El Valladolid remonta a un Celta sin alma
Quinta derrota consecutiva del equipo gallego ante un rival que sí logró romper su mala racha con una merecida victoria
Era un partido fronterizo, un examen para aprobar tras dos rachas nefastas que abrían el abismo ante Valladolid y Celta. Ganaron los locales, que no acostumbran a sacar ventaja de esa condición y que además tienen la mala costumbre de ir siempre a remolque: en 14 de las 21 jornadas disputadas se abocaron siempre a la remontada. No siempre la lograron, pero sí que cantaron victoria ante un rival desnortado que ya encadena cinco derrotas consecutivas, incapaz de sobreponerse a la ausencia de Iago Aspas, al que se esperaba para este partido, pero que tuvo que echar el freno y quedarse en Vigo. Las lesiones musculares no se curan con el corazón.
VALLADOLID, 2 - CELTA, 1
Valladolid: Masip; Antoñito, Kiko Olivas, Calero, Nacho; Keko (Borja, m. 82), Alcaraz, Míchel (Anuar, m. 88), Toni Villa (Verde, m. 68); Óscar Plano y Guardiola. No utilizados: Yoel, Joaquín, Moyano y Leo Suárez.
Celta: Rubén Blanco; Hugo Mallo, Araujo, Hoedt, Juncá; Lobotka (Hjulsager, m. 75), Jozabed (Manu Apeh, m. 83); Pione Sisto (Beltrán, m. 58), Brais Méndez, Boufal; y Maxi Gómez. No utilizados: Sergio Álvarez, Roncaglia, Jensen y Kevin.
Goles: 0-1, m. 16: Sisto. 1-1, m. 55: Óscar Plano. 2-1, m. 69: Keko.
Árbitro: Sánchez Martínez (Comité murciano). Expulsó por doble amonestación al visitante Hoedt (m. 87). Mostró Tarjeta amarilla a Toni Villa y Míchel por el Valladolid y a Hugo Mallo, Boufal y Juncá, del Celta.
Estadio José Zorrilla. 18.416 espectadores.
El Celta se derrumba y emite señales de equipo tembloroso. En Valladolid, como en las dos últimas jornadas, se adelantó en el marcador. No fue capaz ni de rascar un empate. Y cuando se vio en desventaja con más de veinte minutos por jugar no fue capaz ni siquiera de hacerle cosquillas a su rival, sin ideas ni soluciones, paralizado por su incapacidad para rebelarse. Tan tibio y entregado pareció el equipo que lo más bravo que se le vio sobre el césped fueron las declaraciones de Hugo Mallo antes de irse a la caseta: “Parece que no pasa nada, pero nos tiene que doler y estar toda la semana encerrados en casa. El que no esté preparado para soportar esta situación pues a lo mejor no puede estar”, zanjó el capitán. Ese es el Celta, un equipo que a día de hoy no está diseñado para pelear en el lodo en el que se ha metido y sobre el que ya se duda sobre el futuro de un entrenador, Miguel Cardoso, que ni noventa días lleva en el club.
Fue justo vencedor el Valladolid, por juego, pero también por fe y constancia, porque se revolvió contra su suerte, contra esa falta de puntería que tanto le lastra en ocasiones. Al menos ha encontrado un faro al que seguir. Debutó Sergi Guardiola, que no tenía minutos en el Getafe, y dejó muy buenas sensaciones por movilidad, por pegada y porque supo mezclar. Porque Oscar Plano y Toni Villa parecieron muy cómodos a su lado, como lo estuvieron con Mata en la campaña del ascenso. El Valladolid, que se presentó al partido tras sumar dos puntos de quince posibles, fue a más tras un mal inicio en el que apostató de la pelota y concedió un gol en un error en la salida de balón tras catastrófico control de Míchel. Marcó el Celta y disfrutó de buenos minutos, de dos remates de Maxi Gómez cerca de los palos o de un penalti que pudo señalarse en una pugna entre Nacho y Brais Méndez, con el mediapunta gallego en boca de gol.
El VAR, ese ingenio al que la grada pucelana mostró tarjeta roja en una coreografía que saludó al árbitro, le dio aliento al Valladolid, que fue a más. Entró en el partido porque explotó los costados. Al final de la primera parte, entre el frenesí de varias oportunidades consecutivas, el equipo de Sergio ya sabía que el partido estaba en su mano.
Y se lo quedó. Apretó a un equipo sin alma, propició que Rubén Blanco se convirtiese en la pieza capital del Celta. Sostuvo el meta a su equipo con alguna parada imposible. Y jugó con los cimientos mentales de un equipo que se desesperaba en cada ocasión clara que marraba. Hasta que poco antes de la hora de partido marcó Oscar Plano, que venía de varios fiascos en el remate. Su gol le liberó, también lo hizo con Zorrilla. Y toda esa castellana ola empapó al Celta, dimitido e incapaz de hacerse valer. El segundo tanto, de Keko, retrató la escasa fiereza de una zaga que permitió que la abriesen en canal con un centro raso al corazón del área o un caño en la frontal. Al Celta se le mira y se le remira atrás, donde debutó esta jornada y con expulsión el holandés Hoedt, al que esta semana un directivo presentó como sueco. Igual el desastre ocupa también otras parcelas.
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