera. Está en el hoyo 13 y tiene un putt corto para sumar su sexto birdie de la jornada, trepar hasta -9 en la clasificación y compartir el liderato con Dustin Johnson, Justin Thomas, Abraham Ancer y Cameron Smith, que sí han cerrado su ronda y ya descansan. Una vez suena el claxon, Rahm puede elegir: acabar el hoyo o reanudarlo al día siguiente muy temprano. No le puede la ansiedad. Marca la bola y su primer golpe de este sábado será para ser colíder del Masters de Augusta. Por delante, otros cinco hoyos y la tercera ronda.

El atardecer de noviembre interrumpió una clase apoteósica de Rahm. Calmado, confiado, sin apenas un fallo. En el 2 hizo el birdie de rigor (entre los jugadores de este curso es el que mejores registros históricos presenta en ese hoyo), clavó el putt en el 4, cumplió recortando otro golpe en el par cinco del 8 y cerró los nueve primeros hoyos con otro birdie para bajar cuatro en el día. El segundo tramo lo comenzó con un pequeño apuro, un segundo impacto que no cazó green, pero que convirtió en otra chispa de magia con las manos para volver cerca de bandera. Birdie en el corazón de Amen Corner, par tres del 12, y ese birdie que tenía dado en el 13 cuando se apagó la luz. El mejor Rahm en un Masters.

Al lado del vasco, Bryson DeChambeau se hundía con todo el equipo. El cañonero siguió a lo suyo. A los golpetazos más salvajes —mandó la bola en el 2 a 380 yardas, 348 metros de salida— le siguieron sus consecuencias. En el 3 envió el proyectil a lo desconocido. La bola acabó perdida. No hubo manera de encontrarla. Augusta se la comió. Puede que fuera la venganza ante quien había osado desafiar al campo con sus mamporros. Bryson volvió a la casilla de salida y la tortura acabó con un triple bogey. De nuevo la potencia sin control. El patinazo descolocó a DeChambeau y ya no pudo levantarse. Se hundió todavía más con bogeys en el 4 y en el 5, y a cada hoyo su rostro se desencajaba más y más. De favorito al puesto 61 con +1. Tendrá que remar en los hoyos que le quedan por jugar para pasar un corte que salva a los 50 primeros de la clasificación. Tiger estaba en el par en el día (-4) tras 10 hoyos.

El Masters se ha convertido en un maratón. Una montaña rusa física y psicológica. Las tres horas de diluvio del jueves mandaron todos los planes a la papelera. Los litros de agua no solo dejaron un campo más húmedo que con las horas se ha ido secando y volviendo más puñetero, sino que han obligado a un tetris para recuperar el tiempo perdido. Ayer se acabó la primera jornada y se comenzó la segunda, que no se pudo completar, y hoy se ha de terminar esa segunda ronda y si es posible cerrar la tercera, de modo que para el domingo quede el final de la película al menos como estaba previsto. No hay tampoco muchas más soluciones porque manda la televisión. CBS tiene sesión de fútbol americano por la tarde. Alguien debe ponerse una chaqueta verde por la mañana.

Dos torneos en uno

En ese correcalles que exprime tanto los cuerpos como la mente, hubo dos Masters en uno. Algunos golfistas tuvieron que hacer horas extra para acabar lo que les quedó pendiente el jueves, descansar apenas media hora y volver a fajarse con 18 hoyos por delante. Fueron por ejemplo Dustin Johnson, Justin Thomas, Brooks Koepka y Rory McIlroy, Otros, en cambio, se aburrían en la sala de espera. Tiger, Rahm y DeChambeau eran como niños en la clase del colegio esperando que les dejaran salir a jugar al patio.

Y qué patio. Augusta se puso todo lo guapa que puede lucir en noviembre (nunca será como en abril). Los greens eran más rebeldes, la bola ya no se posaba dócil como si fuera de plomo y las caídas traicionaban cualquier cálculo. Así iban y venían las rachas. Tan pronto Dustin Johnson parecía imparable dejando en una caricatura el triángulo de Amen Corner, con birdies en el 11, 12 y 13 pateando como la seda, como salía escaldado con dos bogeys en los dos hoyos siguientes. La inspiración llegaba y se esfumaba igual de rápido. Lo sabe Justin Thomas, que encadenó cuatro birdies entre el 15 y 18 para desembocar en un doble bogey en el 1 que fue como un puñetazo en el estómago. Pese a las idas y venidas, Johnson y Thomas, la pareja americana, presentó el currículum para ir el domingo al sastre.

Las carreteras en Augusta son de ida y vuelta. Koepka y McIlroy parecían desahuciados al comienzo de la jornada y sin embargo resucitaron cuando estaban más cerca de hacer las maletas que de seguir entre los elegidos. El estadounidense está en toda la pomada con -5, y el norirlandés está vivo con -3. Queda un mundo en Augusta.

Clasificación del Masters de Augusta.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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