Pep, ¿qué día es hoy?
Guardiola dijo que él y su equipo están envejecidos. Ojalá de aquí a 15 días acuda a la ciencia o algún tipo de elixir para recuperar la juventud, aunque sea para poder ver un partido monumental contra el Madrid como el del año pasado
—¿Qué día es hoy?
—No tengo ni puta idea.
Así, con este diálogo al que obliga el protocolo en caso de posible conmoción, el médico del Barça determinó que Gavi no podía continuar jugando en Montjuïc el pasado domingo después de darse un golpe tremendo en la cabeza contra Conechny, que el lunes seguía en el hospital. La pregunta, de todas formas, no era tan fácil como podía parecer.
A muchos nos pasa eso a veces al levantarnos por la mañana. O no lo sabemos o ya ni nos importa. Una especie de conmoción. O la sensación de que todo se parece demasiado, porque lo que has vivido ya es más de lo que vivirás y la genética familiar va tomando cada vez más forma en el horizonte como una trampa mortal. Atravesamos microdepresiones que nos hunden poco a poco, por muy bien que parezca que van las cosas. Vi las imágenes de Gavi y luego el partido del Manchester City, y me acordé de Guardiola, del mal trago que debe atravesar él también, de las heridas en el cráneo. ¿Es posible que un equipo de fútbol se deprima o sufra una conmoción cerebral al completo? ¿Qué su propia edad le condene a una muerte lenta y a una necesaria sustitución?
Guardiola, tras la masacre en casa del Arsenal de Mikel Arteta este fin de semana (5-1), aceptó que su plantilla está envejecida. No solo eso. Que él mismo también lo está, dijo. La caída del pelo, las arrugas, la autoridad moral cuestionada por alguien a quien tú enseñaste casi todo lo que sabe. Mirarse al espejo del vestuario tras el encuentro y pelear contra tu peor enemigo, tu versión de hace dos años. Tu mejor versión.
Atormentado por esa idea de la caducidad, antes de acostarme encontré en Filmin The Substance, en la que una enorme Demi Moore vuelve a la pantalla y que, en realidad, habla de la propia actriz, de la decadencia y del olvido que sufren tantos ídolos con la llegada de las arrugas y la fuerza de la gravedad tirando como bueyes furiosos de todas las partes de tu cuerpo. La intérprete mejor pagada de los años noventa ya apenas trabajaba antes de esta peli. Y de eso va todo. Del violento combate de cada mañana que libran contra el tiempo muchos seres humanos incapaces de aceptar que son ellos los que aparecen en el reflejo que devuelve el espejo. ¿Puede un entrenador llegar a ser viejo para el oficio? ¿Es posible seguir entrenando ad eternum esperando una heroicidad como darle una Premier a un equipo como el Leicester o es más probable terminar consumiendo una leyenda en Turquía?
La tensión es enorme. Aceptar el final, si uno está seguro de que el momento que atraviesa se parece a un desenlace, es demoledor. ¿Por qué dio un portazo Jürgen Klopp en el mejor momento de su carrera? ¿Por qué lo hicieron Guardiola o Luis Enrique en el Barça? La salud mental de jugadores y entrenadores, con calendarios extenuantes, la presión de los medios. Algunos se han roto, como Paolo Zanetti o Patrice Garande o Paulo Fonseca, como cuenta una estupenda serie sobre la salud mental de los entrenadores de Eurosport. Al resto solo hace falta verles en la foto de la presentación y en la de la despedida.
Muchos esperan que lo de Guardiola sea pasajero. Y más vale que de aquí a siete días, cuando jugará con el Madrid en el Etihad, recurra a la ciencia, a la Substancia de Demi Moore, a las postrimerías del mercado de invierno o a lo que sea necesario. Aunque sea para ver otra vez un partido monumental como el del 9 de abril del año pasado. Pep, caramba, ¿qué día es hoy?
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