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Un Atlético a medias

El equipo de Simeone, sin ingenio para desmontar al Girona, logra empatar gracias a un gol en propia puerta

Diego Costa y Gorka Iraizoz tras el gol del Atlético. En vídeo, declaraciones de Simeone.Foto: atlas | Vídeo: JOSEP LAGO (AFP) | ATLAS
Jordi Quixano

No le sienta bien el traje de protagonista al Atlético, incómodo con la exigencia de llevar el peso del partido y mover el esférico de lado a lado hasta encontrar la fisura, patoso también cuando se le reclamaba descontar líneas de presión para llegar con suficiencia al balcón del área rival. Incapaz de dictar su ley en campo ajeno, solo contabiliza un triunfo fuera de casa en LaLiga, estéril cuando se le pide que juegue a contracorriente. Lo que es lo mismo, en el Wanda se da por descontado que al equipo no se le caen los anillos por perseguir a la pelota y al rival si la historia tiene final feliz, como acostumbra a sucederle. Pocos erosionan tanto el fútbol y la voluntad del contrario. Pero en Montilivi, donde el Girona decidió abrigarse en su campo para jugar a la contra, siempre con velocidad y sin pausa, el Atlético resultó una burda versión de lo que es, torpe en la manufacturación y nulo en el remate, hasta el punto de que el gol del empate lo marcó Ramalho en propia puerta.

Sí que manejaba el cotarro Rodrigo, futbolista de los pies a la cabeza porque mezcla toque con raciocinio para fabricar fútbol de muchos quilates. Aunque en Montilivi la producción se quedó ahí, porque Thomas ponía más músculo que pie y porque Lemar se enredó en el regate cuando las jugadas le pedían, precisamente, la velocidad que tiene. Pero a Rodrigo se le fundieron los plomos en una salida del balón, acosado por la presión del rival, y lo perdió en beneficio de Borja García, que levantó la cabeza y filtró el pase a la carrera de Stuani. El delantero, avispado, se cobró su parcela y desvió un poco el cuero ante la salida de Oblak, que le atropelló sin remisión. Señaló el colegiado falta ante el pasmo del público, que vociferaba a los cuatro vientos la aplicación del VAR. Deseo cumplido. El trencilla, advertido de su error, modificó la decisión y señaló el punto de cal para que el uruguayo hiciera diana.

Con Koke fuera de plano y con Griezmann desnortado, por más que su superlativa calidad le diera para un disparo lejano que Bono desbarató, el Atlético explicó que no tenía suficiente ingenio para imponerse. Solo Saúl, que actuó de lateral izquierdo ante las bajas en la zaga, se rebeló; en una llegada desde la segunda línea, remató al larguero. Fue la única oportunidad clara en el primer acto del Atlético, que sufría horrores al correr hacia atrás. Entre otras cosas, porque Simeone le pidió a Koke que tirara para dentro para poblar la medular, para tener superioridad numérica y amasar el balón. Un detalle que no pasó por alto Eusebio, que desde el costado solicitaba que se tocara rápido al costado para que Roberts encarase a Arias, ya que el rival no podía hacerle dos contra uno porque Koke estaba demasiado lejos. El desaguisado fue mayúsculo para el lateral, que acabó por no verlas venir, roto a la derecha y a la izquierda por un extremo efervescente. Suyos fueron eslálones y los centros que Stuani no logró cabecear. Pero para la algarabía, nada como las jugadas de estrategia en Montilivi. Como un saque de esquina mal rechazado que Granell empalmó desde fuera del área y peinó al poste; como otro que también rozó el palo tras la falta directa de Aleix García. O como un libre indirecto que Stuani atendió desde el segundo palo y que Bernardo no empujó a gol por bien poco.

Pretendió el equipo de Simeone darle una vuelta de tuerca a su fútbol con el cambio de piezas entre Thomas y Koke, quizá para que el equipo tuviera juego por dentro y velocidad por los costados. Pero, generoso el Girona en el esfuerzo, compacto en las líneas y concentrado de principio a fin, apenas concedió ocasiones. Acaso un disparo torcido de Diego Costa, un remate fallido de Koke y uno nuevo de Griezmann que Bono atajó antes de salir del campo cojeando. Le dio el reemplazo Iraizoz, que se llevó una ovación tras parar un remate sobre la línea de gol de Correa, ahora que el Atlético ya jugaba al abordaje, sin nada que no hubiera perdido ya. Y cuando menos se esperaba, con un pase largo de Correa al desmarque de Costa, Ramalho se cruzó con velocidad y desatino porque desvió la pelota a su portería. Pudo incluso Gelson darle el triunfo al Atlético en un par de remates cruzados. Pero ya no había más ingenio ni puntería y todo se quedó en un empate que dejó a medias al Girona y que, a buen seguro, tampoco contentó a un Atlético que tiene mucho más fútbol del que demostró.

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