El Atlético gana en Eibar con escaso brillo
Un gol de Lemar en el minuto 85, después de un partido mediocre, mantiene al equipo de Simeone firme en la segunda plaza
Es curioso observar la actitud de algunos futbolistas sobre el terreno de juego, al margen de su fútbol. A veces puede servir para detectar los males de un equipo, en este caso los síntomas del Atlético que ganó en Ipurua, con un gol de Lemar en el minuto 85, cuando apenas le queda un gramo de esperanza, cuando ya se ha resignado a pelear sólo por el segundo puesto.
¿Qué le pasaba a Morata? Eligió al árbitro como diana en vez de escoger la portería de Dmitrovic; ajustó el punto de mira en el colegiado y no en las líneas del fuera de juego. Acabó amonestado, después de probar la franciscana paciencia de Alberola Rojas, y al acabar, en vez de celebrar los tres puntos, volvió a la carga. El delegado del Atlético, que se supone que no desea otro caso como el de Diego Costa, tuvo que llevárselo lejos. Desde la grada no había razón aparente.
¿Será la consecuencia del partido a partido de Simeone?, porque quedan jornadas por delante, y, sin embargo, no quedan objetivos por los que luchar, y eso, para un ganador puede ser desesperante. En la tarde de Ipurua, el Atlético quería mudarse al barrio de la alegría, pero siempre que lo intentó había salido ya el tranvía. Sólo cogió el último. Con cierto aire de melancolía afrontó el equipo rojiblanco el partido en Ipurua, un escenario árido para los visitantes, y todavía más cuando flota en el aire el sentimiento de lo que podría haber sido y no fue.
Hace un mes, en San Mamés, Simeone ensayó por primera vez con el trío Griezmann-Costa-Morata en vanguardia. Por razones disciplinarias, ese tridente saltó por los aires y no se volverá a repetir más, al menos en la presente temporada, y quién sabe si en la siguiente. Con la quinta tarjeta del francés y la sanción de ocho partidos a Costa, frente al Eibar sólo quedaban los restos del naufragio, es decir, Morata.
El Eibar no renunció a su manera de jugar, que para eso es el equipo que más pisa el campo contrario. Mantuvo las líneas adelantadas en todo el partido, sin arrugarse, asumiendo los riesgos de las contras colchoneras, que llegaron, por supuesto, en acciones de Correa –que desbarató Dmitrovic–, y Morata, que se durmió en el remate. Fue en el primer cuarto de hora, cuando el Atlético andaba más fresco y el Eibar algo despistado, y atascado por las bandas.
Luego, el partido se calmó. Al grupo de Mendilibar no le salían las cosas que no le suelen fallar frente a otros equipos con menos oficio que el Atlético. Salió con un delantero más liviano, Marc Cardona, siempre apoyado en el incombustible Enrich, pero la apuesta no funcionó, porque no llegó el suministro habitual de Cucurella y Orellana. Así que empezó a no pasar nada sobre el césped. Las mejores ocasiones eran del Atlético, que en cada robo de balón buscaba entre líneas a Morata, aunque el balón lo tenía el Eibar. Un disparo lejano de Enrich y el único centro decente de Cucurella fueron el escaso bagaje armero, que sólo asustó de verdad en el primer minuto con un disparo de Cardona ajustado al palo.
Nadie intentó cambiar el libreto en la segunda parte, aunque el Eibar anduvo más atinado por los extremos. Enrich tuvo la primera ocasión, en un remate a saque de falta de Jordan, pero su remate de cabeza se marchó fuera. Apenas dos minutos más tarde, Morata empezó a enfadarse, primero consigo mismo, después de desperdiciar un contragolpe con un obús demasiado cruzado, y más tarde con su mejor disparo, al que respondió Dmitrovic con su primera gran parada de la tarde.
Pese a las oportunidades el Atlético no se despegaba de ese aire tristón con el que deambuló durante todo el partido, y que contagió al Eibar, metido en la dinámica del fin de curso. Morata ya andaba enredado con el árbitro, que decidió tener paciencia, cuando Godín remató de cabeza una falta que lanzó Koke, y Dmitrovic volvió a demostrar sus reflejos. Luego golpeó el Eibar con lo que pudo, primero en un centro de Cucurella, que encontró antes al defensor del Atlético que la pierna de Kike García, después en un centro de Cote que el delantero eibarrés cabeceó fuera, y por último, en un disparo de Jordán, que rozó el larguero.
Al final, cuando nadie esperaba nada ya, llegó el gol colchonero, el cierre al partido, después de un saque de banda que tocó Kalinic hacia Koke, que entró por la derecha y centró para la llegada de Lemar. Era la victoria del Atlético de Madrid, que no celebraron los colchoneros con mucha euforia, ni disgustó demasiado a los eibarreses, que sabían que podía pasar frente a un equipo como el que tenían enfrente. Todos lo tomaron con naturalidad y con cierta melancolía.
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