Londres: libras, tradición y modernidad
En la capital inglesa conviven varios clubes, pero solo luce una Copa de Europa del Chelsea
En la capital de la cuna del fútbol los ecos de la historia se funden con los tiempos modernos. Londres quizás sea el rincón de Europa donde la globalización pone a prueba el pulso de las identidades de manera más patente. El manantial de dinero procedente de los derechos televisivos y la toma de los clubes por parte de magnates financieros de diverso pelaje ha alterado el ecosistema futbolístico de una ciudad en la que los hinchas han tenido que reajustar su sentido de pertenencia. Seis clubes londinenses compiten este curso en la Premier. Al Chelsea se le queda pequeño Stamford Bridge donde juega desde que se fundó en 1905. Ha ganado una Champions (la única para Londres) y cuatro de las cinco ligas que iluminan sus vitrinas tras llegar el multimillonario ruso Roman Abramóvich en 2003, cuando compró el club por 140 millones de libras. Hoy el Chelsea tiene condición de marca global.
El Arsenal se mudó del legendario estadio de Highbury al flamante Emirates Stadium en 2006. Los gunners suman trece títulos ligueros, pero el último data de 2004. Era la edad de oro de Arsène Wenger. El club tiene nuevo técnico, Unai Emery. También la sensación de que la brecha que le separa de los aspirantes a los títulos, incluidos los nuevos ricos, sigue siendo grande. El Tottenham ha plantado su joven y dinámico equipo en la élite gracias a las convicciones de su entrenador Mauricio Pochettino y la ambiciosa y sostenible gestión de una directiva inteligente. Este verano no ha hecho un solo fichaje, pero ha aguantado con firmeza la tentación de traspasar a cotizadísimas figuras, como Harry Kane, Delle Alli o Eriksen. Además los Spurs están niquelando su nuevo estadio al que se mudarán en breve tras un curso jugando en Wembley. Su viejo hogar de White Hart Lane fue demolido pero parte de sus cascotes se incluyen reciclados entre las estructuras del nuevo estadio: Un futurista platillo volante que cuenta hasta con una pasarela acristalada en su cubierta, a cuarenta metros del suelo. Si ahora los hinchas son considerados clientes conviene venderles nuevas experiencias. Lejos del potencial de Chelsea, Tottenham o Arsenal se encuentran equipos como el West Ham, fundado en 1900 por trabajadores de las acerías y astilleros locales y que actualmente juega en el estadio olímpico de Londres. Parió glorias del fútbol británico como Bobby Moore, Geoff Hurst o Martin Peters, campeones del mundial de 1966. A sus accionistas mayoritarios, David Sullivan y David Gold, se les conoce en las gradas más parranderas como los Dildo Brothers: hicieron fortuna en los años setenta con el fértil negocio de las publicaciones eróticas.
Al sur de Londres juega el Crystal Palace. Tras un breve experimento fallido con Frank de Boer como técnico regresó a las fuentes entregándose al veterano Roy Hodgson. Su afición mantiene una vetusta rivalidad con el Millwall y el Charlton Athletic, hoy en categorías menores.
Se conservan en Londres rencores primitivos, como el que mantiene la afición del Tottenham con sus vecinos del Arsenal a los que consideran invasores: los gunners se mudaron al norte de la ciudad en 1913 amenazando la hegemonía territorial de los Spurs. Para ver un vestigio de tradición y romanticismo hay que acercarse al estadio del Fulham, a orillas del Támesis: Craven Cottage es una singular construcción de finales del siglo XIX donde el tiempo parece haberse detenido, con sus pilares, un precioso pabellón con terraza que alberga los vestuarios y una grada de ladrillo rojo en el exterior. Un monumento al clasicismo.
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