Lisboa no es para el Atlético
El atrevido y revolucionario Leipzig elimina al equipo de Simeone, que solo puede responder con João Félix. Los alemanes se medirán al PSG en semifinales
El soplo de aire fresco que representan Julian Nagelsmann y su Leipzig se llevó por delante al Atlético, que solo tuvo capacidad de respuesta ante el revolucionario y modernista juego de los alemanes cuando João Félix entró en acción. Antes, el de Simeone fue un equipo muy superado táctica, física y técnicamente por la gran revelación del torneo. Definitivamente, Lisboa no es para el Atlético. Ahí perdió la final de 2014, y ahí volvió a caer, esta vez en cuartos. Cuando el conjunto rojiblanco parecía que podía encauzar el pase a las semifinales, encajó un tanto en los minutos finales, cuando el rebote de la pelota en Savic incapacitó a Oblak. La desdicha supuso un duro golpe para los colchoneros y a la vez la reivindicación de un fútbol y un equipo bonito de ver. Una bendición si el futuro y la evolución del juego entra en esa dirección. Los alemanes se medirán al PSG en semifinales.
El Atlético tuvo que plantarle cara a un equipo que por encima de sus permutas tácticas tiene una seña de identidad inequívoca. Todos sus futbolistas están adiestrados por Nagelsmann para sentirse útiles con la pelota. El Leipzig tienen ramalazos que lo emparentan con la revolución del Ajax y la Holanda del 74. Lo mismo Halstenberg se proyectaba como lateral que escoltaba al atrevido Upamecano para sacar el balón. En la frialdad insultante para iniciar el juego del joven central francés se iniciaba ese baile de pases que se prolongaba con Kampl y Sabitzer y ligaba con Nkunku y Olmo. Si Upamecano estuvo imperial en la salida del balón y en sus duelos le marcó territorio a Costa, el gobierno del partido de Kampl fue todo una cátedra por personalidad, presencia, colocación y sentido del juego para distribuir. A ese bamboleo preciso y raudo con la pelota Nagelsmann le añade un ritmo frenético de juego sin balón.
Ese juego en constante movimientos hizo sufrir al Atlético. No porque Oblak se sintiera amenazado en demasía, sino porque a los futbolistas de Simeone les costaba llegar al corte de tantas combinaciones y desmarques. Padecieron los rojiblancos el ritmo vertiginoso del sofisticado sello del Leipzig, que sus futbolistas interpretan sin complejo alguno. Halstenberg tuvo el gol en el relampagueante inicio de su equipo, pero mandó a las frías gradas una volea franca caída de un rechace. Respondió Carrasco, el único futbolista amenazante del Atlético, con una incursión tras una pared con Lodi. A su disparo seco y duro respondió sobrio Gulacsi.
Penalti y rebote
El arañazo no achicó al Leipzig, que solo pareció rebajado durante un tramo del primer acto cuando el Atlético entendió que debía imponer un ritmo más bajo para desactivar la amalgama de toques y movimientos vertiginosos que le sacaban de punto. Con todo no le dio para sacar del anonimato a Koke, Saúl, Herrera, Llorente y Diego Costa. Ni para que Trippier y Lodi se animaran a aventuras que le dieran profundidad al bajo ritmo de balón que imprimía su equipo. Nada que ver con las cargas de Halstenberg y Angeliño. El frenazo al juego al menos les dio a los futbolistas de Simeone para adoptar esa pose en la que le resbala que el rival le baile hasta los tres cuartos de campo mientras Oblak no sufra.
Con ese paisaje llegó el intermedio, del que emergió el Leipzig más decidido. De nuevo con Upamecano y Kampl a la batuta. El tanto con el que abrió el marcador fue la expresión perfecta de su atractiva puesta en escena. La pelota circulando pendular hasta que Sabitzer irrumpió por la derecha para poner una rosca que Dani Olmo cruzó con un giro de cuello para conectar un cabezazo de manual. El gol provocó la inmediata presencia de João Félix, sustituto del desdibujado Herrera. Y el chico enseñó su gran verdad. Que el Atlético es uno con él y otro sin él. Que en plenitud, tiene que jugar sí o sí. Los aires de cambio que imprimió tuvieron que ver con una mayor capacidad del Atlético para combinar y para sumar más desequilibrio. Su presencia le dio un vuelco total al choque. Se encogió el Leipzig, que asistió al golpe de jerarquía del delantero luso. A Klostermann no le quedó más remedio que trabarle cuando se plantaba ante Gulacsi tras una pared de Costa, en la que fue la acción más destacada del hispanobrasileño. En plena crecida de autoconfianza, nadie le discutió a João Félix que asumiera la responsabilidad del golpeo, que fue lo suficiente tenso y ajustado para que la estirada de Gulacsi no fuera suficiente.
Con 20 minutos por delante, el Atlético no dejó de buscar el segundo gol. Pero se encontró con un golpe letal que le tumbó. Una incursión de Angeliño y un centro atrás que Adams empalmó desde fuera del área y superó a Oblak tras tocar en Savic. La última fatalidad del Atlético en Lisboa.
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