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De la ‘banlieue’ a la Torre Eiffel, Francia celebra unánime el triunfo de los ‘bleus’

El equipo nacional francés, un ejemplo de diversidad y cohesión nacional

Aficionados franceses celebran la victoria en los Campos Elíseos.
Aficionados franceses celebran la victoria en los Campos Elíseos.ERIC FEFERBERG (AFP)
Silvia Ayuso

A la hora de la victoria, en la multicultural Francia no hubo más que tres colores: el rojo, blanco y azul de la bandera que los bleus, la selección nacional, agitó al recibir la copa como nuevos campeones del mundo de fútbol. Centenares de miles de personas lo celebraron en las calles de todo el país. Solo en París, a los pies de la Torre Eiffel, casi 100.000 personas se congregaron para ver el partido y la masiva fiesta se trasladó tras el pitido final a los Campos Elíseos, en medio de fuertes medidas de seguridad. En Bondy, la banlieue (barrio periférico) de donde es originario Kylian Mbappé, uno de los anotadores de la victoria, la felicidad también era total.

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“¡Esto es magnífico! Voy a poder contarle a mis hijos que viví este día”, celebraba Moussa, que jugó con Mbappé en el equipo local hasta 2005. “Qué orgullo para Francia”, decía apenas sin voz sobre el “I will survive”, himno de los bleus desde 1998, que entonó nada más acabar el partido todo el estadio Léo Lagrange, donde Kylian, como le llaman todos aquí, comenzó su fulgurante carrera. “Después de 20 años, ¡hemos recuperado la copa!”, gritaba Marietta, que acudió con sus hijos a ver el partido. “Qué bien por Francia, por Bondy y por Mbappé”, se escuchaba entre gritos de “Allez les bleus”.

La posibilidad de conquistar el trofeo por segunda vez en su historia había sumido a Francia en un estado de euforia. Y en un espíritu de cohesión social que, aunque pueda ser efímero —como se vio en 1998 con la selección black-blanc-beur, negro-blanco-árabe, en referencia al origen de muchos de los jugadores— tiene un significado más especial aún si cabe en la Francia y la Europa de hoy. Porque la victoria de los bleus se produce en pleno debate europeo sobre los “peligros” de la inmigración, impulsado por pujantes gobiernos populistas como el italiano, pero que también resuenan en Francia.

En este ambiente, los bleus han hilado fino. De los 23 miembros de la selección que viajó a Rusia, 14 vienen de familias originarias del continente africano y dos incluso nacieron allí, Samuel Umtiti y Steve Mandanda. Pero todos, sin fisuras, subrayaron que la del domingo sería una victoria de todos los franceses, independientemente de su origen. “Quiero encarnar Francia, representar a Francia y darlo todo por Francia”, adelantó Mbappé. “Hay que estar orgulloso de ser francés”, afirmó también Antoine Griezmann. “Quiero que los jóvenes digan: ‘¡Viva Francia y viva la República!”.

Otro icono de la diversidad, el actor Omar Sy, describió a estos bleus como “el símbolo de la diversidad y la convivencia, una muestra de la diversidad”. “En el fútbol no hay religión, no hay colores y, sobre todo, no hay ningún origen social”, subrayó desde Bondy Airouche Athmane, presidente del equipo local AS Bondy donde comenzó la leyenda Mbappé. Aquí el partido se vio en una pantalla gigante de un campo en el que hombres sin camiseta celebraban junto a mujeres cubiertas de pies a cabeza, agitando, todos, la bandera tricolor con entusiasmo.

Las adolescentes N’deyne y Rym, de 15 años, se llevaron su propio balón al estadio. Rym juega en el AS Bondy y N’deyne empezará en agosto en el PSG femenino. Para ambas, hijas de la banlieue y de familias de origen inmigrante, la victoria del domingo también tenía un sabor especial. “Mira el equipo francés, vemos que Francia no son solo los franceses de aquí, hay de muchos orígenes. Y esa es la verdadera Francia”, explicaba Rym.

“Hoy celebramos todos juntos, como en familia”, se prometía también Jean, de origen haitiano. Cerca, Oryane, una adolescente musulmana cubierta de pies a cabeza con un velo, averiguaba cómo ir a París a festejar en los Campos Elíseos. Pero este espejo de unidad es frágil. “Hoy hay cohesión, pero lamentablemente no suele durar, ya lo vimos en el pasado”, comentaba Kamel en referencia al 98. Los años posteriores al primer mundial francés fueron también los de la ascensión del Frente Nacional y de los cuestionamientos a la integración. “Este equipo de Francia que gana tiene un lado unificador, eso es incontestable. Pero ello no permitirá, como por arte de magia, borrar la fractura social y territorial de nuestro país”, dijo el sociólogo Stéphane Beaud en el Journal du Dimanche. Pero al menos por un día y una noche, Francia olvidó todos sus problemas y diferencias y fue, unánimemente, bleu.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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