Francia y Portugal fabrican un desierto
La campeona mundial se mide a la campeona de Europa por el primer puesto del Grupo 3 y sus estrellas acaban neutralizándose sin goles a base de precauciones defensivas
Las dos selecciones más potentes del mundo se cruzaron en Saint Denis para dirimir el primer puesto del Grupo 3 de la Liga de Naciones. Es incuestionable que en la última década Portugal y Francia han reunido las plantillas con más posibilidades. Lo han convalidado con títulos. Portugal con la Eurocopa del 16 y la Liga de Naciones del 19; Francia con la Copa del Mundo del 18. Los éxitos han sido notorios. El rosario de víctimas deportivas, también. Pero jamás pasarán a la historia por la belleza del juego exhibido. Para prueba, el partido que las volvió a enfrentar en París. Un empate a cero más árido que los Monegros. Regalo para la vista de portugueses y franceses, quizá, gente muy aficionada, tal vez. Un privilegio para los 1.000 hinchas que el Ministerio de Sanidad local permitió acceder al estadio, Para el resto, un ladrillo. Con estas audiencias se puede ganar tiempo y prestigio político pero si el fútbol se convirtió en un gran negocio no fue gracias a espectáculos así.
Más que un choque de estrellas fue un choque de entrenadores con una idea fija. A Didier Deschamps y a Fernando Santos los cortaron con el mismo patrón de la escuela de los precavidos del siglo pasado. Más pendientes de prevenir daños que de provocarlos, pueblan sus mediocampos de jugadores con órdenes claras de combinar con restricciones. Ante todo, la vigilancia. Primero, cuidar la estructura. Así jugó Francia con Kanté, Rabiot y Pogba; y así le replicó Portugal con Danilo, Carvalho y Fernandes. Ordenados desde esos parámetros, los dos equipos se comportaron de manera parecida. La pelota circulaba sin ritmo, se multiplicaban los toques y casi nadie cambiaba de posición sin antes hacer muchos cálculos. Cada jugador pensaba y no acertaba a resolver rápido cada vez que recibía un pase, y mientras tanto las defensas se agrupaban con cierta facilidad. Por más prodigios que acumuló la cancha, ahí no había quién sacara la cabeza.
Ni Pogba, ni Mbappé, ni Cristiano Ronaldo, ni Joao Felix, ni Bernardo Silva lograron abrirse camino entre la levadura que los fue pegando al pastel. Encantado en un ámbito en el que nadie se desmarcaba al espacio y todos pedían la pelota al pie, Griezmann se alejó del meollo defensivo portugués y se movió por detrás de la línea del balón en plan director. Hizo lo que le dio la gana que, como suele suceder últimamente, sirvió de poco.
Hubo alguna ocasión de gol. En la primera parte, con una acrobacia Lucas Hernández despejó la pelota en el área cuando Cristiano se disponía a rematar; nada más empezar la segunda, Rui Patricio despejó un tiro cruzadito de Mbappé, que le venía de romper la cintura a Danilo. Más adelante, Cristiano le ganó la espalda a Kimpembe en un magnífico desmarque que Guerreiro coronó con un pase largo, pero el delantero no logró conectar bien con la pelota. Un tiro de Pogba desde fuera del área fue a las manos de Rui Patricio y en el último minuto, en el otro extremo del campo, Cristiano probó a Lloris con un disparo violentísimo a su primer palo.
Hecho el partido a la medida de la guerra de desgaste, el hombre más destacado de la noche fue Pepe. ¿Lo recuerdan? Pepe Laverán Lima Ferreira, aquel defensa elástico y agresivo que mandaba en la defensa del Madrid antes de que mandara Ramos. A sus 37 años, no hubo quién le sobrepasara en París. Y así podría seguir, vigente, intachable, jugando diez años más, si lo rodean gente como Danilo y Carvalho, y entre todos se compactan para que frente al área no pase ni una mosca.
Francia jugó mejor porque sus jugadores se conocen, y coinciden, desde hace más tiempo. Portugal vigiló a su rival y se estudió a sí misma, a ver si se encuentra. Al cabo de la velada, a los 1.000 valientes que cantaban en las gradas de Saint Denis se les apagaba la voz. Si esto es lo mejor que tiene el fútbol para ofrecerle a su gente, la pandemia no será el primer obstáculo que deberá sortear la industria.
Inglaterra, 2; Bélgica, 1
Al otro lado del canal, Inglaterra también jugó a esperar, y Bélgica jugó a hostigar. Ganó Inglaterra, el más reservón de los equipos que se encontraron en Wembley. Se impuso gracias a un penalti discutible sobre Rashford y a un tiro de Mason Mount que rebotó en el pie de Alderweireld y describió una parábola imposible para el portero belga Mignolet, que vio cómo la pelota se le metía en la red pasando por la escuadra. Fue el definitivo 2-1 y permitió al equipo de Southgate escalar a la primera posición del Grupo 2 de la Liga de Naciones.
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