Richard Carapaz: “No soy importante”
El ecuatoriano confirma su victoria en la contrarreloj, que pone en el podio a Nibali y Roglic y deja a Landa cuarto por ocho segundos
Poco antes de tomar la salida de la contrarreloj, el último examen antes de gozar del título, Richard Carapaz (El Carmelo, Ecuador, 26 años) pide un cappuccino con sacarina que, cuando se lo sirven, remueve intensamente con la cucharilla hasta hacerlo una espuma casi. “No, no voy a celebrar todavía. Tengo mucho jaleo encima y una crono. Aunque tengo mucha ventaja, no me gusta precipitarme nunca. Prefiero pensar primero en pasar la línea, luego ya proclamaré lo que quiera”. Su hazaña final le sitúa entre su pueblo a la altura del extenista Andrés Gómez (ganador en Roland Garros en 1990) y el exmarchador Jefferson Pérez, campeón olímpico en Atlanta 1996.
Pregunta. Así ha sido todo su Giro, ¿no? Aun teniendo ideas propias nunca se ha acelerado para expresarlas…
Respuesta. Sí, un poco conservador. Es un poco mi forma de ser, ¿no? De no precipitar algo que todavía no ha sucedido. En el mundo cambian mucho las cosas.
P. Usted no deja de ser un chaval de 26 años, una edad en la que todo el mundo quiere ir a mil.
R. Esta calma creo que me viene de mis padres. Mi padre es muy tranquilo. Hay veces que se pasaban dificultades económicas en el hogar y tú le veías a él y era como que no pasaba nada. Llegaba a cenar tranquilo, se reía..., pero creo que por dentro... Al final te fijas mucho en eso. Mi madre nos contaba, pues eso, tenemos esta deuda y ya la tenemos encima y no sabemos de dónde lo sacaremos... Luego mi padre se concentraba en eso y cuando llegaba a casa no decía, no tiraba los trastos desesperado... Tranquilo, tranquilo siempre hallaba una solución. No hay que precipitarse.
P. ¿Así ha gestionado el liderazgo con Landa? Ha actuado de líder sin decirlo.
R. Cuando vinimos con Mikel sabíamos y estaba claro que él era el líder del equipo. Yo sería el segundo plan del equipo, y, luego, ¿ves?, las cosas han venido así, como con un paso acelerado. Tuve la oportunidad y la aproveché.
P. Una forma de llevar el liderazgo muy clara, sin palabrerías. Sin hacer ruido.
R. Sí, sin tirar la piedra a nadie ni decir nada. Con lo que hice fue suficiente para poder pedir que los chicos confiaran en mí.
P. ¿Qué día pensó que intentaría ganar el Giro? ¿Cuándo ganó la etapa de Frascati?
R. No, bueno. Ese día fue especial porque el día anterior estaba un poco frustrado porque perdí 46 segundos por una avería y me dolía mucho, porque yo venía con la idea de hacer un buen Giro, y me dolía mucho haber perdido por un problema tonto.
P. ¿Lo interpretó como un signo, un aviso: no llegarás a nada...?
R. Sí, sí, llegué frustrado al autobús, no quería hablar con nadie porque me dolía, interiormente me dolía, porque yo había trabajado también para este objetivo. Luego respiré y me dije, bueno, es un Giro, quedan todavía muchas etapas por delante y hoy fue hoy y mañana es un mañana, mañana no está escrito, mañana puede pasar de todo.
P. Y pasó...
R. Sabía que Frascati era una llegada en subida y yo soy muy fuerte y de una arrancada de lejos sabía que podía llegar. Salí con esa mentalidad. Había tanta tensión que un momento el equipo se dispersó, íbamos en primera fila y nos quitaron, pero empezamos a adelantar. Le hice un gesto a Rojas para que subiera conmigo y me ubicó con Amador y Landa en punta finalmente, y justo en ese momento fue la caída de Dumoulin. Quedaríamos 20 o así delante... Y arranqué en mi distancia delante de Roglic, y gané...
P. Y pese a esa demostración, ni Nibali ni Roglic le metieron en sus cálculos, siguió volando por debajo del radar. ¿Eso le ayudó?
R. Sí ayudó, sí. Yo he aprendido mucho estos últimos cuatro años, y el día anterior de que gané en Monte Bianco, vi que Roglic y Nibali se quedaron mirando en la subida a Ceresole, y me dije, ‘para mí ellos pueden ser unos aliados porque se van a cubrir entre ellos y yo puedo tener una carta libre’. Analicé bien el puerto, la bajada y luego el otro puerto de tercera, que al inicio era un poco duro y luego para empujar, y si llevabas una buena ventaja se podía incluso meter tiempo. Así fue. Y justamente ya se veía a la gente que no iba tan bien. Y en ese momento analicé: aquí es donde se va a jugar el Giro de Italia... Me eché un poco para atrás, iba tirando Caruso, y lancé el ataque, sin más.
