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Almeida, un portugués de rosa en el Etna

Caída y desastre de Geraint Thomas, que pierde más de 12 minutos, y victoria del ecuatoriano Caicedo en la cima del volcán de Sicilia

Caicedo, campeón de Ecuador, cruza ganador la meta del Etna este lunes.
Caicedo, campeón de Ecuador, cruza ganador la meta del Etna este lunes.LUCA BETTINI (AFP)
Carlos Arribas

El cuerpo tiene memoria, dicen los biólogos, y hablan de memoria celular y de la tendencia que tiene el organismo después de un sobresalto a volver a su antiguo ser, al ser que le gustaba ser. Y los aficionados lo piensan y dicen, claro, como el ciclismo, la memoria celular es la madre del ciclismo, y con esta premisa se ponen a ver la etapa del Etna, la primera gran etapa de un Giro tan extraño en octubre, y buscan ejemplos de memoria celular ciclística en lo que ocurre con el pelotón atravesando, por ejemplo, pueblos tan volcánicos como la lava en la que excavan los cimientos sus casas y tan sabios que se buscan nombres tan hermosos como Linguaglossa, con el que pronuncian lengua dos veces, en latín y en griego.

Y la etapa es tan pródiga, y tantas cosas pasan que se pueden radicar en un antecedente, y se puede decir que son su consecuencia, que es para volverse loco, como casi loco de alegría se vuelve cuando gana la etapa el muy sereno y sobrio Jonathan Caicedo, dicho El Cubano en la Colombia en la que creció como ciclista porque nació en Santa Martha de Cuba, un pueblo de Ecuador fundado en el 70 en la muy revolucionaria entonces, y guerrillera, la hacienda de Cuatis, homenaje al Che y a Fidel en las alturas del Carchi, a más de 2.700 metros de altitud. Su amigo ciclista de siempre, su vecino andino y compañero de peregrinaje ciclístico, es, por supuesto, Richard Carapaz, el ecuatoriano que ganó el Giro pasado y su memoria la recupera gloriosamente su paisano culminando cerca de la cumbre del volcán bajo la lluvia y el frío que tanto le recuerdan al clima de su tierra una escapada iniciada en Enna y en la que su último acompañante es el siciliano Visconti.

Caicedo, de 27 años, rocoso escalador, no alcanza la maglia rosa por las décimas de la contrarreloj y, también, porque la memoria del Etna le tenía reservado el jersey de líder al niño Joao Almeida, el portugués de 22 años que sube siempre a tren, sin sobresaltos, y que aguanta lo suficiente para que reviva el recuerdo de Acácio da Silva, el único ciclista portugués que ha vestido de rosa, y lo hizo, ya hace tiempo, en 1989, después de ganar, justamente, la etapa del Etna. Da Silva, más Valverde o Alaphilippe que escalador puro, rápido en llegadas, ganó etapas en Giro y Tour, donde también fue maillot amarillo, fue ciclista por admiración a Agostinho, el primer gran portugués, y Ocaña, y ahora tiene una inmobiliaria en Luxemburgo, donde sus padres, transmontanos de Montalegre, emigraron cuando él era un niño. Para llegar a la maglia rosa, Almeida, novato de Caldas da Rainha y representante en el Giro de la generación del potenciómetro (y el belga Vanhoucke, 23 años, tercero en la etapa), los que desde infantiles entrenaron midiéndose la potencia, debió emigrar también, pero a Estados Unidos, al equipo cantera de todos los grandes que dirige y controla Axel Merckx, el hijo de Eddy, y la memoria celular del Caníbal también brilla en el Etna empapado en otoño.

A los británicos Geraint Thomas y Simon Yates, dos de los favoritos, les derrotó la memoria y la desmemoria. El galés que renunció al Tour para no ayudar a Egan se cayó en la neutralizada cuando su rueda trasera patinó sobre un bidón arrojado en el asfalto húmedo de Enna, como también se cayó, y debió retirarse, cuando llegó al Giro de líder del Sky con Landa, hace tres años, y una moto de carabinero mal aparcada provocó una caída ante el Blockhaus. A 30 kilómetros de la cima levantó el pie y llegó a meta a 12m 19s de Caicedo. Según otro corredor, Chad Haga, Thomas fue víctima del paso del pelotón por una zona de empedrado, en la que, por los baches, los bidones empezaron a saltar disparados de las bicicletas y resbalaron por el asfalto mojado cuesta abajo.

A Yates, que perdió 4m 22s, el mismo Etna en el que en el Giro de 2018 voló por encima de todos, le privó este 2020 de vivir la falsa ilusión que vivió entonces, un Giro en el que fue líder 13 días y acabó sucumbiendo a su frenesí y a la locura de Froome.

A Nibali, siciliano de Messina, la memoria celular le priva una vez más de una victoria en su isla, pero salió del volcán reforzado, considerados, él y Fuglsang, los más sólidos de los candidatos aún.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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