Luis Aragonés estrenó la luz del Metropolitano
El Atlético encendió sus focos en 1961, ante el Betis, con división de opiniones por la novedad
Una visita singular del Betis al Atlético fue la de septiembre de 1961: aquel día el viejo Metropolitano estrenó la luz artificial. Hoy es algo común, pero entonces era un prodigio reciente que dividía las opiniones. Luis Aragonés jugaba en ese Betis.
El Atlético, campeón de Copa, iba a jugar la Recopa. El fútbol europeo entre clubes crecía, y eso obligaba a jugar entre semana de noche. En el Metropolitano se había hecho un experimento mucho tiempo atrás, en 1943. Entonces estaba prohibido el fútbol en julio y agosto, por el calor. Se hizo un ensayo en junio instalando 12 potentes reflectores: un partido de entrenamiento, con el balón pintado de blanco al duco, pero no convenció.
Ahora, ante la inminencia de la Recopa, el Atlético acometió la tarea y en 10 días se completó la instalación, con 27.000 metros de cable y 200 focos, que proporcionaban 700 lux. El miércoles 6 se encendió por primera vez. El jueves se hizo una prueba, a la que acudieron la Federación y el Comité de Árbitros. Se jugó un entrenamiento-partido, titulares contra suplentes, y acudieron muchos aficionados. La Federación dio el plácet.
El estreno oficial fue el sábado 9. Era el segundo partido de Liga, y en el Betis aparecía un prometedor delantero procedente del Oviedo, Luis Aragonés. Luis jugaría en el Betis tres temporadas (82 partidos, 33 goles), y al final de la 63-64 fue traspasado al Atlético, donde haría leyenda. El extremo izquierda bético, Gerardo, era hijo de Miguel Clares, el conserje del Metropolitano. Había nacido en la instalación, donde la familia tenía su domicilio, y allí había vivido hasta los 17 años. Daucik le conoció allí (entrenó al Atlético, de donde fue al Betis) y se lo llevó a su nuevo destino. Un hermano más pequeño, Manuel, criado igualmente en el estadio, jugaría luego en varios equipos de Primera, fue compañero de Cruyff en el Barça, e incluso tuvo una aparición en la selección.
La novedad de la iluminación, más el atractivo del Betis, con el polémico Daucik, produjo un llenazo. Empezó a las ocho y media, entre luces, así que el efecto no se percibió bien hasta que se hizo noche plena. La impresión fue desigual. Cronos, en Marca, la alaba: “(…) y que pudo verse bajo los focos de la luz eléctrica como si brillase el mejor sol de agosto”. Pero Lorenzo López Sancho, en ABC, es más crítico: “Intensa, clara, deja sin embargo algunas zonas de relativa penumbra (…)”.
El partido fue soso: 1-0, obra de Domínguez, un suplente de paso fugaz por el Atlético. Gol tan protestado por el Betis que Gardeazábal expulsó a su extremo Llorens. Del Betis llamaron la atención los interiores: Luis y el también recién llegado Senekowitsch, un austriaco al que en Sevilla rebautizaron como Séneca.
Así que después del partido de lo que se discutía era de la luz. Marca publicó una encuesta con división de opiniones. Para entonces ya la tenían varios campos. El Barça la estrenó en 1954 en el viejo Les Corts (por cierto, ese día estuvo en sus filas Bosch, bético ahora, en el estreno del Metropolitano). En el 57 la pusieron el Madrid y el Cádiz, éste para su trofeo Carranza. En el 59, el Valencia, el Sevilla, el Betis y el Barça, ahora en su flamante Camp Nou. Pero había críticas. Kubala se quejaba de que la velocidad del balón no se percibía igual. Los porteros sufrían en los centros laterales.
Pero el primer equipo que iluminó su campo no fue ninguno de los grandes, sino el ya desaparecido Club Deportivo Puerto, propiedad de la Junta de Obras del Puerto de Sevilla. Tenía su campo (llamado Reina Victoria, conocido como campo de la Victoria) junto a la Palmera, a mano derecha según se baja hacia el campo del Betis. El estreno fue ante el Portuense, el 3 de septiembre de 1953. Con el tiempo, el Puerto mutó en lo que ahora es Sevilla B.
Respecto a los focos estrenados aquel día en el viejo Metropolitano, no murieron con el estadio. Por amistad entre directivas fueron cedidos al Jaén, en cuyo campo (también de La Victoria), siguieron rindiendo durante algunos años.
Y una cosa más, que muchos me preguntan: aquel viejo Metropolitano estaba en el solar que hoy delimitan las calles Juan XXIII, Santiago Rusiñol, Conde de la Cimera y Beatriz de Boadilla.
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