Osaka y Azarenka, cuando se impone la lógica
La japonesa descabalga a Brady (7-6, 3-6 y 6-3) y la bielorrusa, renacida, aparta a Serena de su 24º grande (1-6, 6-3 y 6-3), confirmando la cita entre las dos mejores del torneo en la final del sábado
Acostumbrado a llevar la contraria, por su naturaleza imprevisible, este US Open hermetizado y diferente se empeña ahora en poner cordura en Nueva York, donde el tenis premia a las dos mejores. Ni más, ni menos. Chocarán en la final de este sábado (22.00, Eurosport) las dos jugadoras que más méritos han hecho a lo largo de las dos últimas semanas, aunque en realidad se trata de un reencuentro, empeños del destino: no pudieron medirse en la final del torneo de Cincinnati, debido a un percance físico, pero ahora sí, Naomi Osaka (7-6, 3-6 y 6-3 a Jennifer Brady) y Victoria Azarenka (1-6, 6-3 y 6-3 a Serena Williams) se cruzarán por el título del major estadounidense.
Es un reencuentro que habla también de regresos. Vuelve la japonesa, despistada después de tocar un par de veces el cielo nada más asomar la cabeza en la élite, y regresa sobre todo la bielorrusa, fabulosa historia de superación y ejemplo para aquellos y aquellas que puedan tener la tentación de rendirse. Las dos vencieron y el cartel final es justo y merecido. Llegará Osaka a la final como un tiro y con la moral por las nubes Azarenka, a la que la maternidad le ha devuelto a la vida deportiva. Desde la reanudación del circuito han sido las más fuertes y lo plasmaron en una noche de 24 quilates.
Terminó con el ko de Serena y arrancó con el extraordinario pulso entre la nipona y Jennifer Brady, la refrescante irrupción local que se quedó a un palmo de la gran campanada. Cayó, pero cierra un bonito viaje en el que ha jugado como los ángeles. Determinación, hambre, seguridad. No le bastó. Osaka, que después de varios bandazos propios de la inmadurez empieza a creerse de verdad que puede marcar una época, aprovechó el único instante de duda de su rival y se adjudicó un partido de un nivel de juego superlativo, espacialmente al saque. Hacía mucho, mucho tiempo que dos jugadoras no servían así.
No le pesó a Brady haber cedido el primer parcial, como tampoco se desenganchó Osaka con la concesión del segundo, y en cambio sí sacó partido al único momento de debilidad de la norteamericana. Break para 3-1 en el tercero. Entonces, triunfo, final y por tercera vez peleando por un gran trofeo. No falló las en las dos ocasiones previas, también en Nueva York (2018) y luego en Australia (2019). A los 22 años, se corrige y redimensiona su figura, cobrando protagonismo dentro la pista y posicionándose fuera de ella. Philando Castile, lucía esta vez en su mascarilla. Otra de las víctimas de los abusos policiales racistas en Estados Unidos.
La prolongación de la noche no desentonó, ni mucho menos. Se midieron Williams y Azarenka de poder a poder, y el resultado fueron otras dos estupendas horas de tenis (seis de la mañana en España, al cierre) y tranquilidad para la australiana Margaret Court, porque su récord de 24 grandes sigue a salvo.
Todo parecía ir en una sola dirección, porque la bielorrusa comenzó tiesa como un palo y su bloqueo le costó un buen meneo, pero a la que volvió a la tierra todo cambió. Creyó cuando otras seguramente no creerían. Rotura al quinto juego y otra para sellar el segundo set, y la inercia que había cogido Serena (atendida por una dolencia en el tobillo izquierdo en un mal apoyo) decreció hasta acabar rendida a la evidencia en la última manga: Azarenka, a este nivel, supone una formidable noticia para la raqueta.
Sobrada de energía, dando saltitos todo el rato como la boxeadora que va a saltar al ring y en posición zen cuando se interrumpió el duelo por la atención médica, no titubeó y rubricó su victoria a lo grande: dos aces, y la bicampeona de Grand Slam (Australia 2012 y 2013) reverdece una carrera que la condujo en su día al número uno (51 semanas) y muchos daban por perdida, después de un duro litigio emocional por la custodia de Leo, el hijo que ahora es su principal fuerza tractora y tiene mucho que ver en la resurrección.
“Era joven, mi ego era demasiado grande y ahora es un poco más pequeño, así que los resultados están llegando”, razonó a la pregunta de Mary Jo Fernández a pie de pista. Nunca le había derrotado a Williams en un major (1-10 ahora, 4-18 en el global) y disputará el sábado su primera final de un Grand Slam en siete años, la quinta de su trayectoria. Serena, vacía, asumió con entereza la caída y ella sonreía más feliz que nunca, según repite estos días. Fue una hermosa noche coronada con una triple victoria: ganó Osaka, ganó Azarenka y por encima de todo ganó el tenis.
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