Messi está harto
Cansado de ser acusado de mandar en el Barcelona, el argentino desafía al presidente Bartomeu al paralizar la renovación del contrato que acaba en 2021
El Barcelona es un polvorín y Messi tiene un cartucho de dinamita que amenaza a la directiva que preside Josep Maria Bartomeu. El capitán ordenó parar las negociaciones para renovar su contrato, que expira en 2021, cansado de que se le acuse de ser el mandamás del equipo y, por tanto, de ser culpable también de la situación del Barça.
Acabado el confinamiento, y cuando el Barcelona ya se preparaba para defender el título de LaLiga (ha ganado ocho de las últimas 11), el argentino no activó la cláusula que le permitía dejar el Camp Nou a final de temporada y, de esta forma, cumplirá su contrato hasta 2021. Una decisión que alivió y responsabilizó a Bartomeu, cuyo mandato expira al mismo tiempo que el acuerdo con el 10. El presidente no se puede presentar a la reelección en los comicios del próximo año y aspiraba a dejar asegurada la continuidad del rosarino como legado de un mandato controvertido y amenazado por el Barçagate.
Las negociaciones comenzaron bien. Jorge, representante y padre del jugador, hablaría solo con Bartomeu, la misma fórmula que se utilizó en 2017, cuando firmó su noveno vínculo con el Barça. Se hablaba de un contrato de un año más otro, y hasta —según cuentan en el club— se manejó la posibilidad de una rebaja salarial, propuesta que Messi comprendía. Sin embargo, cuando parecía que el rosarino se vestiría de azulgrana, al menos, hasta 2022, la cuerda se rompió. Según la Cadena SER, el argentino pidió a su padre que frene las negociaciones. ¿El motivo? Quiere ganar. Una quimera en este Barcelona.
La temporada ya comenzó agria para el capitán. En verano, había insistido con el regreso de su amigo Neymar. “Tiene el desequilibrio que nos falta, no se borra en los momentos difíciles y ayuda mucho en defensa. Hace que el peso del equipo no caiga siempre en Leo”, explicaba un empleado del club, cercano al capitán. Pero Neymar se quedó en París. “No sé si el club hizo todo lo posible para que viniera Neymar, solo sé lo que él me contaba”, se quejó Messi. El Barcelona, en cualquier caso, fichó a Griezmann por 120 millones, más 15 por un derecho de tanteo por Saúl y Giménez. Una cifra —sin contar variables— superior a la que se había pagado por Coutinho (120, más 40) y Dembélé (105, más 40).
Ocurrió también que en mayo de 2019 Bartomeu les había prometido a los líderes del vestuario que no ficharía a Griezmann. Tiempo después se enteraron de que el presidente ya tenía cerrado el traspaso desde marzo y que comparte abogado con el francés. Messi, de entrada, miró con recelo el particular aterrizaje de Griezmann. “No es mal chaval, pero es un niñato”, comenta un empleado del Barça. Tampoco fue un amor a primera vista el que Messi tuvo con Luis Suárez (hoy su mejor amigo en el fútbol, al mismo nivel que Kun Agüero), mucho menos el de Neymar.
Pero Griezmann, como Luis Suárez y Neymar, supo ganarse la confianza del 10. Hoy los tres acostumbran a hacer planes junto a sus parejas. “Las mujeres de Griezmann y Messi tienen muy buen rollo. Por eso a Leo le molesta cuando dicen que es él que veta a Antoine”, explican desde el entorno del francés. “Por qué juega o no habría que preguntárselo al cuerpo técnico, no a Messi”, completan. El nombre de Setién y su ayudante Eder Sarabia aparecen con frecuencia en las conversaciones entre los líderes del vestuario. A alguno les cuesta descifrar al míster porque “se pone a filosofar”, cuentan, sin explicitar, las consignas futbolísticas de Setién. Una relación tensa —Messi contradijo al cántabro sobre las opciones del Barça de ganar la Champions— que tocó fondo en Balaídos con empate contra el Celta.
A Messi no le convence el rendimiento del equipo. “Si jugamos como antes del parón, no nos alcanza para ganar la Champions”, aseguró durante el confinamiento. El equipo, líder entonces con dos puntos de ventaja, está hoy a cuatro de distancia del Madrid después de seis jornadas. El adiós de Valverde no ha mejorado el rendimiento y ha empeorado la convivencia en Sant Joan Despí. “Se intentó decir que se echó a Valverde porque Messi le bajó el pulgar. ¿Cómo va a pasar eso si la relación de Leo y Ernesto era excelente?”, aseguran desde el entorno del Txingurri.
Año electoral
Messi todavía no había digerido el sorprendente adiós de Valverde cuando apareció Eric Abidal. “Muchos jugadores no estaban satisfechos ni trabajaban mucho con Valverde”, subrayó el director deportivo. El rosarino no tardó en contestarle: “Cuando habla de jugadores tendría que dar nombres. Nos ensucia a todos. Que cada uno se haga cargo de sus responsabilidades”.
El año de Messi está siendo complicado dentro y fuera de la cancha, donde menos cómodo se siente. Cuando en 2017 pidió que en su contrato figurara una cláusula que le permitiera abandonar el club de forma unilateral a final de cada temporada no fue porque desconfiara de él, sino que no se fiaba del proyecto deportivo de Bartomeu. La mejor manera de marcarle era con un contrato anual y, como la situación ha ido empeorando, se ha plantado cuando su registro goleador, a los 33 años, sigue siendo trascendente: 27 dianas y 21 asistencias esta temporada.
A pesar del silencio de la junta, Bartomeu sabe que su final de mandato está amenazado por Messi cuando queda menos de un año para las elecciones y hay cola de precandidatos. Un contexto que sitúa al capitán en posición de decidir el futuro del Barça, tras ser acusado de manejar el pasado y el presente.
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