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La eclosión del deporte ecuatoriano

La victoria de Carapaz en el Giro, el tercer puesto de la selección sub-20 en el Mundial y la clasificación de Glenda Morejón para Tokio 2020 desatan la ilusión en un país poco acostumbrado al éxito deportivo

Richard Carapaz, en Quito, en la celebración de su victoria en el Giro.
Richard Carapaz, en Quito, en la celebración de su victoria en el Giro.R. B. (AFP)

Desde que Pancho Segura logró ser número uno del mundo en tenis a inicios de la década de los cincuenta y Jorge Delgado fue finalista olímpico en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 no solo la televisión pasó del blanco y negro al color. Ecuador ha atesorado desde entonces varios logros deportivos que han enorgullecido a sus gentes, pero que todavía hoy se rememoran como hitos históricos aislados, casi irrepetibles. Hasta este mes, cuando el ecuatoriano Richard Carapaz y los futbolistas de la selección juvenil de fútbol han conseguido en apenas dos semanas llevar la bandera tricolor a las grandes ligas del deporte mundial y hacer soñar al país sudamericano.

Los éxitos, empiezan a pensar muchos en Ecuador, no están condenados a la mera anécdota: la abrumadora —e inesperada— victoria del ciclista del Movistar en el Giro de Italia y el bronce en el recién concluido Mundial sub-20 de Polonia han contagiado el espíritu victorioso a toda la nación y han puesto el foco en otros campeones, de diferentes disciplinas, que ya están llamados a protagonizar la segunda época dorada del deporte nacional. Ecuador empieza a tener nombre hasta en ajedrez.

Como Carapaz y la selección sub-20, un número no menor de deportistas ecuatorianos vienen acumulando logros y superando marcas en las competencias de los últimos años. Pero nadie recuerda tantas promesas juntas en un mismo periodo. La Locomotora del Carchi se debutó en una gran competición hace menos de dos años, en la Vuelta a España de 2017. En la siguiente edición de la ronda española terminó en 18° lugar, pese a que su rol era ayudar a sus compañeros de equipo a llegar al podio, y concluyó cuarto en el Giro. Este, sin embargo, está siendo su gran año: imponerse en una de las tres grandes competiciones mundiales del ciclismo en ruta está al alcance de muy pocos.

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El camino de la selección juvenil ha sido igualmente fulgurante: quedaron campeones en febrero del Sudamericano y en el Mundial recién concluido han sido los que más lejos han llevado al balompié nacional, que llegó por primera vez a un mundial absoluto hace menos de dos décadas. Los mayores de la selección ecuatoriana, en contraste, han empezado en la Copa América con una estrepitosa derrota ante Uruguay por goleada (4-0), expulsión y autogol incluidos: buen futuro, sí, pero un presente todavía regular. "Esta selección sub-20 nos deja una lección de que hay que soñar, creer y atreverse a cumplir las metas", decía la semana pasada el presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, Francisco Egas.

Sin apenas apoyo público

La última vez que Ecuador se dejó llevar por ese sentimiento de euforia y afán de superación fue en los años noventa, con la victoria del tenista guayaquileño Andrés Gómez en la final de Roland Garros 1990 ante el mismísimo André Agassi y con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) de Jefferson Pérez en los 20 kilómetros marcha. "Para nosotros es una fortuna gigantesca que Richard esté ahí, representándonos. Ahora lo importante es aplicar políticas permanentes para no seguir teniendo únicamente resultados de manera espontánea", decía en una entrevista reciente Pérez, el único medallista olímpico ecuatoriano de siempre, ante el éxito de Carapaz en el Giro. Hacía, además, un llamado al Gobierno y a la Asamblea: “Tienen ahora la responsabilidad histórica de establecer leyes nacionales que nos permitan tener una ley del Deporte apropiada para el siglo XXI”.

Una de sus sucesoras en marcha, Glenda Morejón es el ejemplo más reciente de lo que se podría conseguir con mayor impulso público. Hace dos años, en julio de 2017, la joven atleta viajó a Kenia y cruzó primera la meta de los 5.000 metros marcha del Mundial sub-18. Tenía solo 17 años y nadie la esperaba tras cruzar la línea de llegada para felicitarla. Sus padres estaban en Ecuador y contaron al país que su hija entrenaba con zapatos remendados y tomaba agua con panela para reponer energías. Tras su victoria y el posterior sonrojo nacional, Morejón entró al programa de alto rendimiento del Gobierno y hace 10 días, ya con 19, se ha clasificado para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

En la última cita olímpica de Río de Janeiro, en 2016, Ecuador invirtió 41 millones de dólares en el ciclo de preparación y llevó a 38 deportistas en 12 categorías, pero volvió con el marcador a cero y una sensación de haberse quedado fuera del podio por poco en los casos de Alexandra Escobar y Neisi Dajomes, que consiguieron sendos diplomas en halterofilia. Para Dajomes, de 18 años entonces, era su primera participación olímpica. Este año se ha coronado triple campeona del Panamericano de Guatemala en la categoría de 76 kilogramos y acumula puntos para los próximos Juegos. Los otros dos diplomas en Brasil se cosecharon en boxeo, con Carlos Quipo y Carlos Mina.

Además de Morejón y Dajomes, también apuntan a Japón la nadadora Samantha Arévalo, que acaba de ganar bronce en los 10 kilómetros de la Serie mundial de aguas abiertas en Portugal, el velocista Álex Quiñónez que impuso a inicios de mes marca olímpica en los 200 metros planos de la Diamond League en Roma o Ángela Tenorio que quedó segunda en los 100 metros planos de la FBK Games de Holanda con su mejor registro del año. Y, en ajedrez, la Gran Maestra Carla Heredia quedó segunda hace una semana en el US Women’s Open de Las Vegas y sigue en busca de un pase para las Olimpiadas del próximo año en Rusia.

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