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Columna
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Bryson DeChambeau, el científico loco

El golfista estadounidense ha tenido una irrupción tan meteórica como pintoresca en el panorama profesional

Rafa Cabeleira
Bryson DeChambeau, en el pasado BMW Championship.
Bryson DeChambeau, en el pasado BMW Championship.AFP

A Bryson DeChambeau lo conocen en el circuito americano como ‘el científico loco’, un apodo que el golfista de Modesto (California) acepta de buen grado. “Todos los hombres que cambiaron el mundo fueron considerados peculiares, raros, incluso locos. Ahí está el ejemplo de mi gran ídolo, Albert Einstein: nadie le hizo caso, pero formuló la física tal y como hoy la conocemos”. Sus palabras se remontan a 2016, todavía un golfista amateur que causaba sensación en el Masters de Augusta con su boina a lo Payne Stewart, sus hierros de idéntico tamaño y un swing heterodoxo, muy vertical, casi robotizado. Hoy, a falta de un torneo por disputarse, DeChambeau lidera la clasificación de la FedEx Cup y es uno de los elegidos por Jim Furyk para defender, en París, la Ryder Cup conquistada por el equipo americano hace dos años, en Minnesota.

Hijo de Jon DeChambeau, uno de los mejores golfistas amateurs del estado dorado, Bryson cursó sus estudios de Física en la SMU de Dallas y durante sus primeros años como jugador universitario llegó a probar más de 20 swings diferentes, además de todo tipo de materiales. Nada parecía funcionar hasta que un día se tropezó con un libro de geometría aplicada escrito por un ingeniero aeronáutico, Homer Kelley, y titulado The Golfing Machine. “Es una larga historia pero, resumiendo, elegí una variante que me permitiera hacer el swing en el mismo plano, mecanizar el movimiento independientemente del palo escogido”. Los resultados no tardaron en aparecer y en 2015 se alzaba con el título individual universitario y el U.S. Amateur, algo que solo habían logrado cuatro golfistas a lo largo de la historia: Jack Nicklaus, Phil Mickelson, Tiger Woods y Ryan Moore.

Su irrupción en el panorama profesional está siendo tan meteórica como pintoresca, emocionante para un deporte huérfano de referentes mediáticos durante la ausencia de Tiger Woods pero constantemente escrutado por la PGA y la USGA, que no ven con los mejores ojos la revolución iniciada por DeChambeau. Haces unos meses, durante la disputa del Travellers Championship, su nombre saltó a la palestra por una singular polémica: la PGA estudiaba prohibir el uso del compás que utilizaba Bryson para determinar, con ayuda del libro de juego, la distancia exacta entre su bola y la bandera. Antes, recién aterrizado en el tour, fue la USGA quien montó en cólera cuando el californiano estrenó un particular modo de patear en el Franklin Templeton Shootout, inspirado en el ‘croquet-style’ de Sam Snead. “Me dijeron que no les gustaba mi manera de patear, pero con las reglas en la mano no estoy cometiendo ninguna infracción”. La prohibición llegaría disfrazada de especificación técnica y amparada por un extraño acuerdo de confidencialidad entre la USGA y los fabricantes, que prohíbe revelar las características exactas que debe reunir un palo para ser considerado apto.

“El primero en romper el muro siempre sangra”, advierte el propietario de los Red Sox de Boston a Brad Pitt en Moneyball. La película narra la historia de Billy Beane, el hombre que cambió para siempre el mundo del béisbol utilizando la estadística avanzada para seleccionar y fichar jugadores. El tiempo dirá si la revolución DeChambeau se queda en una simple anécdota o si, como una especie de Albert Einstein del deporte, el californiano está formulando el golf del futuro en tiempo real, ante los ojos de todo el mundo. De momento, Tiger Woods ya ha dicho que le encantaría formar pareja con Bryson en Le Golf National, una amenaza latente que no debería preocupar a la PGA ni a la USGA pero sí -y mucho- a los europeos.

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