Cercedilla despide a Blanca, último adiós a una leyenda
La capilla ardiente de Fernández Ochoa reúne a amigos, vecinos y políticos rendidos al legado de la inolvidable esquiadora
“Mientras vivamos recordaremos a Blanca”, dijo Juan Antonio Corbalán, muy conmovido al salir de la capilla ardiente donde se velaron los restos de la primera medallista olímpica de la historia de España. El legendario base de la selección de baloncesto acudió con el mismo espíritu admirado con que lo hicieron decenas de deportistas, amigos, familiares, políticos y vecinos, al pequeño cementerio de Cercedilla donde este sábado se ha velado el cuerpo de Blanca Fernández Ochoa, fallecida hace dos semanas, a los 56 años de edad, tras media vida dedicada a romper barreras. El reconocimiento fue unánime hacia una figura tan grande como enigmática. Hay algo misterioso en la hazaña de Blanca y su hermano Paquito, medallistas olímpicos de esquí alpino salidos de un pueblo sin apariencias diferenciales en una sierra con poca altura y menos nieve, en un país y una época marcados por el atraso.
"¡Imagínese lo felices que fuimos el día que Blanca ganó la medalla en el 92!", decía Helena, vecina de Cercedilla, mientras remontaba la cuesta del tanatorio a la parada del autobús. "Este siempre fue un pueblo de esquiadores, sobre todo hasta hace 30 años, ¡cuándo nevaba más! Blanca aprendió desde pequeñita porque vivió en el mismo puerto de Navacerrada, donde sus abuelos tenían un mesón que todavía existe: Casa Ochoa".
La silueta del cerro de los Siete Picos, el lugar más querido por la esquiadora, elevaba sus puntas de granito sobre las casas y las colinas cubiertas de robles. Hacía un día limpio en la sierra de Guadarrama y los coches embotellaban la calzada de la carretera M-602 que une Cercedilla con los pueblos de la cuenca alta del Manzanares. La Guardia Civil no daba abasto para organizar el tráfico de la gente que acudía a dar sus condolencias. Cada diez minutos el aire vibraba con un estallido: el petardazo que recordaba que las fiestas de la localidad no se han interrumpido.
Las charangas no paraban de tocar en la calle mayor abarrotada mientras en el cementerio se sucedían las visitas. Fabricantes de ropa de montaña, administradores de centros de esquí, dirigentes federativos y veteranos del equipo nacional, los representantes del mundillo de los deportes de la nieve evocaron a una heroína luminosa, descomunal desde la escuela primaria, tocada por el don de la coordinación, autodidacta e intuitiva como su hermano Paco para aprender los rudimentos de cualquier deporte a la máxima velocidad y sin apenas instrucción. “¡Blanca jugaba al tenis indistintamente con los dos brazos!”, contó admirado un compañero de colegio.
“Paco fue hijo de la posguerra española pura y dura", recordó Corbalán, que aprendió a esquiar con los Fernández Ochoa. "De cuando en España había poco y lo poco que había era malo. Vivíamos enclaustrados y Paco encendió una llama desbordante que calentó a Blanquita. Los dos tenían una inteligencia natural. No eran gente de estudios. Pero desde su identidad eran capaces de sacar los elementos más altos y dignos que pueda alcanzar una persona sin necesidad de un maestro. Es una característica de los genios: sin haber tenido una experiencia es como si sus genes hubieran adquirido una experiencia de otras vidas. Son inimitables. Salen de la heterodoxia. Algo en su historia ocurrió de una manera que no debía ser así".
Blanca Fernández Ochoa fue hábil en cualquier disciplina. Pero afrontó las dificultades con gran inseguridad y siempre se armó de un sentido de la ironía a prueba de desgracias. Presente en Cercedilla para acompañar a los familiares, Paco Grande, el periodista de TVE que la siguió a lo largo de buena parte de su carrera, apuntó a la caída de Calgary en los Juegos de Invierno de 1988. Fue el punto más potente y oscuro de la carrera de la esquiadora, cuando, tras hacer el mejor tiempo en la primera manga, con 20 centésimas de ventaja, perdió el control de las tablas en la final de eslalon gigante y fue descalificada. El incidente fue objeto de frustración lo mismo que de chanza. "Coincidimos en febrero durante tres semanas en los Juegos de Vancouver de 2010", contó Paco Grande, "y ella nos dijo: '¡Febrero para los Ochoa siempre es especial. Celebramos el cumpleaños de Paco [su hermano], la medalla de Paco, mi medalla, y mi no-medalla de Calgary. ¡Os voy a hacer una tortilla y unos espaguetis para celebrar la puta no-medalla de Calgary, que se cumplen 22 años!".
El alcalde de Cercedilla, Eugenio Romero, el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, el consejero de Vivienda David Pérez, el ministro de Cultura José Guirao, y la secretaria de Estado para el Deporte María José Rienda, compusieron el grueso de la delegación oficial que acudió a Cercedilla para saludar a la familia de luto.
“Hemos perdido una gran figura del deporte español”, dijo María José Rienda, seis veces victoriosa en la Copa del Mundo y sucesora natural de Blanca Fernández Ochoa en el esquí alpino español. “Es una pena muy grande”, prosiguió la secretaria de Estado. “La tenemos que recordar como la gran figura que ha abierto un camino importantísimo en todos los deportes y no solo en los deportes de invierno. Ha sido pionera y motivadora para muchas deportistas que venían detrás. Ella abrió un camino en una época en que el papel de la mujer no era fácil. Empezamos a soñar con luchar por conseguir una medalla olímpica porque vimos que ella lo había hecho”.
Dolores Fernández Ochoa, hermana de Blanca, explicó que las cenizas de la esquiadora serán depositadas en una urna biodegradable en un lugar agreste de la sierra. “Blanca parece que en alguna ocasión le dijo a sus hijos que quería que esparcieran sus restos en Siete Picos”, dijo Dolores. “Lo queremos hacer en familia, con una bonita excursión entre risas, que era lo que a Blanca le gustaba”.
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