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TENIS | ROLAND GARROS
Columna
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Lecciones de estrategia

Los grandes jugadores como Federer o Rafael buscan soluciones constantemente, y eso es lo que más admiro en un deportista: el juego inteligente. Y esto es lo que, normalmente, nos brinda Roland Garros

Toni Nadal
Federer sirve durante su partido contra Ruud en Roland Garros.
Federer sirve durante su partido contra Ruud en Roland Garros.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

Este viernes pasado me topé con el padre de Roger Federer, hombre muy afable y con sentido del humor, momentos antes de que empezara el partido de la tercera ronda de su hijo, y entrando los dos en la Suzanne Lenglen. Cuando vio que íbamos al mismo sitio, me cogió del hombro y me espetó lo siguiente: “¡Espero que nosotros no estemos en el partido equivocado!”.

Solté una sonora carcajada y le contesté que no, que estaba en el sitio correcto ya que Casper Ruud, su rival, está entrenando en la Academia de Rafael desde el verano pasado.

Antes de empezar el partido, hablando con Christian Ruud, su padre, su entrenador desde siempre y extenista —él y Federer coincidieron en el Roland Garros de 1999, curiosidad que ya se ha explicado en este periódico esta semana— y con nuestro entrenador, Pedro Clar, les comenté más en serio que en broma que esperaba que Roger, siendo aquel su primer enfrentamiento, no se diera cuenta demasiado pronto de las debilidades de nuestro jugador.

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El partido estuvo bastante igualado hasta el 3-3. Casper, con un juego potente y golpes profundos, nos hizo albergar esperanzas de una posible victoria. Estaba jugando a un muy buen nivel, pero esos seis primeros juegos fueron suficientes para que el suizo captara de qué manera podía amortiguar la juventud del joven jugador y su fuerte derecha. Fue entonces cuando Roger hizo exactamente lo que habíamos temido que hiciera, fuera lo que fuera, y se anotó los ocho juegos siguientes en los que Casper perdió el hilo y no lo volvió a recuperar hasta el tercer set, una manga de nuevo igualada, que se saldó en el tie-break a favor de Federer. Así como el partido.

Roger despierta admiración en todo el mundo, creo yo, por ejecutar unos golpes que rozan la perfección. Me resulta difícil pensar en otro deportista, no ya solo en otro tenista, capaz de ejecutar su disciplina con tanta elegancia y maestría. Pero lo decisivo en su partido del viernes, y diría que en su carrera, no es tan solo su forma de golpear la pelota, sino esa lectura que es capaz de hacer con rapidez y la consiguiente adaptación.

Y esta es, pienso yo, un de las principales condiciones de los grandes campeones: la capacidad de observar, analizar y enfocar bien los enfrentamientos. De hecho, algo parecido pasó en el partido consecutivo que jugó Rafael contra David Goffin. En el tercer set, mi sobrino estaba devolviendo los saques con poca intención y poca profundidad. Esto le permitió a David conectar constantes golpes ganadores y anotarse esa tercera manga. Si con Casper habíamos albergado unas esperanzas que Roger se encargó de disipar rápidamente, David nos infligió unos temores que Rafael también se encargó de suprimir. En el cuarto set, reaccionó con rapidez y empezó a devolver unos restos más certeros y profundos. Y así sentenció el partido.

Los grandes jugadores, como decía, normalmente están dispuestos a imponer los derroteros que más les convienen y a buscar soluciones constantemente. Esto es lo que más admiro, en definitiva, en un deportista: el juego inteligente y de estrategia. Y esto es lo que normalmente nos brinda Roland Garros.

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