Un Granada de cemento armado
El Athletic, que cuenta por derrotas sus tres viajes a Los Cármenes en 2020, paga su falta de puntería y cae en el rocoso plan de partido del conjunto andaluz (2-0)
En ningún otro campo ha perdido más partidos el Athletic en 2020. Cada viaje a la ciudad andaluza se ha saldado con derrota. En Los Cármenes ha jugado tres y ha perdido los tres, claro que la primera fue una caída gozosa, porque el 2-1 favorable al Granada le valió para meterse en la final de Copa. Las otras dos no tienen remedio. La anterior clausuró LaLiga y clasificó al Granada para la Europa League, y en el inicio de la nueva temporada no mejoró el equipo de Garitano su eficacia. Inicia el campeonato con el casillero a cero. Volvieron los futbolistas bilbaínos a ducharse al hotel con las alforjas vacías, y la sensación de que la retirada de Aritz Aduriz va a convertirse en una travesía por el desierto si no consiguen encontrarse de alguna manera con el gol.
Frente a un equipo tan eficaz como el Granada, que después de las vacaciones sigue pareciendo un bloque de cemento armado, bien conjuntado, paciente, a la espera de su momento en el partido, es complicado jugar a ritmo de pretemporada, al trantrán, sin encontrarle todavía las medidas a un campo que en su día fue mítico porque era el más largo y ancho de Primera División, aunque los rivales que pasaban por el antiguo Los Cármenes, se sentían encerrados y constreñidos, como si jugaran en el patio de un colegio.
La sensación, en estos tiempos, no es la misma, porque el conjunto andaluz no muerde, ni presiona, ni utiliza añagazas que en el fútbol actual están proscritas. Utiliza otras armas, sabe encontrar su sitio en el campo. Lanza la caña, da carrete y espera a que pique el rival. Lo hizo el Athletic, que jugó una primera mitad decente y se sintió el amo del partido. Debutaba en sus filas un futbolista prometedor, Morcillo, zurdo y que se alineaba en el extremo. Tuvo un buen comienzo, completó 45 minutos ilusionantes y se convirtió en el motor bilbaíno, pero no fue suficiente, porque al equipo de Garitano, y el técnico ya lo ha dicho, le falta gol. Por eso al descanso, el marcador no se había movido todavía. Pese al dominio visitante, sólo un remate cruzado de Raúl García inquietó a Rui Silva. En la otra portería, Unai Simón ni se estrenó, porque el equipo local siguió representando el papel de equipo inferior, sin serlo en absoluto.
Pero tras el descanso, el Granada hizo lo que debía. Recogió el sedal y arrastró al Athletic, que se convirtió en un pececito liviano, fácil de pescar, ante el oficio nazarí. En un instante marcó sus dos goles el equipo que dirige Diego Martínez y se quedó tan ancho, sin otra misión desde entonces que conservar la renta. El primero llegó en un magnífico centro desde la banda izquierda al que entraron Soldado y Rangel Herrera; el segundo desvió la pelota a la red, Faltaban centrales del Athletic por allí, en un área semivacía.
Cinco minutos más tarde, un pase comprometido de Yeray y la consiguiente pérdida de Dani García sirvieron para que Luis Milla, un debutante en Primera de estirpe ilustre, avanzara hasta la frontal para completar el estreno soñado con un disparo que golpeó en el poste antes de entrar. De casta le viene al galgo. Su padre debutó en la máxima categoría marcando también.
Lo intentó el Athletic desde ese momento, pero fue como estrellarse contra una pared; desplegó Garitano a su panoplia de jóvenes promesas y también puso en el campo a Williams, visiblemente fuera de forma, pero que estrelló un remate en el travesaño a centro de Morcillo. Se dejó dominar el Granada. Lo único que le interesaba era mantener el resultado, algo que no le costó demasiado, y preservar energía para la previa de la Europa League ante el débil Teuta albanés.
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