Algo se mueve en Madrid
La provincia congrega por primera vez a cinco equipos en la élite. Real, Atlético, Rayo, Getafe y Leganés cohabitan en menos de 20 kilómetros en línea recta
El fútbol en Europa va este curso de Madrid a Madrid. De la Supercopa en Tallin el miércoles entre el Real y el Atlético, a la final de la Champions el 1 de junio de 2019 en el Wanda Metropolitano. En la ciudad con más títulos europeos, por delante de Milán (24-20), a la que superó precisamente allí en 2016, con la segunda final madrileña de Copa de Europa, no solo se mueve la clase alta, sino que por abajo también se va tupiendo el tejido futbolístico. Su área metropolitana, la tercera mayor europea por detrás de las de Londres y París, presenta esta temporada por primera vez cinco equipos en la máxima categoría. Además de los que gobiernan Europa, Getafe, Leganés y Rayo.
Esta concentración en una sola comunidad (lo que iguala el récord del País Vasco y Andalucía) evoca la londinense, con siete equipos en la Premier, o la de Buenos Aires, con seis. Aunque con décadas de retraso. En Madrid el fútbol ha ido muy por delante de la grada, y los últimos en estrenarse en la élite, Getafe (2004) y Leganés (2016), aún trabajan en el cultivo de aficiones propias, no compartidas, algo que el barrio de Vallecas siempre ha conservado.
Las dos últimas en llegar son ciudades de casi 200.000 habitantes cuyo crecimiento se disparó, hasta triplicar su población, en los años setenta y ochenta al calor de Madrid, que les derivó parte de su propia crecida. Y allí han mirado futbolísticamente desde antes del estallido demográfico. Leganés es la ciudad de España (Madrid al margen) con más peñas atléticas registradas (7), y Getafe es la segunda (6).
El rastro del solapamiento de las aficiones puede seguirse hasta las cúpulas de los clubes. El dueño del Leganés, Felipe Moreno, y su esposa, Victoria Pavón, la presidenta, habían simpatizado siempre con el Atlético. Cuando compraron el club, su hijo pequeño, Alberto, aún jugaba en las categorías inferiores rojiblancas.
En los orígenes del Getafe está una peña madridista de la localidad, que en los ochenta, cuando el equipo estaba moribundo, contribuyó de manera decisiva a salvarlo. Ese hilo blanco se mantiene hasta hoy en el palco del club: su presidente, Ángel Torres, acumula décadas de antigüedad como socio madridista. Y su estadio se llama Coliseum Alfonso Pérez, pese a que Alfonso, getafense, nunca jugó en el club, y sí en el Madrid, el Barcelona y el Betis.
En Getafe también se encuentra un viejo laboratorio de la poligamia futbolística madrileña, el bar Libra, regentado por Juan Villalba. Nacido en Vallecas hace 66 años, Villalba es socio del Real Madrid hace 40, condición que alcanzó mediante la intersección de un delegado de campo del Rayo. Su negocio, además, es patrocinador de la federación de peñas del Getafe. Desde la época del primer ascenso getafense a Primera, en el Libra, presidido por una talla de madera de Raúl levantando la novena Copa de Europa blanca, se juntaban sin problema una peña madridista, la Juan de la Cierva, y una del Getafe, El Botellín. “Se llevaban fenomenal”, dice Villalba; “aquí el 60 o 70 por ciento de la gente en realidad es del Real Madrid o del Atleti. Y si el Getafe juega contra ellos, en general van con el grande”.
Coincide con el exfutbolista Sergio Pachón, héroe azulón de aquel primer ascenso, autor de cinco goles al Tenerife en el playoff: “De siempre allí la gente ha sido primero del Madrid, del Barcelona, y luego del Leganés, del Getafe… Pero eso lo hemos ido consiguiendo revertir en los últimos años. Los niños que han nacido en Getafe en la última década han visto al Getafe casi siempre en Primera. Ahora, en la cantera, conseguimos que muchos niños a por los que vienen el Madrid o el Atlético quieran quedarse: “Yo soy del Getafe”, dicen. Y eso me hace mucha ilusión, ese somos del Getafe, y no como antes, después de ser del Madrid”, explica el hoy director del fútbol base getafense.
Nueve partidos madrileños en solo once días
La presencia de cinco equipos de Madrid en Primera producirá este curso una concentración inédita de partidos de Primera. Butarque y el Wanda Metropolitano son los estadios más alejados, y solo los separan 17 kilómetros. El calendario ha dejado épocas del año con fútbol de Primera en Madrid casi sin pausa. Entre el viernes 19 de abril y el lunes 29 de abril, están programados nueve partidos en once días, que podrían quedar incluso más apretados cuando se fijen definitivamente las fechas. Y hay muchos fines de semana en los que se podrán ver tres partidos de Primera en Madrid.
El campeonato comienza, además, con tres jornadas seguidas con cruces madrileños: Real Madrid-Getafe, Atlético-Rayo y Real Madrid-Leganés. Y en febrero, entre la jornada 22 y la 25, se suceden cuatro enfrentamientos locales: Rayo-Leganés, Atlético-Real Madrid, Rayo-Atlético y Getafe-Rayo.
