Las astillas de Berna
La final de 1961 fue decisiva para que los postes pasaran de ser cuadrados a cilíndricos por la cruel derrota del Barça ante el Benfica
El Barcelona guarda en el almacén de su museo las dos porterías del viejo Wembley, el estadio en el que el 20 de mayo de 1992 ganó la Copa de Europa ante la Sampdoria de Vujadin Boskov, que solo se rindió en la prórroga con un gol de falta de Ronald Koeman. El club, por fin campeón continental en su centenaria historia, las adquirió a través de Pablo Ornaque en la subasta organizada en el año 2000 después del derribo del mítico campo de Londres.
Que se sepa nadie pujó en cambio por los postes del Wankdorf de Berna que negaron el gol cuatro veces al equipo azulgrana en la final de 1961 y propiciaron el triunfo del Benfica por 3-2. La leyenda asegura que desde entonces los palos dejaron de ser cuadrados y pasaron a ser cilíndricos después de la petición formulada a la UEFA por el técnico azulgrana Enrique Orizaola.
Ningún club domina el relato como el Barça. Así que se da como verosímil sin estar certificado que las porterías cambiaron desde la sexta final de la Copa de Europa por una cuestión de seguridad —el daño que pueden causar al jugador es menor— y de romanticismo: nada mejor que modificar los postes y la madera por el acero para honrar aquella derrota cruel e inexplicable del Barça.
Justo Tejada, extremo azulgrana que no jugó en Berna y al año siguiente disputó la final con el Madrid (1962), asegura que los postes todavía eran cuadrados en Ámsterdam porque si no su remate habría sido gol y no lo habría escupido el arco del Benfica, equipo que revalidó el título, ya con la pantera Eusebio da Silva. “Que quede claro”, interviene Tejada, “que el Barcelona mereció ganar sin ninguna duda en Berna”.
El conjunto catalán remató 14 veces a portería, cuatro de ellas a los palos
Aquel estadio sin foso ni vallas solo tenía palos cuando sostuvo al Benfica y crucificó a Hungría en la final del Mundial 1954 con Alemania en el Milagro de Berna. Los húngaros Zoltan Czibor y Sandor Kocsis advirtieron siete años después en su regreso como azulgrana al Wankdorf: “No ganaremos en esta mierda de campo”. Volvieron a perder por 3-2 después de un tiro al poste de Kocsis y dos de Nandor Hidegkuti.
Aunque Czibor y Kocsis, decisivo en el desempate de semifinales ante el Hamburgo de Uwe Seleer, marcaron un gol cada uno, también remataron por duplicado a los palos que protegían a Costa Pereira y traicionaron a Antonio Ramallets en 1961. El meta se comió el 2-1 cuando palmoteó un balón llegado del campo rival y peinado por Enric Gensana. Un autogol que abonó la literatura azulgrana: Ramallets confundió el cuero con el sol de Berna.
No bastó con cinco delanteros: Kubala, Kocsis, Evaristo, Luis Suárez y Czibor
El Gato de Maracaná, apodo con el que trascendió Ramallets, nunca pensó en actuar como Moacir Barbosa, arquero de Brasil en el Maracanazo de 1950. Asegura la fábula que Barbosa, aborrecido por su país, troceó con un hacha los postes de la portería en que encajó el gol de Alcides Ghiggia que coronó a Uruguay y los dispuso como leña para un churrasco que montó en su barrio de Ramos en Río de Janeiro. Ramallets no soportaba que le preguntaran por la jugada de Berna, y menos por si el balón rebasó la línea como decretó el árbitro suizo Gottfried Dienst, ni aceptaba demandas sobre su dudosa salida en el 1-1 de Rui Aguas, decisivo con Coluna, autor del 3-2.
Los palos del Wankdorf pusieron el punto y final a la carrera como azulgrana de Ramallets y también a la de Ladislao Kubala, a los 33 años, y a la Luis Suárez, futbolistas emblemáticos sobre los que los aficionados discutían de forma cainita en el Camp Nou. A los 25 años, Luisito Suárez fue el mejor, como correspondía al Balón de Oro, traspasado antes de la final por la cifra récord de 25 millones de pesetas al Inter.
El factor HH
Todavía me duele la derrota de Berna. No recuerdo una final que mereciera ganar de forma tan indiscutible”, repite Luis Suárez, doble campeón en 1964 y 1965 con el equipo nerazzurro de Helenio Herrera, el mismo técnico con el que había coincidido en Barcelona y que fue destituido por la junta y manteado por sus seguidores en la Rambla después de que el equipo quedara eliminado de la Copa de Europa por el Madrid. La revancha llegaría la temporada siguiente con el gol de Evaristo de Macedo. El remate en plancha del ariete acabó con la imbatibilidad del pentacampeón en Europa. La madera impidió que el brasileño empatara tiempo después en Berna: “En el último minuto tiré y el balón cercó el palo. ¡Qué mala suerte tuvimos!”, cuenta Evaristo.
Aumenta el número de disparos a la madera cada vez que se requiere la opinión de uno de los protagonistas después de la dificultad por encontrar la cinta completa de la grabación de Berna. El programa Aquest any cent, de TV-3, logró la registrada por la Televisión de Portugal en la que se cuentan cuatro tiros al poste: uno doble de Kubala, un zurdazo de Czibor y un cabezazo de Kocsis.
Hubo 14 remates del Barça por cuatro del Benfica. Un balance tan descompensado como la alineación del Barça, falta de defensas por las lesiones de Francisco Rodríguez Rodri y Juanito Segarra, y excedente de delanteros: formaron Kubala, Kocsis, Evaristo, Luis Suárez y Czibor y se quedaron fuera Tejada, Ramón Villaverde y Eulogio Martínez. “El entrenador me anunció cuatro días antes que no jugaría en Berna”, recuerda Tejada; “y le advertí que se equivocaba si disponía a cinco figuras en ataque porque ninguno iba a ayudar en el medio campo, si exceptuamos a Suárez”.
La mala suerte se completó con un gol en propia puerta de Ramallets
El técnico era Orizaola, sustituto del serbio Ljubisa Brocic, destituido en enero de un mal año: el Barça quedó a 20 puntos del Madrid en la Liga y fue eliminado de la Copa por el Espanyol y de la Copa de Ferias por el Hibernians. La inestabilidad reflejaba la precariedad del club después de abandonar Les Corts y llegar al Camp Nou (1957). La deuda alcanzó los 284 millones de pesetas, el presidente Francesc Miró-Sans había dimitido y la entidad era dirigida de manera interina por Julià de Campany a la espera de las elecciones que ganaría Enric Llaudet. Berna supuso por tanto el adiós también para el legendario veterano equipo de Kubala, el Barça de Les Cinc Copes, iniciado en 1950 cuando no existía la Copa de Europa (1955).
Hipotecado por malas decisiones, el Barcelona se venció ante el Benfica de Bela Guttmann, el único húngaro vencedor en Berna y después en Ámsterdam, el mismo que al ser despedido proclamó: “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar en Europa”. El Barça regresó al Wankdorf en 1989 y ganó la Recopa ante el Sampdoria de Boskov, el mismo rival de Wembley 92. Los postes del estadio suizo, sin embargo, ya no eran cuadrados, ni crujían ni sacaban astillas, y al banquillo azulgrana había llegado el desacomplejado Johan Cruyff. A buen seguro que las porterías de Wembley tampoco eran las mismas en 1992 que en el Mundial de Inglaterra 1966, cuando un gol de Geoff Hurst doblegó a Alemania después de que la pelota diera en el larguero en un partido arbitrado por Dienst, el mismo árbitro que en Berna.
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