Marc Márquez enmudece Misano
El líder del mundial gana en casa de Rossi al rebasar a Quartararo en la última vuelta
Marc Márquez no necesita de muchos acicates para despabilar su apetito de victorias, pero correr en Misano, con los pitos de los tifosi de fondo y con un pique con Valentino Rossi de por medio, es una inyección de estímulos para que ansíe pisar la meta antes que nadie. "Lo del sábado fue un extra de motivación", concedió Márquez este domingo tras la carrera y aludiendo al encontronazo que tuvo en la pista con el 46 cuando ambos buscaban la pole. El líder del mundial se impuso en el Gran Premio de San Marino tras batir a Fabio Quartararo en la última vuelta.
A Márquez le habían birlado la victoria en el último suspiro en Austria, Andrea Dovizioso, y en Silverstone, Alex Rins, pero esta vez se encargó de negar la regla que asegura que no hay dos sin tres. "Es fantástico ganar aquí, en Italia", abundó, antes de admitir que su equipo lo había tratado de calmar en las horas previas a la carrera, pero "la rabia" que sentía tumbó a los consejos de prudencia. Lo que encendió la ira de Márquez fue Valentino Rossi. Ante su marea amarilla, 96.000 personas acudieron a la carrera, el Doctor solo pudo terminar cuarto, por delante de Morbidelli y de Dovizioso. Resultado doblemente amargo para el italiano, quedar fuera del podio ante su público y que sea Márquez quien escala hasta el cajón más alto.
El estribillo más comentado durante la mañana en el paddock de Misano era que el asfalto del circuito tenía poco agarre. Las caídas se habían sucedido en la carrera de Moto3, antes del chute de alegría que se llevó Paolo Simoncelli, al ver ganar a su discípulo Tatsuki Suzuki en la pista que lleva el nombre de su añorado Marco. Prevenidos estaban los pilotos de MotoGP, pero, al ponerse el semáforo en verde, las teorías se esfumaron de un plumazo. Las Yamaha de Maverick Viñales y Fabio Quartararo, dos pilotos que acostumbran a arrancar mal y que sufren cuando la adherencia escasea, salieron como un disparo.
Márquez, avisado durante los entrenamientos de que aquí las motos de la competencia iban como un reloj, saltó como un relámpago detrás de las dos Yamaha. Más lento estuvo Pol Espargaró, que partía desde la segunda plaza (el mejor arranque de una KTM en MotoGP) y que fue perdiendo fuelle hasta terminar séptimo. Con la carrera lanzada, Quartararo no tardó en asaltar el liderato, adelantando a Viñales en el rápido curvone de Misano. Le copió, al poco rato, Márquez. El de Honda, como si fuera la hormiga que decora su casco, fue comiendo metros poco a poco al francés. El líder del mundial y el rookie del año tomaron distancia para dejar claro que no se admitían más invitados al guateque, que el triunfo iba a ser cosa de dos. Por detrás, Viñales apuntalaba su tercera plaza y Alex Rins se iba al suelo.
Hace diez días, el legendario Wayne Rainey colgó un recordatorio en su cuenta de Twitter. "Han pasado 26 años desde que disputé mi última carrera", publicaba el californiano, que ganó tres títulos mundiales antes de partirse la médula espinal en una caída. Cuando se accidentó, Rainey lideraba el Gran Premio de Misano. El circuito italiano estuvo vetado durante trece años del mundial tras el accidente que postró a Rainey en una silla de ruedas y, desde que en 2007 las motos regresaron a la pista adriática, se rueda en sentido contrario a como se hacía antes.
Rainey ha declarado en ocasiones que siempre consideró a Misano una pista "ideal" para pilotar una moto de carreras, pero que la fatalidad, a veces, sucede. "Todos los pilotos tienen miedo a caerse, aunque parezca que estamos un poco locos, somos conscientes de lo que nos jugamos", declaraba Lorenzo en Misano al ser preguntado sobre si pilota con temor desde la lesión que sufrió en las vértebras al caerse en Assen. El balear terminó en Italia en la posición catorce, a 47 segundos de su compañero de equipo.
Antes de la carrera, Márquez apuntaba: "No soy el Marc del 2015, soy más maduro y sé cuál es mi batalla y mis objetivos". En referencia a su voluntad de minimizar riesgos. Con el casco calzado, la perspectiva es otra y Márquez no tarda en mostrar ansiedad cuando no otea la pista libre. Tras radiografiar las trazadas de la Yamaha Petronas durante unas cuantas vueltas, activó el radar para detectar si Quartararo dejaba algún hueco. Arrojo y estrategia. "Tal vez el mejor piloto en la pista era Fabio, tiene la madurez, el carácter y el talento. Está preparado para ganar carreras", destacó Márquez después de adelantar al francés en la última vuelta. El rookie entró en meta llorando, pero luego contó que era más emoción que pena. "Ha sido un placer pelearme con él", dijo. Guerrear con Márquez, con el piloto que acaricia la sexta corona de MotoGP.
Abonado al 93
En un circuito de ambiente hostil para él y donde las Yamaha habían volado durante los entrenamientos, Márquez elevó la Honda hasta lo más alto del podio. Una victoria incontestable y una estocada profunda para un mundial que ya asoma por su bolsillo. Márquez luce el número 93 en el frontal de su moto, en referencia al año en el que nació. Cuenta que la cifra le da suerte. Son, precisamente, 93 los puntos que acumula de ventaja a Andrea Dovizioso y, sin descanso de por medio, la semana que viene se corre en el Motorland de Aragón, un circuito que le va como anillo al dedo.
En Alcañiz, Márquez solo necesita sumar siete puntos más que el de Ducati para volar a la gira asiática con la primera bola de partido para apuntarse el título. El de Cervera podría certificar su sexta corona de MotoGP en Tailandia, más pronto que nunca y con cuatro carreras por delante aún por terminar el Mundial. El líder confesó que a principio de año no se hubiese podido imaginar llegar a estas alturas de campeonato con semejante colchón de ventaja: "El mundial solo lo puedo perder yo", admite el piloto de HRC, que no orilla la prudencia porque recuerda los dos patinazos consecutivos que encadenó en 2014, y que retrasaron la celebración del título.
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