Los fantasmas de Gauff: “Estuve perdida y deprimida”
La tenista de 16 años, un fenómeno en el tenis norteamericano, confiesa que estuvo a punto de parar un año y se desmarca de las hermanas Williams: “No es justo que nos comparen, ellas marcaron el camino”
En medio de este escenario de incertidumbre, en el que el tenis se devana los sesos y sigue al milímetro la actualidad para tratar de encontrar una solución y salir del laberinto, emerge la voz de Coco Gauff.
La estadounidense, esa niña que el año pasado despertó como un torbellino en Wimbledon y después siguió asombrando allí por donde pasó, con solo 15 años, se ha sincerado a través de una carta escrita a corazón abierto en la que reconoce haber sufrido mucho en la transición hacia la élite. Detrás de la eclosión, los flashes y la fama, un oscuro derrotero que ella, ya 16, ha logrado superar, mientras muchos otros se quedaron atrás. Se confiesa la norteamericana en Behind The Racquet, el proyecto ideado por el tenista Noah Rubin para que los profesionales se expresen sin cortapisas.
Gauff, que va devorando marcas de precocidad y ya alcanzado dos veces los octavos de un Grand Slam, relata qué significa ser una joven que trasciende el camino habitual. “Siempre me he preguntado cómo de buena o mala sería mi vida sin el tenis”, introduce en un texto que incide en el concepto de la normalidad, en comparación con otras niñas y niños que han seguido el curso tradicional durante el crecimiento. “En mi vida, siempre fui la más joven haciendo las cosas, lo que añadió una exageración que no quería y una presión para hacerlo bien rápido”, precisa de entrada, antes de abrir la caja de los truenos y adentrarse en el espinoso terreno de las dudas y los temores. Adolescencia, comparaciones. Una destreza fuera de lo normal con la raqueta.
Los fantasmas aparecieron, dice, hace tres años. 2017-2018. “Luchaba para tratar de averiguar si eso [dedicarse al tenis de forma profesional] era lo que realmente quería. Siempre tuve los resultados, así que ese no era el tema, sino que no disfrutaba haciendo lo que amaba. Me di cuenta de que necesitaba jugar para mí y no para otra gente. Durante un año estuve realmente deprimida. Ese fue el año más duro para mí hasta ahora. Sentí que no había muchos amigos”, reconoce. “Y cuando tienes esa mentalidad oscura no miras el lado bueno de las cosas con mucha frecuencia, y esa es la parte más dura. Sabía que quería jugar al tenis, pero no sabía cómo hacerlo”, prosigue.
Ser un modelo a seguir
Entre tinieblas, Gauff tuvo la tentación de frenar, lo que tal vez le hubiera desviado definitivamente de la ruta que va conduciéndole hacia un lugar privilegiado del deporte. “Esto llegó tan lejos que pensé en la posibilidad de dejarlo durante un año para centrarme en la vida. Obviamente, elegirlo no hubiera sido la opción adecuada, pero estuve cerca de ir en esa dirección. Estaba perdida. Estaba confundida y pensando demasiado en si esto [el tenis] era lo que quería, o bien lo que hacían los demás. Estuve mucho tiempo sentada, pensando y llorando. Salí de ello más fuerte y conociéndome mejor que nunca. Todos me preguntan cómo estoy tranquila en la pista, y creo que es porque acepté quién soy después de superar esos baches. Ahora, cuando estoy en la pista, solo estoy agradecida de estar ahí”, cuenta.
Superado ese punto de inflexión, Gauff, que ya arrastra millonarias cifras de patrocinadores y se ha convertido en un símbolo deportivo en Estados Unidos, irrumpió definitivamente en el circuito el curso pasado, en Londres.
En solo medio año en el circuito de la WTA logró elevar su primer trofeo como profesional, en Linz, y se ha encaramado hasta el 52º puesto del ranking. La joven ha reforzado la presunción de que el tenis se encuentra ante una elegida. Por eso, enseguida nacieron los paralelismos con las hermanas Williams. Gauff, sin embargo, prefiere marcar distancias. Habla de prudencia, de dos dimensiones absolutamente diferente, y se enorgullece de inspirar a otras chicas que ven en su ascensión un triunfo sobre lo imposible.
“Algunas chicas, de todas las razas pero muchas de ellas afroamericanas, me dicen que han cogido por primera vez una raqueta por mí. Esto me impresiona y así es como quiero figurar en el deporte. Para mí, una de las cosas más importantes es seguir rompiendo barreras”, transmite; “estoy acostumbrándome a que la gente me vea como un modelo a seguir. Agrega un poco de presión, ya que sé que observan cada uno de mis movimientos, pero en su mayor parte es fácil porque siempre trato de ser yo misma. Al principio pensé que tenía que ser perfecta, pero he investigado mucho en mi alma y lo he superado”.
Amistades e intereses
“Al mismo tiempo”, continúa, “no me gusta que me comparen con Serena o Venus [Williams]. Primero, porque todavía no estoy a su nivel. Creo que no es justo para ellas que las comparen con alguien que tan solo está empezando. Aún son mis ídolos. Pese a todos sus elogios no deberían ponernos en el mismo grupo. Por supuesto que espero llegar donde están ellas, pero ellas marcaron el camino, así que por eso no puedo ser como ellas”.
En la recta final del escrito, la estadounidense, representada por la agencia Team 8 (liderada por Roger Federer y su agente, Tony Godsick), relata que hace dos años se despertó sin el deseo de ir a entrenar y que no ha sido una niña con un amplio círculo de amigos. No obstante, eso le ha permitido saber diferenciar.
“Saber quién importa realmente o quién está a mi lado por otras razones. Soy muy cuidadoso con quienes tengo a mi alrededor. Esas son las personas que me ayudaron en estos tiempos locos. Me costó sentirme cómoda al expresarles mis verdaderas emociones, pero una vez que lo aprendí, todo fue más fácil”, concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.