El Espanyol avista el descenso desde la cumbre de Europa
La errática política deportiva, con muchos vaivenes, lastra al club de Cornellà
El máximo goleador del Espanyol es Marc Roca. El mediocentro blanquiazul ha marcado dos tantos, ambos de penalti, el último el domingo pasado contra Osasuna. Ya disputadas 15 jornadas, el dato resume una crisis multifactorial y que tiene difícil remedio ante la confusión que reina en el RCDE Stadium.
El Espanyol avista hoy el descenso en LaLiga desde la cumbre de la Liga Europa. La condición de líder del Grupo H del torneo continental, invicto desde hace 25 partidos, contrasta con su situación en la competición española: es penúltimo, a cinco puntos del Mallorca, el equipo que marca la permanencia, después de ser el único que todavía no ha ganado un partido en casa —sumó un punto ante el Getafe y perdió con Granada, Osasuna, Real Sociedad, Sevilla, Valencia, Valladolid y Villarreal—.
No se recuerda un equipo local con un registro tan pobre desde el año 1997 —el protagonista fue entonces el Sporting— ni se vivía un arranque liguero tan pobre en el Espanyol desde la temporada 2003-2004. El calendario tampoco invita al optimismo porque el próximo sábado visita el Bernabéu y después recibirá al Betis y al Barcelona. Queda en medio el partido de Butarque contra el colista Leganés, un equipo que repunta en su juego con el técnico Javier Aguirre.
El Espanyol ya cambió de entrenador en octubre y, sin embargo, sus resultados no han mejorado con la llegada de Pablo Machín y la salida de David Gallego, quien contaba con la confianza del propietario, Chen Yansheng, después de destacar en la cantera, una de las más admiradas de LaLiga. Hubo un clamor popular para que Gallego fuera destituido y los responsables deportivos, el director general, Óscar Perarnau, y el director de fútbol, Francisco Rufete, le sustituyeron por Machín.
El perfil del extécnico del Girona no se parece precisamente al de Gallego. La plantilla no está confeccionada ni el equipo suficientemente trabajado para desplegarse a partir de tres centrales y encaja goles con mucha facilidad, como se advirtió el domingo ante Osasuna. La remontada del equipo navarro (2-4) se edificó a partir de los fallos de Bernardo y Darder, y después de que Pedrosa perdonara el 2-0, un error en un cabezazo a portería vacía que provocó la ira del entrenador del Espanyol.
“Quiero tíos de verdad, no pipiolos”, sentenció Machín mientras unos 200 aficionados se reunían a la salida del estadio para increpar a los jugadores y a los directivos, superados por la situación, faltos de un liderazgo que sea capaz de aglutinar a los distintos estamentos del Espanyol.
Vargas, el fichaje más caro
El equipo flaquea en las áreas, torpe en la suya y estéril en la contraria, necesitado de un delantero con gol después de la partida en verano de Borja Iglesias al Betis, el mismo club que contrató al técnico Joan Francesc Ferrer, conocido como Rubi, mientras Mario Hermoso fichaba por el Atlético. El club desatendió las reivindicaciones de Rubi y tampoco pareció conceder demasiada importancia a la pérdida del Panda, sobrenombre con el que se conoce a Borja Iglesias, autor de 20 goles con el Espanyol.
Los sustitutos, de momento, no están a la misma altura pese a que la entidad pagó hasta 10,5 millones de euros, la adquisición más cara de la historia, por el Mono Vargas, incorporado de Vélez Sarsfield. El argentino está lesionado, al igual que su compatriota Ferreyra, y Calleri se estrenó como goleador ante Osasuna. Tampoco cuaja de momento el central Calero, por el que abonó ocho millones al Valladolid, mientras que las demás incorporaciones obedecen a préstamos o cesiones como la de Bernardo (Girona).
La falta de poder adquisitivo, condicionada la política económica por el presidente Cheng, el mismo que asumió la mayoría de la deuda del club, limita las maniobras de Perarnau y Rufete. No hay dinero, la idea futbolística es cambiante y existen dudas sobre el valor de un plantel falto de experiencia, y también de colmillo, para afrontar situaciones límite como la actual en LaLiga.
La clasificación para la Liga Europa, 12 años después de su última participación continental, disparó la euforia en el Espanyol, amenazado hoy de descenso después de 26 años —la última vez que jugó en Segunda División fue en 1994. “No vamos a permitir que nadie se rinda”, respondió Javi López después de que los jugadores fueran señalados por Machín. “Hay que estar más unidos que nunca”, insistió el capitán del Espanyol. Los jugadores sostienen que están “a muerte con el entrenador”, palabra del goleador Marc Roca. Y a Machín no le queda más remedio que confiar en sus futbolistas: “Pensar en que tienen que venir otros a lavar la mierda en la que nos hemos metido es ser poco responsables. Necesitamos ayuda, pero el que vaya a venir no va a ser el salvador del proyecto”, añadió por si acaso Cheng se ablanda y le ficha en el mercado de invierno un goleador que convierta en anécdota el pichichi de Marc Roca.
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