P. Y nadie pudo seguirle...
R. Al ver que había sacado una distancia, regulé, pensé en pasar con 30 segundos, que me valían para hacer toda la bajada, y cuando pueda dar los pedales para arriba, voy a dar a tope, al 100...
P. Se sentó en la punta del sillín y a empujar...
R. Y todo para arriba. Incluso llegué con 25 segundos abajo, y a tope, a tope, a tope, hasta el final.
P. Solo al final Nibali reconoció que usted ganó ese día por piernas, no porque le dejaran.
R. Ese día fue la sentencia. Se estaba jugando el Giro y yo estuve. Yo había estado hablando con Landa, ‘¿Landa, qué tal vas?’, y pensaba que igual iba mejor que yo, ¿sabe?, y dijo, ‘es que voy un poco justo también’, y yo al ver las caras de los otros... Me gusta fijarme en la forma en que pedalean, el gesto que hacen cuando van bien, cuando van mal...
P. ¿Qué ambiciones tiene? Aún no ha corrido el Tour…
R. ¿El Tour? Antes de correrlo me gustaría analizarlo, saber si se me prestaría mucho a las condiciones. Se pasa mucha calor ahí... No sé, lo analizaré muy bien para de aquí a unos dos años, ir y poderlo disputar. Esa es mi idea. O ir un año de gregario. No me importaría dejarme la piel por algún líder...
P. Usted es hombre de frío...
R. Sí, sí. Dicen que el calor húmedo del Tour te asfixia. Y luego, la tensión. Dicen que sin coger el maillot amarillo ya hay la tensión dentro del equipo, y en carretera no me imagino cómo será... La Vuelta me ha valido muchísimo de experiencia para correr una grande, me gustaría también.
P. ¿Ya este año?
R. No, no creo que la corra. Haría un calendario alternativo, Polonia, Burgos, clásicas muy bonitas, Lombardía.
P. En el Movistar o en otro, ¿qué va a pedirle al equipo?
R. Me gustaría volver a hacer el Giro. Es mi carrera. Si puedo ganar un Giro más... He escrito mi nombre en el Infinito [así se llama el trofeo del ganador del Giro], y me gustaría volver a escribirlo, es una ilusión muy grande que tengo. Y si se me permite volver a escribir mi nombre estando aquí, con el Movistar, lo volvería a hacer. Y la Vuelta también estaría muy bien...
P. ¿Corre el peligro de sentirse importante?
R. Trato de ser el mismo siempre. He ganado esto a pulso y no es que me lo hayan regalado, pero sentirme importante más que otra persona, yo creo que nunca. Todos tenemos un don y cada quien le sabe sacar partido y yo tengo este don en el deporte, ciertas cualidades que me han servido para ganar una grande, y es algo que ha podido ver todo el mundo. Pero hay personas que han hecho cosas maravillosas también y han pasado desapercibidas. No me creo importante. Le he sacado provecho a lo que se me ha dado y lo he sacado de una manera increíble...
P. ¿Puede volverle un poco loco el recibimiento que le hagan en Ecuador, con el presidente Lenin Moreno en su balcón de Quito?
R. Si le diera importancia, se iría la persona. Dejaría su esencia y, no sé, se volvería algo bajo. Pienso yo, ¿no? Espero que no me pase. Sé que el país se está volcando por la hazaña, que llena de ilusión a mucha gente... Tendría que meditar mucho para saberlo llevar.
P. ¿El crucifijo que lleva siempre sobre el maillot?
R. Me lo diseñó mi esposa antes de venir al Giro... No me gusta llevarlo, la verdad, pero como es pequeño se sale del maillot y se ve... Ella me lo hizo justamente dos días antes de bajar para aquí, a Asturias. Me lo regaló. Tiene un significado especial. Ella es el amor de mi vida y siempre me ha apoyado. Yo creo, soy católico y creo en Dios y representa la fe que tengo mucho en Dios... La víspera del Giro, mi esposa me envió una foto del Infinito, y, ¿sabe?, me dijo: 'el deseo más grande que tengo para ti es que puedas escribir tu nombre en este trofeo, sería el mejor regalo'.
P. ¿Fe en Dios y en sí mismo?
R. Sí, sí, lo simboliza todo.
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