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Recuperado de la covid 19, el danés Cort Nielsen gana en Ciudad Rodrigo

Roglic atrapa seis segundos más de bonificación y llega a la decisiva Covatilla con 45s sobre Carapaz y 53s sobre Carthy

Carlos Arribas
Cort Nielsen, de rosa, se impone en Ciudad Rodrigo.
Cort Nielsen, de rosa, se impone en Ciudad Rodrigo.Kiko Huesca (EFE)

Eusebio Unzue parte en avanzadilla con Patxi Vila por delante del pelotón para explorar el recorrido y el momento de aflicción que le produce no poder pararse en Mogarraz a almorzar unas patatas revolconas con, todos los bares de Castilla y León cerrados por la pandemia, lo olvida rápido dominado la emoción que le despiertan los paisajes hermosos, el descenso a las Batuecas, robles, castaños, cambiando de color y los pinos agitados, y no quiere despistarse porque en la cabeza le baila también la idea de que si se acelera en el momento justo llegaría un pelotón reducido, el de los más fuertes, sin sprinters, sin culones, a las murallas de Ciudad Rodrigo, que tan lejos parece de las Sierra de Francia, río Ladrillar, las Mestas, las Hurdes, que no son oscuras sino luminosas, y el sol del sur las calienta, y sus olivos, y ya no son las tierras sin pan, y que su Alejandro Valverde tendría una magnífica oportunidad para ganar por fin una etapa, para no terminar a cero su 14ª Vuelta a sus 40 años.

La Orden se transmite. Cuando el Ineos de Carapaz ha terminado su trabajo de aceleración en los ascensos en busca de una mínima falla que no encuentra en el sólido y esférico Jumbo, Imanol Erviti, el hombre del Movistar para todo, toma el mando en el descenso desde el Robledo en persecución del último de la escapada, un salvaje, un caballo loco francés llamado Rémi Cavagna, que se siente como en casa, en su Averno de colinas en la foresta y pueblos antiguos y escondidos por carreteras olvidadas. Mientras varios de varios equipos, ya nerviosos, sudan relevándose en cabeza para lograr que Cavagna rinda por fin los mínimos 15s de ventaja que mantiene irredento durante kilómetros y kilómetros (y en una etapa de montaña se hunde en la mínima elevación de un puente sobre una autovía, a dos kilómetros de la meta), Rojas, de Cieza, le convence a su paisano y jefe Valverde, de Murcia, de que dispute y gane el sprint. Valverde se deja querer, pero al final acepta. A sus espaldas, los oportunistas afilan sus navajas tan fina su hoja como la diferencia entre error de cálculo del pelotón y exhibición del ciclista que le burla, o entre el ardor de trabajar para ser el que decide cómo tiene que ser la etapa y la desazón de ver a uno de rosa, el rápido Magnus Cort Nielsen, sprinter de grupos pequeños y ya experto en victorias en otras Vueltas, saltar por detrás y dejar en nada el sprint largo de Valverde.

Y detrás del danés del EF, un equipo que ha ido a rueda toda la etapa, y ni preparaba ofensiva para su Carthy, aparece Roglic de rojo y del Jumbo que tampoco ha dado una pedalada de más, y el esloveno siempre que ve una pancarta va a por ella porque, dice, no sabe competir últimamente sin dar el máximo todos los días, y termina segundo y suma seis segundos más de bonificación (48s en total lleva ya en la Vuelta, cuatro victorias de etapa, tres segundos puestos), y ya tiene a Carapaz (que ha bonificado 16s en toda la carrera), segundo, a 45s, antes de la última etapa que puede cambiarlo todo, la de la Covatilla, a la que se llega después de volver a pasar, pero en sentido contrario a la etapa de este viernes, por las Mestas, las Batuecas y La Alberca, es inevitable no recordar cómo hace 14 meses, antes de la última etapa de montaña de la Vuelta pasada, Roglic era un líder comodísimo, con 2m 50s sobre Valverde. Aquella etapa, a través de Gredos y sus sierras y final en la Plataforma, no era tan distinta a la de este año, y a punto estuvo de suponer un terremoto con el ataque tremendo del Tadej Pogacar incontenible a sus 21 años. A Roglic, que se quedó rápido sin equipo, le salvó su capacidad para pegarse a la rueda de Nairo y Valverde y todo su Movistar que no quería renunciar a su podio. “Claro que me acuerdo”, dice Roglic, quien todos los días recuerda que no conoce la ascensión del día siguiente, y tampoco la que lleva la estación de esquí sobre Béjar. “Pero eso no pasará este año. Tengo un equipo muy sólido y muy fuerte, y no me dejarán solo”. Y con él queda el trío mágico de su Tour casi ganado, Bennett, Kuss y Gesink, además del descubrimiento danés Vingegaard.

Cort Nielsen, de 27 años, cuenta que llegó a la Vuelta fresco como una lechuga porque el 13 de septiembre dio positivo por covid 19, cuando solo llevaba 10 días de competición desde el retorno de la competición. “Aunque no desarrollé síntomas, estuve dos semanas parado. Entrené tres semanas y me vine a la Vuelta”, dice. “Y según pasan los días me veo más fuerte”. Será el único de una Vuelta que tiene a todos sin aliento, y suspiran de alivio porque por fin se acaba. Aunque echarán de menos sus paisajes, claro, y sus revolconas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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