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MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Columna
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Fulgor y caída del ‘Matador’ Kempes

El argentino es para muchos el mejor jugador de la historia del Valencia, club que cumple 100 años

Kempes, a la derecha, junto al secretario técnico Pasieguito.
Kempes, a la derecha, junto al secretario técnico Pasieguito.

El Barcelona tuvo a Kubala, el Real Madrid a Di Stéfano y el Valencia a Kempes para dar el gran salto de imagen internacional. Ahora que el club che cumple este lunes cien años, para una gran mayoría de sus seguidores (los mayores de setenta aún abrazan el recuerdo de Puchades, o el del exquisito Faas Wilkes), es el mejor jugador que vistió el blanco valencianista.

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Y lo curioso es que su fichaje fue casual.

Ante la temporada 76-77, el Valencia decidió prescindir de Salif Keita. Malí, delantero imponente, con velocidad y goles, primer Balón de Oro de África… Pero en los campos duros de Andalucía o embarrados del Norte no daba tanto de sí. La idea fue sustituirle por el Lobo Diarte, paraguayo que había triunfado en el Zaragoza. No ocupaba plaza, porque vino como oriundo. Se admitían dos extranjeros. Para una plaza estaba ya el holandés Rep. La idea para la otra era el alemán Bonhof, que impresionó al presidente, Ramos Costa, en una eliminatoria Borussia Moenchengladbach-Real Madrid. El jugador se lo pensó. Sol cuenta que tras un España-Alemania en Madrid (el último partido de Iribar con la Selección) los jugadores salieron de noche. Coincidió en un local con Bonhof, que le estuvo preguntando cómo eran Valencia y el Valencia.

Pero temió que si dejaba Alemania se perdería el Mundial-78 (era usual que los seleccionadores se olvidaran de los que dejaban el país). Dijo que no, aunque prometió que después del Mundial estaría abierto a aceptar. Y así fue.

Su llegada causó sorpresa, pero pronto se convirtió en un referente internacional

Mientras, el secretario técnico, Pasieguito, le insistía al presidente en Kempes, que con 20 años había jugado como titular con Argentina en el Mundial del 74. Pasieguito conocía bien el fútbol argentino. Allí fichó a Ferrero y al Coloradito Killer para el Sporting, al que entrenó antes de regresar al Valencia. Le llamaba la atención que siendo Kempes del interior (jugó primero en Instituto de Córdoba, luego en Rosario Central), El Gráfico, siempre volcado en los jugadores de Buenos Aires, le diera tantas portadas. Un día llegó a titular: “No diga gol, diga Kempes”.

Sólo cuando vio imposible convencer a Bonhof cedió Ramos Costa. Pagó 300.000 dólares. En Rosario Central votaron los socios para aceptar el traspaso. Muchos pensaron que la directiva falseó el voto para coger el dinero.

Kempes, 22 años entonces, se presentó el 16 de agosto en el Trofeo Naranja, ante el CSKA. La delantera fue Rep-Diarte-Kempes. Al público le chocó aquel chico grandullón y melenudo, colocado como extremo, donde habitaban en la época jugadores de otro tipo. El Trofeo fue un fracaso. El Valencia acabó cuarto y Kempes hasta falló un penalti.

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Pero había jugado recién descendido del avión. En el primer partido de Liga, el 5 de septiembre, le marcó dos goles al Celta. Pronto fue Matador Kempes el jugador franquicia del club. Fue Pichichi las dos primeras temporadas, le marcó al Real Madrid un gol inolvidable por lo simbólico en la primera visita de los capitalinos a Mestalla tras la burla sufrida por el Valencia cuando se presentó en el Bernabéu con la camiseta de la senyera. Y dos más en la final de Copa de 1979, en Madrid y vestido con la senyera.

Entre una cosa y otra, jugó el Mundial de Argentina, que ganó. Fue el mejor y el máximo goleador. La primera vez que le pasaba algo así a un equipo español. El Valencia se convirtió, de golpe, en un club universal. Llegaron las ofertas para las giras por América y Asia, llegó un prestigio internacional nunca antes disfrutado.

En marzo de 1981 River se empeñó en él. Maradona había fichado por Boca, el River necesitaba contrarrestar eso. Ofreció diez veces más de lo que le costó al Valencia, que accedió, con gran disgusto de la afición. Fue un viaje de ida y vuelta. El River no pudo hacer frente al pago, y tras el Mundial de España (verano del 82), al tiempo que Maradona ingresaba en el Barça, Kempes regresó al Valencia. Los socios acogieron con júbilo el regreso del hijo pródigo.

La primera temporada del regreso no fue buena, el Valencia estuvo incluso a punto de bajar. Pero la temporada 83-84 la empezó en plan estelar… hasta que una lesión de hombro le frenó. Nunca recuperó la forma. Malas lenguas le acusaron de abandonarse. Terminó su aventura en el Valencia con 30 años, y el resto de su carrera fue cuesta abajo en la rodada: se apuntó a un equipo de fútbol sala, Autocares Luz, luego pasó al Hércules, después a Austria, donde rodó por el First Vienna, el Sank Polten y el Krems. Más tarde a un segunda chileno, llamado Arturo Fernández Vial y, por fin, ya cuarentón, en Indonesia, como entrenador-jugador del Pelita-Jaya.

Un final oscuro para un jugador grandioso, pero en Valencia dejó una estela de gloria que aún no se ha olvidado.

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