El Atlético gana con más identidad que fútbol
Un tanto de penalti de Griezmann sirve para derrotar al Espanyol (1-0)
Por contraposición, el sentido de permanencia flotaba en el ambiente del Metropolitano. El homenaje a Gabi, el capitán por excelencia de la era Simeone, por un lado. Por el otro, el intento de fuga de Lucas al Bayern en un momento de la temporada que parte a la mitad el proyecto deportivo del club el año que acoge la final de la Liga de Campeones en su estadio. La identidad sobre la hierba, por encima del juego, le dio al Atlético una victoria que le permitirá regresar del parón navideño en plena pelea por el título de Liga. Lo ha logrado con un juego discutido, pero acaba el año subido a la chepa del Barcelona. Ha sorteado el equipo de Simeone una plaga de lesiones y bajos momentos de forma de varios de sus jugadores clave. A esos contratiempos ha sobrevivido y se ha instalado en la parte alta de la tabla en este primer tercio del curso porque la calidad del plantel diseñado le da para ganar muchos partidos y porque si no le aparece el fútbol, no le desaparece su carácter competitivo. Jugar, jugó poco el Atlético, en su línea de esta temporada, pero se embolsó tres puntos que celebró por todo lo alto por su trascendencia para mantener viva la llama. Liquidó el equipo de Simeone a un buen Espanyol con uno de esos partidos en los que produce poco, pero lo poco que gesta es un estacazo para el contrario. Esta vez fue un penalti nacido de un barullo en el que Granero delató que no estaba en su hábitat. En su intento por despejar, el puntapié se lo llevó la rodilla de Koke. Griezmann reventó por alto el lanzamiento y el Atlético se puso su clásico traje italiano.
El Espanyol, que se había ido al descanso con la sensación de haber sido mejor y de dejar escapar vivo al Atlético, se encontró con el gol en el arranque del segundo tiempo y no pudo con esa versión granítica de su contrario. En el primer acto, una vez que capeó la salida revolucionada del equipo de Simeone, el partido fue suyo. Mandó y mucho con Granero y Darder repartiendo juego con criterio, con Rosales percutiendo por su carril y con Baptistao y Borja Iglesias como alfiles punzantes. Este último destrozó a Savic en varias acciones por velocidad y por habilidad. En una de ellas le tiró un sombrero al central montenegrino y culminó su carrera con una vaselina que obligó a Oblak a una de sus habituales paradas salvadoras estirándose hacia atrás para poder meter el guante y sacar la pelota por encima del larguero. Al poco, el propio Iglesias clavó a Savic en el área con con un autopase que no pudo rematar con un disparo potente porque se cruzó Godín. Sometido por un equipo que venía de perder seis partidos consecutivos, Oblak volvió a sostener el marcador a cero de su equipo con un vuelo a su palo izquierdo para rechazar un disparo seco de Baptistao, que estampó en el palo el rebote. La única jugada que fue capaz de hilar el Atlético en toda la primera parte nació de un taconazo de Correa a Griezmann que este prolongó con un duro disparo que rechazó Diego López.
Trató el Atlético de corregirse en el segundo tiempo. Volvió a salir con un voltaje alto que frenó en cuanto se puso por delante en el marcador. Era el momento de poner sobre el tapete las señas más reconocibles. Defender el 1-0 y apretar los dientes, con Simeone redoblando su papel de coreógrafo emocional. Agitando a la grada e implicándola como defensora del resultado. De ese 1-0 tan arraigado a la era del Cholo. El Atlético tiene poco fútbol, pero le sobra identidad. La que la grada homenajeó cuando Gabi hizo acto de presencia.
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