_
_
_
_
pista libre
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Silva y Silva, sociedad ilimitada

Los pequeños centrocampistas del Manchester City desmienten tópicos y marcan una época en la Premier League

Santiago Segurola
David y Bernardo Silva, durante el derbi de Manchester.
David y Bernardo Silva, durante el derbi de Manchester.OLI SCARFF (AFP)

Aunque la realidad se empeña en lo contrario, persisten los prejuicios contra la pequeñez en el fútbol, sometido desde sus inicios a una evolución atlética que debería conspirar contra los chiquitos y menudos. Contra la ligereza, en general. Es un mantra que se escucha desde tiempo inmemorial y que, lejos de concretarse, se estrella contra la evidencia de los Pelé, Maradona y Messi, jugadores de escasos centímetros pero de estatura mítica en el fútbol. Son más regla que excepción, y de eso se sabe bastante en España, cuya edad de oro ha coincidido con una fascinante generación de genios en pequeño formato, desde Xavi hasta Iniesta, pasando por Cazorla y David Silva, último y maravilloso mohicano de aquel cartel irrepetible.

Más información
La paradoja de Dembélé
Bale y el cubo de Rubik

David Silva fue el mejor del partido en el duelo de Manchester, donde el City borró del mapa al United con una mezcla perfecta de inteligencia, creatividad y convicción. La distancia entre los dos equipos fue enorme, pero se volvió sideral en los últimos 20 minutos, cuando el United se situó a un gol del empate. Lejos de sentirlo como una amenaza, el Manchester City destruyó a su rival con un despliegue exquisito de fútbol, clausurado con la sinfonía que precedió al gol de Gundogan: 44 pases y 113 segundos con el balón entre los pies de los 10 futbolistas que participaron en la jugada.

Un minuto después, David Silva fue sustituido por el juvenil Phil Foden, otro bajito prometedor, en medio de una atronadora ovación. Nunca ha sido el más mediático del equipo, pero sí el más apreciado por la hinchada. Hace algunos años, en una encuesta entre los aficionados, fue elegido mejor futbolista en la historia del City, por delante de Colin Bell —espléndido centrocampista de los años 60 y 70— Agüero y Yayá Touré. Con 32 años, liberado de sus esfuerzos con la selección y de las angustias que atravesó durante meses, David Silva está produciendo la mejor temporada de su vida, con una influencia que también alcanza el área. Llega más y marca más goles que nunca.

Otro Silva, igual de pequeño, zurdo y brillante, destacó en la victoria del City. Un año después de llegar al equipo de Pep Guardiola, Bernardo Silva es mucho más que el hábil pero inconsistente extremo procedente del Mónaco. Su caso representa la importancia del aprendizaje, la inteligencia y la voluntad competitiva. El discontinuo extremo de la temporada anterior se ha transformado en un formidable centrocampista. Su impacto es tan grande que ha evitado la nostalgia por el lesionado Kevin De Bruyne, bandera del equipo en los dos últimos años.

Bernardo y David Silva son los dos vértices del triángulo que completa Fernandinho en el medio campo. Apenas llegan al 1,70. En un mundo tópico, serían víctimas de todos los prejuicios que definen a la Premier League: los tackles, el vigor físico, el juego aéreo, la fricción rotunda, el pelotazo, el frío, la lluvia y el viento. Es decir, la tradicional noche de enero en el campo del Stoke City o un domingo cualquiera frente al escuadrón de tallos que dirige Jose Mourinho.

Lejos de salir aniquilados en Inglaterra, los dos Silva representan mejor que nadie la singular revolución que Pep Guardiola ha trasladado a la Premier League. Juegan como los ángeles y combaten sin desmayo, dos pequeños gigantes que imponen su ley en el campo y evitan los topicazos que tanto pesan sobre el fútbol. Sólo existía un problema: había que atreverse a juntarlos. Se atrevió el mismo entrenador que definió una época con Iniesta y Xavi. Ahora son David y Bernardo Silva. Alrededor de estos diminutos jugadorazos, un equipo está dispuesto a marcar una época en Inglaterra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_