La selección celebra el Mundial: “Apoyadnos también cuando no ganemos”
Los campeones del mundo pasean la copa junto a miles de aficionados en el centro de Madrid
La primera estrofa de la canción Seven Nation Army, de The White Stripes, contiene, seguramente, una de las letras menos cantadas por la multitud, y al mismo tiempo una de las melodías más conocidas por todos aquellos que celebran haberse echado un ejército a sus espaldas, haber sorteado obstáculos, y, a fin de cuentas, haber vencido. Y en el deporte, siempre hay un ejército enfrente de otro.
“Solo quiero daros las gracias a todos, pero en especial a mi familia y a mi segunda gran familia que son estos grandes jugadores”, se arrancó Rudy Fernández, capitán del equipo español, ante una plaza de Colón a la que acudieron varios miles de aficionados. “Y gracias también a todos por ayudarme, por hacerme que este verano fuera tan especial, darme la gran ilusión de poder levantar esta puta copa ¡Viva el baloncesto español!”, concluyó eufórico el mallorquín, que ha tenido que convivir con dificultades personales durante la concentración.
Mudo el himno, potente sus acordes, sonó ayer a todo volumen en la plaza de Colón de Madrid, ante una multitud reunida que esperaba a sus héroes, que se presentaron con hora y media de retraso respecto a la programación inicial. No asomaron a lomos del autobús descapotable que los paseó por las arterias centrales de la ciudad hasta las diez y veinte de la noche. “Hace un par de meses estaba en Toronto y no me pasaron el micro, no sé por qué”, bromeó Marc Gasol sobre la celebración por el anillo de la NBA que tan a fondo vivió. “Disfrutad de esto, y solo una cosa, cuando no ganemos, el día que sea, también nos apoyáis, ¿vale?”, añadió el pívot español, que junto con Rudy, conoce perfectamente cómo es celebrar una conquista así. Ambos repitieron ayer la experiencia de 2006, cuando apenas pasaban los 20.
El deporte comparte con la guerra la latencia histórica de la victoria, del mismo modo que ocupa por siempre el desvelo de los derrotados. La victoria de la selección española en Pekín, a miles de kilómetros de la capital, del grueso de una afición entregada, se saboreó mucho antes de que sus artífices se asomasen a la fiesta. El repaso a la trayectoria en el campeonato, inaugurado con las inesperadas por sufridas victorias ante Túnez, Puerto Rico e Irán, y concluida con la sudorosa victoria ante Australia en semifinales y más higiénica ante Argentina, ocupó los prolegómenos de un acto bien custodiado por la policía. A caballo, a pie, y en vehículo, las fuerzas de seguridad se ocuparon de filtrar el pase a un recinto que fue inflándose como un globo con el paso de los minutos.
“Ahora siento realmente cómo se sintió Marc al ganar un anillo”, reconoció Ricky Rubio. “Solo espero que esta historia tan bonita os ayude a todos vosotros a salir adelante. Espero que os hayamos inspirado igual que lo han hecho conmigo mis compañeros”, remachó el MVP del torneo. Sergio Llull, uno de los más aclamados por su condición de ídolo madridista se limitó a dar las gracias: “Estábamos muy lejos y os sentíamos. Un recuerdo especial a los jugadores que han jugado las ventanas de clasificación, un trocito de esta medalla es suyo”.
El seleccionador, Sergio Scariolo fue de los últimos en intervenir y comenzó pronunciando la palabra “pallacanestro” (baloncesto en italiano), marcando cada sílaba, como hizo Pepu Hernández en 2006. “¿Queréis saber por qué este equipo es campeón del mundo? Porque no se ha rendido nunca cuando las cosas estaban jodidas; para estos jugadores, aunque los partidos pintasen mal, bajar los brazos nunca ha sido una opción. Hasta que el corazón les ha dado fuerza, el cerebro ha encontrado un recurso para salir adelante y ganar los partidos. Por eso se merecen ser campeones del mundo”, dijo el técnico. Luego cayó el confeti y todos cantaron al cielo que España era eso, campeona del mundo.
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