A Getafe y Leganés solo los separa una calle, la Eduardo Torroja. Un lado, sin acera, el que tiene farolas y viviendas que apuran el último descampado, es Getafe. El otro, con acera, pero sin alumbrado, es Leganés, que tiene en su frontera naves industriales, un hotel chino, un restaurante vasco, un bazar chino, un taller de neumáticos. La frontera que señala esa calle mantiene viva una rivalidad de fiestas patronales que ha conservado cierto espíritu de adhesión a los clubes propios.
Lo explica Pachón, que ha jugado en ambos equipos: “El derbi Getafe-Leganés es el más emotivo. Contra el Madrid y el Atlético es más una fiesta, porque no estamos a su nivel. Pero el Leganés es el vecino, el eterno rival: nos hemos enfrentado en Primera, en Segunda, en Segunda B, en Tercera. Los derbis eran muy duros”.
Cuando en las Navidades de 2008 Felipe Moreno rescató a un Leganés al borde de la desaparición por las deudas, esos rescoldos apenas asomaban: el club estaba en Segunda B y el Getafe, en Primera. Empezaron desde el principio del principio, recuerda Daniel Abanda, director de comunicación y marketing del club: “Iba con los futbolistas a los colegios y decían: ‘¿El Lega?’... Muchas veces tenía que explicarles qué era. Ahora cuando vas a los colegios van todos con la camiseta, la bufanda. Y dices: lo que hemos conseguido…”.
Los pasos iniciales eran casi pruebas de vida. En aquel invierno de 2009, montaron megáfonos en un Toyota todoterreno gris de Moreno y, como el tapicero, a veces con el propio presidente de copiloto, recorrían las calles de la ciudad para anunciar que el fin de semana jugaba el Leganés. También volvieron a pegar carteles, en otra pequeña reconquista del espacio público.
La grada del Rayo Vallecano, que regresa este curso para su 18ª temporada en Primera, lleva décadas mucho más hecha, con un espíritu de resistencia nacido del entorno obrero de intenso compromiso de izquierdas en el que nació. “Al ser un equipo de barrio, el barrio es el que hace al club —explica Juanma Barroso, responsable de su cantera—. Nuestra afición es muy fiel. No son del Madrid, ni son del Atlético. Son del Rayo”. Ese carácter impacta y seduce a quien viene de fuera, como Luis Cembranos, ahora entrenador del filial, que llegó a la primera plantilla a finales de los noventa tras formarse en La Masia, debutar en el Barça con Johan Cruyff y pasar también por el Espanyol. Entonces, el Rayo ya estaba en Primera, e incluso le alcanzó para jugar en Europa: “Tiene su masa social innegociable, y eso es un patrimonio, un peso específico; tiene una historia y eso compensa la competencia del Leganés y el Getafe”, dice Cembranos.
Con el Rayo inmerso en turbulencias institucionales, las dos ciudades del sur le recuperaron mucho terreno, en una época en que el fútbol en Madrid ha vivido un desbordamiento desde la base. Desde la temporada en la que el matrimonio Moreno-Pavón se hizo cargo del Leganés, la 2008- 2009, el número de licencias federativas en Madrid casi se ha duplicado: ha pasado de 67.000 a 111.000 y hay más del doble de entrenadores con título (de 1.373 a 3.360), según datos de la Federación de Fútbol de Madrid. Su presidente, Paco Díez, atribuye parte del salto en la cumbre al trabajo en la base: “Los chicos pueden empezar a jugar a fútbol siete a los seis años, y el nivel técnico, ayudado por los campos de hierba artificial, ha subido muchísimo”, sostiene.
En los últimos años, ese caldo de elaboración lenta se ha cocinado al calor del tremendo impacto de lo que ha sucedido por arriba. El Atlético, que ha crecido y se ha estabilizado, ha logrado cerrar la brecha con el Real Madrid desde aquella pancarta que mostró la grada del Bernabéu en un derbi en noviembre de 2011: “Se busca rival digno para derbi [SIC]decente. Razón aquí”. Algo más de un mes después, Simeone sustituyó en el banquillo a Gregorio Manzano y comenzó el despegue. Terminaron el curso ganando la Europa League, el siguiente borraron los ecos de la pancarta llevándose la Copa ante el Madrid en el Bernabéu, y un año después jugaron un derbi en la final de la Champions de 2014, que repitieron en 2016.
Por abajo, tres semanas antes, el 4 de junio, el Leganés lograba en Miranda su primer ascenso a Primera. Es el último equipo madrileño en probar la categoría, el recién llegado, el del estadio más pequeño, 11.000 butacas. Su presidente ya ha jubilado el todoterreno gris con el que anunciaba los partidos hace casi diez años, y en el aparcamiento de su naciente ciudad deportiva, en una mañana de pretemporada, se resguardan del sol un Maserati y tres Porsche.
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