Lo llamaban fútbol
LaLiga regresa por fin el jueves en Primera tras 92 días a ‘balón parado’ y con muchas incógnitas ante tanto protocolo, con los equipos muy justos de preparación y los campos cerrados al público
A rebufo del fútbol-guía de la Bundesliga, LaLiga abrirá este jueves, en Primera, la ventana televisiva, que no las puertas de los estadios salvo para un puñado de esenciales. Otra liga, otro fútbol. Desde luego, otro estado de ánimo, con la hinchada sin fiebre en las gradas, pero expectante con el fútbol a distancia en estos tiempos en los que todo se ha vuelto irremediablemente remoto. Hasta un balón. Y con los futbolistas ante una orfandad desconocida tras un confinamiento insólito y un regreso a la cancha tan precipitado como inevitable tras el alta de Sanidad.
No hay tiempo para calentar. El negocio apremia como nunca, el calendario está más que estrujado y la afición se come los puños tras 92 días enclaustrada y a balón parado. Si no hay rebrotes, queda un atracón liguero con partidos casi cada día hasta completar el 19 de julio las 11 jornadas que restan. Lo llaman liga exprés.
De alguna manera, la maldición comenzó en Eibar. El equipo armero debía medirse con la Real Sociedad cuando el derrumbe del vertedero de Zaldibar obligó a suspender el duelo el 15 de febrero. Se fijó para el 10 de marzo. Entonces, el problema ya no era el basurero vizcaíno, sino la pandemia.
Eibar y Real jugaron finalmente con la puerta cerrada, como lo harán tres meses después dos vecinos aún más cercanos y con muchas más cuentas pendientes. El jueves, para reanudar el torneo, una nueva normalidad de lo más anormal en el universo futbolístico: un Sevilla-Betis presencialmente clandestino, sin combustión. El pique vecindario por excelencia reducido, sin más, a un duelo esgrimista entre futbolistas de una y otra Sevilla, con el Pizjuán con el corazón en los huesos.
De entrada, todo será tan chocante como intrigante. Extraño resultará no solo la falta de público, sino ver al Real Madrid en el atrezo del Alfredo di Stéfano, donde se estrenará con el Eibar, al que nunca le fue demasiado bien visitar campos ajenos. Veremos sin el eco imponente de Chamartín. También cambiará de casa el Levante, de mudanza a la localidad alicantina de La Nucía, ya que, como el Santiago Bernabéu, el Ciutat de València está en obras.
Lesionados recuperados
Nuevos escenarios para un fútbol obligado a cumplir con un sinfín de protocolos. Un fútbol sin abrazos, sin otro eco que el del golpeo de balón y el desgañitar de jugadores, técnicos y demás personal con acceso. Un fútbol sin miedos escénicos para futbolistas y árbitros. Quizá afloren esos jugadores que lucen en la intimidad y se paralizan ante la multitud y el ruido. Para griterío, con virus o sin él, el del Valencia. Un hervidero perpetuo, sea por la presidencia, la gerencia, el banquillo o la renovación, pongamos por caso, de Garay, uno de los pretorianos.
El Barça, líder camino de Mallorca, cruza los dedos por Messi, como toda la vida, y suspira por la reaparición de Luis Suárez. Tanto como el Madrid por el regreso de Asensio y Hazard, que han ganado tiempo con la desdicha del maldito bicho. Allá por marzo poca liga les quedaba. Hoy, el forzado horizonte es otro. Hasta el Chimy corretea ya por Tajonar tras haberse partido algo más que el alma por Osasuna. Los cinco cambios transitoriamente autorizados permitirán dosificar a los que vuelven de la enfermería.
También cambiará el panorama en el Atlético. Simeone ha perdido su principal sostén (la concurrencia, a la que tutela y pone en erupción como nadie) y tiene otra percha no menos importante con fecha de caducidad. Germán Burgos, mucho más que un escolta, probará por su cuenta en los banquillos a fin de curso. Y no será cuestión menor medir el paso del tiempo para el jugador instantáneamente de moda en Europa cuando el coronavirus enchironó a la humanidad: Marcos Llorente.
Mucho suspense ante una situación jamás testada. ¿Qué habrá sido de aquella Real tan estilista? ¿Y aquel Getafe tan pujante en casa como por Europa?
Mallorca, Leganés y Espanyol, colgados del precipicio hacia la Segunda División, amenazan a equipos aún sin sosiego como Celta, Valladolid y Alavés, entre otros. Entre la cabeza y la cola navegaban con calma antes de la interrupción el entonces Athletic del infinito Aduriz, el Villarreal del juvenil Cazorla y el mosquetero Granada de Diego Martínez.
Todos, tanto los 20 equipos de Primera como los 22 de Segunda y los del fútbol no profesional, afrontan una órbita desconocida. Retos con nuevas exigencias físicas y mentales. Ojalá que el fútbol sea lo que tenga que ser sin maquillaje televisivo. Bastante ortopédica es ya la situación como para que al hincha se le prive del fútbol real, el que tal cual toca ahora. Y bendita sea la vuelta de aquello que llamaban fútbol, por mucho que con el nido vacío y tan cautelar hoy sea todo un enigma.
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